Aunque abandonó la Corte Suprema el pasado 25 de junio porque cumplió 75 años, la impronta del ministro Milton Juica todavía se siente en el tribunal. Ayer y mientras sobre los actuales ministros de la Sala Penal se planea una posible una acusación constitucional por siete fallos que liberaron a militares (r) condenados por violaciones de derechos humanos, se dio a conocer una nueva condena por delitos de lesa humanidad, que perpetraron 22 agentes de la DINA en octubre de 1974.

Redactado por Juica, el fallo no sólo vuelve a imponer una condena a Miguel Krasnoff Martchenko y Pedro Espinoza Bravo, esta vez 15 años de presidio, sino que suma a una mujer, Rosa Humilde Ramos, quien fue pareja de Ricardo Lawrence, otro ex agente de la DINA, hoy prófugo. Ella recibió una sentencia de 10 años por la desaparición de María Cristina López Stewart, una estudiante de historia de 21 años y militante del MIR, apresada en septiembre de 1974 y llevada al cuartel de José Domingo Cañas, en Ñuñoa.

Es la segunda vez que la Suprema condena a una agente de los servicios de seguridad. La primera sentencia fue en marzo de 2017. Ema Ceballos Núñez, alias la «Flaca Cecilia», recibió 10 años y un día porque con otros 31 agentes de la CNI actuó en el secuestro de cinco frentistas que luego fueron arrojados al mar, en septiembre de 1987. Era empleada civil de la Armada y se retiró en 1994 con el grado de sargento segundo. En algún momento se creyó que había huido a Dinamarca.

El caso de Rosa Humilde Ramos Hernández es distinto. Ella perteneció a la Brigada Caupolicán y dentro de ella al equipo Aguila 1, que comandaba Ricardo Lawrence, alias «Cachete Grande».

Según contó a The Clinic en mayo de 2017 la periodista Nancy Guzmán —autora del libro «Romo: confesiones de un torturador» y quien se ha concentrado en investigar las mujeres de la DINA y la CNI— Ramos Hernández pertenecía a un grupo de mujeres que fue entrenado por Ingrid Olderock, una mayor de Carabineros que también formó parte de la DINA y que falleció en 2001 en Ñuñoa.

En esa misma entrevista, Guzmán describía que la mujer ahora condenada “era un monstruo, violenta, brutal, procaz, era lo peor de lo peor. Trabajó en la CNI y tuvo una hija con Ricardo Lawrence Mires. Los dos más perversos de la DINA. Ella goza con la tortura, con las detenciones. Hasta la Ingrid Olderock la encontraba perversa”.

Dijo que era dactilógrafa

Esta versión se contrapone con la que Ramos Hernández presentó ante la justicia, según aparece en un recurso interpuesto en este mismo caso luego de que la Corte de Apelaciones de Santiago ratificara la sanción de primera instancia.

En ese documento, ella dice que ingresó en 1974 al Ejército con el grado de sargento y que hasta mediados de noviembre de ese mismo año estuvo en el cuartel central de la DINA en la calle Belgrado (actual José Carrasco), a cuadras de Plaza Italia.

“Si la han nombrado”, sigue la declaración, “presume que es porque por razones sentimentales se le veía en compañía del capitán Ricardo Lawrence, que era funcionario de Carabineros”.

Luego del cuartel Belgrado, la mujer relató que pasó a trabajar a Villa Grimaldi, afirma, a las órdenes de Marcelo Moren, ejerciendo labores de dactilógrafa. Sostiene, por ello, que en esa época no participaba en los grupos operativos y no formaba parte de Aguila 1. Añadió que su nombre operativo era “Rosa o Rosita”.

Eso sí, agregó, que también en 1974 la mandaron a un “curso de capacitación” a Rocas de Santo Domingo, del que volvió en abril o mayo de ese mismo año. El curso lo realizó con otras quince mujeres, que pertenecían al Ejército. También pasaron por la Escuela de Suboficiales, en aquella época ubicada en Rinconada de Maipú. Su jefe directo era César Manríquez Bravo. Este último también aparece condenado por el fallo de la Sala Penal de la Corte a quince años y un día de presidio.

La parte de la preparación coincide con el relato de la periodista Nancy Guzmán en «The Clinic», aunque tiene matices. Según dice ella, Ingrid Olderock seleccionó al grupo de mujeres entre personas que habían sido auxiliares de la Cruz Roja, “que fueron a un curso en el Ejército antes del golpe, y de una lista de quienes habían postulado a la Escuela de Carabineros y habían sido rechazadas (…) El 2 de enero de 1974 las llevan a Rocas de Santo Domingo, a un entrenamiento de tres meses en todas las técnicas antisubversivas: tiro, uso de ametralladora, armas cortas (…) les enseñan a ser choferes de seguimiento y todas las técnicas de una guerra contra la insurgencia”.

Rosa Humilde Ramos Hernández.

Pedro Espinoza Bravo.

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