A mí no me prestaban atención. Ese trato súper injusto hacia la mujer fue una de las cosas que más me frustró en India”. Marcela Santibáñez

Con una señora en San Rosendo

El cuaderno de viaje de Nicolás Molina y Marcela Santibáñez marcó, en marzo de 2015, que India sería el siguiente destino.

Frente a ellos se extendió entonces un bello país que merecía ser filmado por quienes se casaron el año pasado, tras conocerse hace diez años en Comunicación Audiovisual en la Universidad Católica.

A aquel marzo se sumó abril. Dos meses de rodaje que dieron como resultado 200 horas en torno al río Ganges y su nacimiento en el Himalaya que —tras seleccionar el material— configuran uno de los brazos de “Flow”, el documental que ganó este fin de semana como Mejor Película de la Competencia de Cine Chileno de Sanfic, organizado por CorpArtes. Ahora bien, ¿por qué dos chilenos están haciendo una película sobre la India?

El otro brazo de la cinta que estará en cines desde el 28 de marzo fue el río Biobío. Allí grabaron en mayo de 2016, después de solucionar algunos sinsabores de India. Fundamentalmente, tres.

Primero debían superar la indigestión que los afectó durante abril —con Molina de cumpleaños— producto del consumo de agua. “Todos los días con fiebre y problemas estomacales. Pero no podíamos posponer. Nico bajó como 8 kilos, yo 5. Pero súper estrictos, no podíamos terminar la jornada sin grabar dos tarjetas. Es algo bastante natural porque el agua, irónicamente se considera muy sagrada, pero está muy muy contaminada”, rememora Santibáñez, aludiendo a que en el viaje fueron más allá del turismo clásico. Sin ir más lejos, capturaron Kanpur, donde una fábrica de cuero es altamente nociva para el ecosistema.

Segundo, un problema eléctrico: tras diez días de viaje hasta Mukhawa —donde se hospedaron, una aldea muy próxima al Himalaya—, tenían una hora de energía al día para cargar las baterías de una cámara pequeña, de una grabadora de sonido y descargar el material.

El primer día la cámara se les cayó al mismo Ganges.

Y tercero, el machismo del país. “A mí no me prestaban atención nunca. Ese trato súper injusto hacia la mujer fue una de las cosas que más me frustró en la India. En la película se nota eso. Los hombres decían que los filmáramos, pero era difícil con ellas, tenía que ser en lugares como el hogar, en espacios de intimidad, porque en el exterior el hombre las pasaba a llevar”, recuerda Santibáñez quien cursó el Master in Fine Arts in Film Producing de UCLA y trabaja en el próximo proyecto de Maite Alberdi (“La once”).

Marcela es la productora de “Flow”, mientras que Molina es el director.

“Lo de la India le dio una estructura a las horas que grabamos en Chile. Más que ir haciendo paralelos entre un lugar y otro, es un viaje más libre. Queríamos que se sienta como un solo espacio”, agrega él desde Estados Unidos, pues está grabando su próxima película: “Idahoe”, sobre un gaucho de la Región de Aysén que lo contratan en EE.UU.

“Era un mundo que creía que no existía”

“Flow” —cuyo nombre alude al fluir— muestra que las diferencias entre Chile e India se hacen mínimas cuando se trata de entornos naturales: la alimentación, por ejemplo. Pero se acentúan a medida que se inmiscuye la civilización.

Registra imágenes de una fiesta en Chile, donde el coqueteo impera todo el tiempo; y una en Mukhawa, donde las mujeres están retraídas y vigiladas.

“Es más bien una película de comportamiento humano, de civilización versus naturaleza”, continúa Molina sobre la propuesta que en Chile tuvo como uno de los lugares de grabación la Reserva Nacional Ralco Lepoy. “Yo me maravillé mucho más con lo que había en la Octava Región que en el Himalaya. Accedimos a bosques de araucarias y a pehuenches que aparecían en la mitad de la nada. Era como un mundo que, siendo chileno, yo creía que no existía”.

El director en Kampur (arriba) y dos niños que se embarran y hacen un show en Ganga Sagar para pedir luego monedas (abajo).

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