Sufrí, al igual que muchos escolares, de la estigmatización asociada a no ser parte del promedio”.

Nieta de los fundadores de Falabella, amante del montañismo, el ciclismo y el yoga, Francisca Cortés Solari (50) colecciona objetos que simbolizan causas. Uno de ellos: un collar con una cola de ballena de plata que representa uno de los focos de investigación de la Fundación Meri, creada en 2014 y que ella dirige, cuya bandera es la conservación de ecosistemas marítimos y terrestres, como el legado de la Patagonia Norte. “Me encanta dormir con el sonido del mar y sumergirme en sus aguas”, dice.

Esta fundación, que también lidera programas de educación ambiental en Chiloé protegiendo la ballena azul, durante cinco años acumuló investigaciones científicas y material exclusivo que quiso mostrar para concientizar el valor patrimonial del ecosistema del Golfo de Corcovado. Así nació la exposición “Ballenas, voces del Mar de Chile”, en el Centro Cultural La Moneda, con 200 piezas de exhibición marítima. “Esto debía ser compartido para crear conciencia y volver la mirada al océano y revalorizarlo”, dice.

La filantropía de la familia Cortés Solari está enfocada en educación, conservación, ciencia y patrimonio cultural. Con estas líneas de acción, además de Meri, Francisca preside las fundaciones Caserta (programas de educación integral para escolares), Tata Mallku (promueve la memoria ancestral de pueblos originarios). “Construir un proyecto filantrópico con tres fundaciones sectoriales y una red de parques es el legado que se decidió constituir en señal de retribución”, recalca.

En conservación cuentan con el parque educativo Likandes (San José de Maipo), el parque cultural Puri Beter (San Pedro de Atacama) y la reserva natural Melimoyu (Patagonia Norte).

—Gestionar un proyecto filantrópico de esta envergadura requiere una alta responsabilidad.

—En estos 15 años he superado muchos obstáculos para llegar a este punto. Creo ser una mujer decidida y no me doy por vencida cuando creo en una causa. Me gustan los desafíos, ser rigurosa y perseverante. También estoy preocupada de crear un clima de confianza en mis equipos, pues es el capital más importante de este proyecto filantrópico.

En 2003, apoyada por su madre, Teresa Solari Falabella, y sus tías María Luisa y Liliana, Francisca creó la fundación Conserta (nombre del pueblo de sus antepasados en Italia). Diez años después propuso comprar Likandes, su primer parque educativo. Y como los programas que lideraba mostraban resultados positivos (más de 15 mil escolares se benefician anualmente de la metodología Caserta), los Cortés Solari expandieron su proyecto en parques y líneas de trabajo en ciencia y patrimonio cultural.

—¿Cómo prefiere que la identifiquen?, ¿como empresaria o filántropa?

—Como madre de tres hijos maravillosos. Pero lo relevante no es como quiero que me identifiquen, sino los valores que estimo esenciales promover para que trasciendan, como la sustentabilidad, perseverancia y el amor por Chile. En ese sentido, me identifico como filántropa y conservacionista.

—Cuando niña viajó a Tahití con su abuela materna, ¿eso fomentó su conexión con los pueblos originarios?

—Mi abuela Eliana era una mujer muy visionaria y viajera para su época. Se enamoró de Tahití y nos mostró este lugar que tanto amaba. Desde muy pequeña me presentó a los habitantes de la isla, amigos de pueblos originarios, amistades que aún conservo. Me invitó a querer una cultura muy diferente a la mía. De ahí viene mi interés por la espiritualidad de los pueblos originarios, por su cultura, ritos y lo mucho que tienen que enseñarnos.

—¿Cómo proyecta un plan de sucesión en filantropía para las próximas generaciones?

—Veo mucho interés en ellos respecto de la filantropía y nuestro deber es sensibilizarlos; para esto estamos preparando una agenda para los próximos cinco años. En ese sentido, prontamente contaremos con la Fundación Madre, que unirá las tres fundaciones y parques garantizando la cohesión del trabajo filantrópico. Tendrá un directorio que garantizará la participación de expertos y de miembros de la familia de segunda y tercera generación.

Ignacio Irarrázaval, director del Centro de Políticas Públicas de la UC, dijo en mayo a La Tercera que en Chile existe un complejo de mostrarse con un amplio patrimonio y ser generoso. ¿Por qué la filantropía podría generar sospechas?

—Nunca he leído un estudio serio sobre esas sospechas; pero sí puedo decir, porque es un tema al que hemos puesto mucha dedicación, que es imposible plantear el desarrollo de una filantropía sustentablemente, si no está acompañada de estudios de evaluación de impacto de sus acciones. Así como las políticas públicas incorporan esa variable en conjunto con universidades, es lógico que la filantropía también lo haga.

“Conocí el clásico catálogo de categorías escolares”

Tuvo un diagnóstico de dislexia en el colegio, ¿cómo lo vivió?

—Sufrí al igual que muchos escolares de la estigmatización asociada a no ser parte del promedio. Conocí el clásico catálogo de categorías escolares, que en vez de promover la autoestima, lo vuelven todo más difícil. Soy rebelde y aguanté firme, hasta que mi formación me mostró que el mundo es muchísimo más amplio que las categorías que algunos colegios imponen.

—¿Se sintió diferente?

–Sí, pero a la vez aprendí nuevos caminos de aprendizaje. Mi historia me permite entender hoy a niños que sufren esa estigmatización, para desde ahí ayudarlos y fomentar una educación integral que supere una visión reducida de la malla curricular.

–Ese diagnóstico la llevó a estudiar diseño de vestuario y no psicología, como soñaba.

–Como tenía dislexia me fomentaron los ramos artísticos, porque tenía facilidades para el arte. La psicología tuvo relación con mis intereses de adulta. Estuve varios años estudiando coaching ontológico, psicología transpersonal y bioenergética.

–¿Qué valor le asigna hoy al dinero?

–En algún momento pudo haber sido un tema, pero con el tiempo entendí que tenía la responsabilidad de ponerlo, de alguna forma, al servicio de causas necesarias en mi país. Hoy es una herramienta para dejar un legado; me siento una afortunada de poder hacerlo.

CLAUDIO CORTES

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