La vida de Felipe Izquierdo está llena de absurdos. Así lo afirma el propio actor, quien usa esa mirada que tiene de la vida para crear obras y películas que hacen reír al público. Ese humor, lleno de contradicciones, lo aprendió de muchos colegas y también de su padre, quien, según cuenta Izquierdo, lo despertaba bailando tap.

Siempre se ha rodeado de personas que lo hacen reír, como su amigo, el actor Fernando Larraín, con quien realiza la obra “Todos tenemos la misma mujer”. Con Andrés Rillón, “Don Pío”, quien fuera considerado el rey del humor absurdo, también logró formar una amistad más allá de la actuación. Pero, cuando no está haciendo reír, le gusta salir a caminar con uno de sus hijos, que tiene hipoacusia, porque tiene una mirada distinta de ver la vida.

Además de la obra junto a Larraín, el comediante está explorando en el formato stand up y realizando la película “Hecho bolsa” que espera estrenar en 2019.

—¿Qué es lo que te llama la atención del absurdo?

—El absurdo es una manera de ver la contradicción. Siempre hay contradicción. Pero no todo el mundo la ve. Yo tuve muchas conversaciones grabadas con Andrés Rillón, diez años antes de que muriera. Le propuse hacer de sicólogo de él, y le pareció fantástico. Y me plantea muchas cosas, entre las cuáles, define el absurdo entre lo posible y lo improbable. Es posible que lo eligieran para una misión a Marte, pero poco probable.

—¿Qué es lo más absurdo que te ha pasado a ti?

—Estoy lleno de absurdos. Yo tuve clases de inglés con Carlos Menem, por ejemplo. Yo era muy básico en inglés, entonces empecé con el verbo “to be”. Y Menem me preguntó si podía incorporarse al curso y le dije que sí. Fuimos con la profesora a la casa de Menem y nos hizo la clase. Ahí estábamos repitiendo al unísono “I am”, “You are”, “She is” y en algún momento miré de reojo a quien fuera dos veces Presidente de Argentina. Yo le conté esto a Jaime Celedón y me dijo que nadie me iba a creer. Pero eso pasó.

—¿El hecho de que te pasen cosas absurdas, puede ser también una actitud de ver la vida?

—Claro. Por ejemplo, te cuento un absurdo: mi papá tenía alzhéimer y un día lo veo caminando por la calle. Entonces lo subo al auto, y lo llevo a una reunión que tenía. Y después llamo a mi mamá para preguntarle por mi papá, y ella me dice “está en su pieza durmiendo”. “Raro, porque yo estoy con una persona igual a él, sentado en un café”, le dije.

—¿En qué momento empezaste a tener esta forma de ver la vida?

—Al principio yo no me creía este tema artístico. Siempre tuve la aspiración de tener contenido. Por eso estudié Literatura, Derecho, Teatro. Pero para mí fue clave conocer a Andrés Rillón. Creo que es la persona más culta que he conocido.

—¿En qué momento lo conociste?

—Lo conocí por el programa “Mediomundo”. Y después le perdí la pista y quería saber dónde estaba. Y fui a su departamento. Y al llegar, él estaba en una pieza oscura, un poco rendido. Y eso me llamó la atención y traté de sacarlo de la pieza. Y empezamos a tomar café, salir a comer, a conversar. Yo lo pasé muy bien con Andrés y descubrí que la comedia no es chacota, es en serio.

—¿Y cómo era la relación que tenían?

—De amigos. Compartimos mucho. Arrendé una limusina y lo paseé por todo Santiago. Jugábamos, porque la vida es un juego. Yo podría haber escogido que la vida es algo sumamente serio, y lo es, pero en mi vida estuve rodeado de humor, con el Mago Larraín, con mi papá, que bailaba y en las mañanas se levantaba y nos despertaba haciendo tap. Entonces vi gente alegre.

—Cuando no estás trabajando, ¿qué te gusta hacer en tu tiempo libre?

—Me gusta caminar con uno de mis hijos. Con todos, pero hay uno en particular que me gusta, porque tiene hipoacusia, que es sordera, pero ocupa equipos y habla. Y tiene una manera de ver la realidad. Me acuerdo cuando tenía seis años, me dijo “Papá, vamos los pies caminando”. Entonces le dije “Vamos con los pies caminando”. Y nos fuimos con los pies caminando por Santiago.

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