Si antes (década de

los 80) tenía 300 clientes

de todo el país,

ahora tendré 25”.

Alicia Hidalgo,

dueña de Filatelia Numismática.

El primer sello chileno tenía el busto de Cristóbal Colón.

La Filatelia Clásica.

Alicia Hidalgo heredó de su marido la tienda y el hobby.

CLaudio cortes

La reja metálica cerrada tras la vitrina y un letrero que dice Se Arrienda, evidenció el final de la Filatelia Clásica, la tienda de venta de sellos postales, monedas y platería, que por 25 años funcionó en Pedro de Valdivia 51. Su dueño, Francisco Salinas, optó por la venta de antigüedades.

“Eso es más rentable que la filatelia”, dice Rosa Lara, quien conoce a Salinas y es la dueña de “El penique negro”, un comercio del mismo rubro ubicado en el pasaje Agustín Edwards en Santiago Centro.

Su tienda —herencia de su marido, Sergio Heise Fuenzalida (fallecido en 2009)— es la más antigua de la capital, con 62 años. En agosto de 2014, Rosa contaba a “La Segunda” que “me gustaría tener más clientes”, develando el ya decaído futuro del comercio formal de estampillas que, por la irrupción del teléfono, fax, e-mail y mensajes de WhatsApp, se ha circunscrito al mundo de los coleccionistas.

“A mí, con que me compren un sello de $100, me doy por pagada”, dice hoy resignada por la poca rentabilidad del negocio. Porque hay días en que no entra ningún cliente; otros, personas aparecen para ofrecerle billetes o estampillas. Pero ella no compra. La idea es vender.

“Internet ha liquidado las actividades clásicas”

Hace 20 años había más de una docena, pero tras el cierre de la Filatelia Clásica solo quedan tres tiendas en la capital: “El penique negro”, la “Filatelia Numismática” y “Filatelia”. Las dos últimas están en el centro comercial Dos Providencias. Ninguno de los dueños tiene asegurado el funcionamiento futuro de las tiendas. Pero todos coinciden con el diagnóstico de Rosa Lara y hablan de las causas.

Alicia Hidalgo, cuyo marido Mario Sandoval (fallecido en 2006) abrió su primera tienda hace 57 años en Huérfanos pero se trasladó a Providencia en 1979, dice que las generaciones millennials no están interesadas en esta actividad y que el público se renueva poco: “Los niños tienen tantas entretenciones que esto es un aburrimiento para ellos. Si antes (en los 80) tenía 300 clientes de todo el país, ahora tendré 25. Es que internet ha liquidado las actividades clásicas”.

Con internet hay acceso directo a sellos de las más lejana latitudes, además, la oferta es mayor a la demanda, lo que hace bajar los precios. Sólo las denominadas “rarezas filatélicas” tienen un valor único que sigue creciendo.

En Chile, una de esas rarezas es “el centro invertido”, estampilla que se emitió para el centenario y que tenía la imagen al revés. Se suponía que había solo un sello con ese defecto, el que fue encontrado en 1955 y vendido a un coleccionista —cuenta Lara— por unos $25 millones, pero en 2017 apareció otro que se subastó en E-bay con una oferta mínima de 17 Euros ($12.600). Lo compró otro coleccionista por un precio mayor (no informado).

Patricio Canessa, presidente de la Sociedad Filatélica de Chile (fundada hace 129 años), relata que hoy “los socios hacen trueques y se intercambian sellos dependiendo del valor del catálogo internacional. Te cambian un sello más caro por otros cinco”.

Carta a Constantinopla

Pero Canessa es optimista en que el hobby pase a las nuevas generaciones porque, dice, los países se han reinventado y “se dieron cuenta de que era una excelente forma de dar a conocer el quehacer de sus países, las efemérides y, al mismo tiempo, atraer turistas”.

Cristián Mouat, cuya tienda “Filatelia” cumplirá 20 años el próximo año, es escéptico porque dice que hay “mucha emisión especulativa” y más negocio que hobby.

Explica que el mercado chino ha tomado auge desde los 90, sobre todo las piezas del período de pre y posrevolución (1949): “En China el interés filatélico es motivado por razones comerciales, no es un interés genuino sino pensar en cuánto voy a ganar con esto. Es alguien que piensa como si fuera una compra de acciones en la bolsa”.

Mouat es coleccionista de sellos nacionales y de correspondencia chilena previa a 1900. Y uno de sus tesoros es una carta que se envió en la época de la Guerra del Pacífico (1881) desde Chile hacia Constantinopla (Estambul). “Pero la gracia es que Constantinopla, a pesar de que estaba dominada por los turcos, tenía enclaves de todas las potencias. Y esta carta está con un matasello francés de Constantinopla. Eso la hace especial”.

Añade que esta “experiencia filatélica, que es agarrar un sello, estudiarlo, ponerlo en un álbum, es cada vez más escasa y no coincide con las prácticas tecnológicas de las nuevas generaciones”.

Pero Canessa apuesta a que esto último depende de la “difusión, de mostrar la historia detrás de cada pieza”.

LEER MÁS