Él se da cuenta de que los mismos que lo echaron están dirigiendo el fútbol chileno”.

“Tengo 68 años, pero me mantengo impeque físicamente. Todos los días me voy en bicicleta desde mi casa al lado de Juan Pinto Durán hasta la facultad en Independencia”.

Gabriel Aravena es uno de los mejores amigos que dejó Bielsa en Chile. Tanto así que, cuando el rosarino renunció a la Roja y luego aceptó dirigir al Athletic de Bilbao en España, le regaló su Nissan y le ofreció que siguiera siendo su asesor personal en Europa.

Si bien la experiencia en el Viejo Continente duró solo dos meses —“extrañaba mucho mi familia y no quise perder mi trabajo en Chile”, dice—, el lazo entre ambos quedó. “Para mí Bielsa es como un padre. Me recordaba los momentos que vivía con mi papá antes que falleciera en 1976”, detalla don Gabriel con un café en la facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas de la U. de Chile, donde es técnico laboratorista desde los 25 años.

Es el séptimo hijo varón de 16 hermanos, motivo por el que recibió una casa en el barrio Franklin de parte del gobierno del Presidente Gabriel González Videla.

Con 20 años y mientras estudiaba, conoció al ex árbitro Sergio Vásquez que vivía al frente de un amigo de colegio en Ñuñoa. Entusiasmado, Aravena hizo los cursos y se transformó en juez central de cadetes, y como juez de línea logró dirigir en primera hasta su retiro en 1996.

Se fue a vivir a la avenida Las Torres, al lado de Juan Pinto Durán, donde comenzó a trabajar gratis y de manera paralela a su labor en la U de Chile, bajo las instrucciones de todos los técnicos de la Roja, desde Salah hasta Bielsa.

“Pensé que con la llegada de los argentinos se me acababa Pinto Durán. Una tarde leí que Bielsa y su equipo irían a ver un partido a Coquimbo. Aproveché de ir a Pinto Durán para ver qué pasaba. Pato Canales (chef) me dice que me andaba buscando el coordinador en el segundo piso. Subí, toque la puerta y me abrió Bielsa. ¿Quién es usted?, me dijo. Le dije que era árbitro y que llevaba mucho tiempo en el complejo. Eso le interesó mucho”.

“Llegó con bolsos llenos de videos de fútbol”, recuerda. “Me preguntó si me podía quedar trabajando ese día. Obviamente acepté. Estuve hasta las 12 de la noche ordenando y calificando las cintas. Se generó una confianza. Me comenzó a llevar a todos lados. Terminaba en la facultad a las 4 de la tarde y me iba al complejo hasta tarde. Dormía tres o cuatro horas para poder cumplir. A veces, incluso pasaba a servirle el café y dejarle el diario a Bielsa y me venía al trabajo. En las noches lo acompañaba a ver las noticias”.

Al principio, Bielsa le decía “don árbitro”. Hasta que descubrió la palabra “cachureos”. “Habían escombros acumulados en Juan Pinto Durán. Me preguntó cómo le decíamos en Chile. Yo le dije que eran cachureos. Le dio mucha risa y desde entonces me llama así. A él no le gustaba que se botara nada, porque sentía que todo se podía aprovechar. Me contó que cuando joven se pagaba los estudios vendiendo material reciclable”.

Algunos funcionarios saludan a Aravena mientras es fotografiado. “Yo nunca cobré (un sueldo), pero él igual me ayudaba. Cada vez que me necesitaba varios días, me preguntaba si podía pedir permiso y él, de su bolsillo, me pagaba los días que no trabajaba en la universidad. Nacía de él. Lo mismo en los viajes largos. Él me pagaba el mes. Era muy preocupado. Saludaba a mi mamá en su cumpleaños y cuando ella falleció me llamó desde el extranjero. Ha estado conmigo en los momentos felices y los complicados. Una vez canceló una charla que tenía en mi facultad porque me fallaron con unas vacaciones que me habían prometido. Le conté, tomó el teléfono y le dijo a la persona a cargo: ‘Buenas tardes, soy Marcelo Bielsa. Yo a los amigos los apoyo siempre y, por lo que le acaba de ocurrir, es que no asistiré a la charla'. Me deja valores de cómo ser correcto en la vida, con humildad y franqueza”.

“Es un enamorado de Chile”

El inicio de Bielsa en el Leeds ha sido extraordinario, más allá de que ya sufrió su primera derrota. Sigue líder de la segunda división. “Hablamos muy seguido, por lo general antes y después de los partidos. Hasta ahora no hemos fallado. Lo hacemos por WhatsApp, ya sea por llamado, texto o audios. Me dice asesor. Despierto a las 2 de la mañana y le mando un mensaje para desearle suerte en un partido, le digo que vamos a rezar por él. Él me agradece muy afectuosamente mis palabras, me dice que lo impulsan y motivan”.

En estas conversaciones, la situación del país nunca falta. “Siempre pregunta, es un enamorado de Chile. Le gustó mucho la manera de vivir, la montaña, el teatro y hasta la policía. La disciplina que tienen. Iba a poblaciones y regalaba discos a los presos de las cárceles”.

Pese a esta simpatía, Aravena ve difícil que vuelva a dirigir acá. “Él se da cuenta de que está todo igual. Los mismos que lo echaron están dirigiendo el fútbol chileno. Pero si llegara a comprarse algo, se iría a Ñuñoa. Le gustaba mucho ese barrio. Los fines de semana salíamos en el auto a recorrer la comuna, le gustaban también las casas de Peñalolén”.

En este punto, hace una confidencia: “Marcelo me llevaba siempre a las conferencias de prensa y una vez le pregunté si me dejaba hablarles a los periodistas para pedirles que no le dijeran Loco. ‘Usted no es una persona loca', le decía. Él me dijo que no me preocupara. ‘No me molesta que me digan el Loco, si en todos lados me llaman así'. Él tiene su estilo. Se lleva bien con los jugadores. A veces echa su talla incluso. Lo que siempre me dijo es que para que un entrenador triunfe, no debe ser amigo de su cuerpo técnico, porque ellos son sus trabajadores y debe haber una relación de respeto. A veces, paraba el entrenamiento y retaba a Bonini o a Berizzo”.

Sobre el futuro del entrenador, también han conversado. “La última vez dijo que tenía la idea de trabajar la parte técnica, pero detrás del equipo, no en la banca. Organizar todo, pero desde otro sitio. Yo creo que así terminará”.

CLAUDIO CORTES

Aravena acompañando a Bielsa hacia su última rueda de prensa como DT de la Roja el 2011.

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