Los enunciados formales del Art Déco se pueden identificar en la ciudad de Santiago en barrios que sufrían una enérgica trasformación con las aspiraciones modernistas del Estado en las primeras décadas del siglo XX. En efecto, dichas matrices estéticas se irradian no solo obedeciendo a iniciativas privadas, sino a afanes estatales para estar dialogando con un tiempo de cambios y fuertes demandas sociales.

Se puede entender el accionar del Art Déco como un estilo de extensiones y contornos difusos, así como de diálogos históricos con la sociedad y la cultura de masas de su tiempo: carteles, grafismo, dibujo, publicidad, fotografía, arquitectura, pintura, escultura, así como también la moda, la danza y hasta el teatro.

El estilo Art Déco reseña para la sociedad chilena y en particular la santiaguina una “modernidad tardía”, por una racionalidad desplegada y expandida en los sectores tradicionales y en particular en los renovados de la ciudad. El orden fue concebido bajo dos conceptos fundamentales que —desde la historia del arte— hace que este estilo presente algunas controversias: lo bello debía ensamblarse con lo útil vía sistema reticular geométrico frontal.

Estas matrices estéticas se verán plasmadas no solo en lugares de cierta fantasía decorativa como cines, hipódromos, piscinas, juzgados, etc., también pasará al espacio doméstico de sectores más periféricos como los investigados en el sector norte de Santiago. Este estilo, dará paso al enclave abstracto del orden.

Además, es un estilo de emancipación política, de una clase emergente y dinámica que, establecida en el aparataje público y en profesiones liberales; busca la transversalidad y la democratización, situación que hace entendible su localización en lugares heterogéneos y disímiles de Santiago.

El Art Déco, se verificó como plataforma desde la Exposition Internationale des Arts Décoratifs Modernes de París en 1925. Para el caso particular de Chile, esta tendencia expresada en características formales comunes a la arquitectura, la gráfica, la escultura, la pintura y los objetos, se exteriorizó a partir de una geometrización formal como resultado de dos influencias muy marcadas: la llegada de los lenguajes de la vanguardia y artes decorativas europeas, y el afán nacionalista que levantó como referente a la iconografía de los pueblos prehispánicos del territorio chileno.

Relativo a su génesis, el Art Déco presenta substratos de la mayoría de los estilos decorativos de las primeras décadas del siglo XX. La influencia alemana se verificaba mediante uno de los nombres recibido por esta tendencia para el caso de la arquitectura: “Paralelismo”, en referencia a la arquitectura que buscaba regularidad vertical en sus fachadas. Este paralelismo era fruto de la geometrización de los lenguajes visuales comenzada en el trabajo de la Werkbund y consagrado ya de un modo consistente en los planteamientos de la Bauhaus fundada en 1919 señalaban, sin duda, que esta escuela realiza la gran acción de constituir un paradigma mundial de la racionalización en arquitectura y diseño.

Matrices arquitectónicas en la readecuación santiaguina

En arquitectura, el estilo Art Déco hace su arribo al país en el marco del fenómeno denominado “Arquitecturas Paralelas”, lo que significó que coexistiera espacial y temporalmente con otros vocabularios formales, como fueron el “Revival Pintoresquista”, así también como un “tardío Art Nouveau” y con obras nacidas al amparo de la “Restauración Nacionalista”, corriente de corte revisionista que buscaba valorar lo regionalista e indigenista.

En este enunciado de mezclas y de categorizaciones diversas, no obstante, el Art Déco fue generando espacios de trasparencia geométrica y autentificando su espacialidad propia, entendiendo que para esta época la arquitectura aún era concebida como esencialmente problemática de estilos. Ello significó que entre las décadas del 20 y del 30 del siglo pasado, los arquitectos podían recurrir libremente y sin mayores cuestionamientos a cualquiera de estos lenguajes formales preconcebidos.

De allí que los primeros edificios en alturas de uso residencial del país fueran realizados en estilo Art Déco y un ejemplo de ello es el emblemático edificio de rentas de Calle Merced N° 84, realizado por Luciano Kulczewski en 1928.

También reconoceremos la influencia del Art Déco de impronta norteamericana que se hará sentir más tardíamente, tal cual lo explicitarán en su momento los propios autores en los edificios de la calle Ahumada 25.

Si desde las raíces fundacionales, el Art Déco incorporó el decorativismo extraído de otras culturas (india, azteca, egipcia, extremo-oriental, etc.), no es de extrañar que la corriente indigenista que formaba parte de la “Restauración Nacionalista”, se convirtiera en parte del repertorio formal, del cual este estilo haría uso.

La condición basada en la abstracción geométrica de la decoración del arte indígena, parecía adaptarse muy bien al concepto decorativista ‘moderno' propuesto por el Art Déco, como bien lo expresan algunos de los edificios públicos levantados por Ricardo González Cortés.

Este aspecto se constituirá en una impronta de reapropiación del estilo, pues las grecas y símbolos precolombinos y mapuches en particular, ordenan el reticulado del diseño de ventanas y puertas, así como remates, pero al mismo tiempo por su valor de esferas de representación de creencias ancestrales y religiosas indican un momento destacado de mestizaje e hibridismo cultural: la década del 30 y la década del 40.

El Art Déco en la gráfica publicitaria en Chile

Este estilo abarcó un amplio abanico de especialidades del arte y la artesanía, tanto en las artes decorativas como arquitectura, diseño interior, diseño gráfico e industrial, así como la moda, pintura, grabado, escultura, y cinematografía, siendo una de sus características la profusión ornamental, el uso de materiales nobles y el frecuente recurso a motivos geométricos y vegetales.

El Art Déco ante todo buscó la decoración por encima de la funcionalidad, oponiéndose al nuevo diseño que marcaría toda la modernidad de esta disciplina y, curiosamente, casi en paralelo a los mismos años, surgía la famosa escuela de la Bauhaus en la ciudad de Weimar (1919-1933) que profesaba lo contrario: la funcionalidad sobre lo decorativo.

Para poder identificar los productos del Art Déco en la gráfica o lo que se llamaba en esos años de las primeras décadas del siglo XX, el arte gráfico, antes que nada, hay que detenerse en cuales son aquellos rasgos que identifican este estilo. Así, después entrar a revisar sus influencias en Chile.

Se utiliza las innovaciones de los tiempos para sus formas: líneas aerodinámicas, producto de la aviación moderna, la huella de la iluminación eléctrica, y las esferas de influencias de las ondas de radio.

Todo lo anterior, implicó una acción determinante de representaciones y abstracciones que se vislumbraban en la naturaleza como rayos luminosos y radiantes, como se puede apreciar en el famoso afiche del filme Metrópolis (1927), además de fluidos acuáticos, nubes ondulantes, entre otros, así como la representación a cierta fauna y sus cualidades como la velocidad, usando representaciones de gacelas, galgos, panteras, palomas y garzas.

Otros elementos muy utilizados fueron las matrices fitomorfas que nos hablaban de su diálogo con el Art Nouveau a partir de flores, cactus, palmeras, esta vez su organicidad fue representada por elementos geométricos. Otro aspecto, la utilización de nuevos materiales con exploración de productos pulidos, brillosos, industriales: la baquelita, el cromo, la utilización de maderas nobles; el ébano y el palisandro, y para el vestuario, pieles naturales de zapa, de tiburón y el carey.

Por otra parte, desde el horizonte diagramático se buscan fórmulas renovadas desde culturas “exóticas” que originen nuevos motivos, entre ellas la azteca, maya, inca o inspirados en objetos descubiertos por los arqueólogos: Egipto, Mesopotamia, vikingos, pueblos africanos o indígenas latinoamericanos. Así, predominaron formas rectilíneas y geométricas, y uno de los rasgos distintivos más reconocidos: la línea en zigzag. En el uso de tipografía, la negrita (bold), sans-serif o palo seco, y en línea recta en oposición a las curvas y sinuosidades del Art Nouveau.

Ahora bien, en Chile en el mismo periodo que se inicia y termina el Art Déco se vivió una de las etapas de la historia política y social más complejas. Las razones denotaban una crisis social, política y económica. Justamente se desmoronaba el principal producto de exportación que tenía el país como lo fue el salitre, por otro lado, entró en crisis el modelo político parlamentarista y emerge la clase obrera, como un ente activo en la defensa de sus derechos.

Dentro de este contexto se podría sugerir que el Art Déco en Chile se instaló plenamente dentro de las industrias culturales: en particular en los medios gráficos. Ahora bien, las razones pueden ser variadas, sin embargo, la que podría tener más asidero fue el empuje a partir de la creación de la Escuela de Artes Aplicadas que formaría parte de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile creada en diciembre de 1931.

Las razones esgrimidas obedecen al entusiasmo de uno de los fundadores de la Escuela de Artes Aplicadas. En efecto, la presencia y liderazgo de Carlos Isamitt es fundamental. Isamitt fue un destacado humanista, músico y pintor, además de profesor de dicha universidad y escuela; al cual le fue comisionado por el gobierno conocer modelos de “escuelas de oficios” y a su regreso fundar una con las nuevas perspectivas adquiridas. Por su parte, en la EAA se apreciaba entre los ejercicios de los estudiantes aquellas referencias a la síntesis de la forma: la línea recta y en algunos casos en zigzag. Sin duda que estas propuestas plásticas caracterizaban el lenguaje del Art Déco.

Tampoco podemos olvidar la influencia de la cultura francesa que tenía la oligarquía chilena y que se expresaba en la impronta tanto en la arquitectura neoclásica afrancesada y después con la irrupción del Art Nouveau.

Dicho sello de preponderancia francesa volvió a profundizarse, tras el episodio ocurrido en la Escuela de Bellas Artes con el cierre de la entidad por conflictos internos que en ella existían. De tal modo que el ministro Pablo Ramírez, una vez cerrada la escuela en el año 1929, enviaría a 26 estudiantes a perfeccionarse en algún oficio a Europa. Estos hechos implicarán que de regreso estos artistas extienden dichas influencias.

La década de los 30, fue un periodo donde se retomaron las ideas nacionalistas y se miraría con ojos críticos el contexto local. De un modo directo, este exotismo a la chilena se manifestaba direccionalmente y se ejemplificaba en los muebles diseñados por el arquitecto Alfredo Cruz P., para el pabellón chileno en la Exposición de Sevilla de 1929 donde las sillas de madera tenían grecas inspiradas en motivos mapuches.

Estos aspectos estilísticos son retomados, en algún modo, dado el fenómeno económico padecido bajo el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, donde de un modo trasversal la concepción nacionalista de la dictadura del general Ibáñez, amparada en la promesa de protección del bienestar de Chile, “intentó impulsar el adelanto material del país a través del fomento de la industria y la propaganda, el otorgamiento de patentes de invención y modelos industriales y el registro de marcas comerciales”.

En este afán de establecer alianzas corporativas con la industria nacional, surgiría el eslogan “compre productos chilenos” en respuesta a la gran gama de artículos y productos que provenían del extranjero y a la alicaída industria nacional.

Finalmente, de esta vorágine de fuerzas políticas y estéticas, nos cabe la pregunta por el espectador y ciudadano: ¿cuándo logra emanciparse con el Art Déco? Parafraseando a Rancière “cuando observa, selecciona, compara, interpreta”; en este sentido, el Art Déco permite dos acciones de la mirada moderna. La primera que el ciudadano mira hacia arriba por los rascacielos y luego mira hacia los detalles por los trazos decorativos.

Es un doble ejercicio emancipatorio: la mirada elevada y luego la mirada de plano detalle. Fue la enunciación de una modernidad inclusiva. Las figuras políticas de Alessandri y de Ibáñez, son ejes de un asentamiento del estilo desde el aparato público, he ahí la importancia de la dispersión de las matrices del Art Déco en barrios nuevos, colegios, edificios, hospitales, servicios públicos, escuelas, juzgados, piscinas, etc. Un detalle cultural propio de su asimilación chilena es la presencia de las grecas y diseños con referencias indígenas y mapuches que otorgan una reapropiación nacional al estilo.

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