Reencontrarse con quien fue su acosador, no estaba en los planes Daniella Cicardini;

había dejado atrás el episodio que vivió cuando era

adolescente. Pero así sucedió cuando ya había sido elegida en su primer periodo como diputada PS por Atacama.

“Mi colegio (San Lorenzo de Copiapó) quedaba súper cerca de la casa, por lo que me iba caminando. A la hora que salía de clases, justo llegaba la camioneta que repartía el pan al almacén de la esquina. Había un hombre joven, como de 27 años; yo tenía 15. Cuando pasaba por ahí me gritaba ‘huachita rica', me decía cosas por la falda y que le gustaban las escolares. Empecé a irme por la vereda del frente o tomaba el camino largo”, recuerda. La situación se repetía cada vez que él la veía. “Llegó un punto que no aguanté más y le dije: soy menor de edad, respétame. Fue sólo una vez que me atreví y llegué llorando a mi casa. Le dije a mi mamá que nunca más quería irme caminando sola”, continúa.

Más de 10 años después, la bióloga marina de la Universidad Católica del Norte volvió a ver a su acosador y fue en una actividad política: él era dirigente de una agrupación, tocaba tambores. Cuando lo reconoció, la diputada entonces de 26 años lo encaró: “Tú me marcaste la vida”. Ante el silencio del hombre, ella le insistió: “Me acuerdo perfectamente de ti, cuando repartías el pan”.

No obtuvo respuestas; menos disculpas. Hoy a sus 30 años dice que lo que pudo expresar fue como un acto de justicia y de liberación. “Se quedó callado. Se tiene que haber acordado y haber hecho nexos. Me desquité, se lo dije en la cara”.

Machismo en la Cámara

Daniella hablaba precisamente del acoso callejero hace dos años en el hemiciclo, cuando fue objeto de un recordado lapsus de parte de quien entonces era el presidente de la Cámara, el PPD Marco Antonio Núñez. Cuando la legisladora terminaba su intervención en la Sala, el parlamentario prendió el micrófono y expresó: “Gracias diputada Ricardini”.

—Me dio vergüenza, me puse roja. Sólo atiné a decirle “presidente, se merece una multa”. Fuera de la Sala, después él me dijo “me traspapelé, porque hay otros diputados que también te dicen así”. Entonces me di cuenta de que eso estaba normalizado, no había sido algo puntual.

—Es decir que te saludaban de una manera, pero a tu espalda había parlamentarios que eran distintos contigo.

—Es preocupante que el respeto sea de la boca para afuera y que no podamos cambiar las conductas. Incluso en confianza, en grupos cerrados con tus amigos. En algunos hombres el respeto es sólo un discurso, decir algo que suena bonito no sirve. Es parecido a lo que ocurre con los chats donde sólo hay hombres, que se mandan un montón de imágenes con minas con poca ropa, eso es seguir generando que la mujer sea un objeto, es no entender nada. Debe haber coherencia entre lo que haces y lo que le dices: que respetas a las mujeres y que eres parte de quienes quieren buscar la igualdad.

Ese día, muchísimo antes que el movimiento #MeToo, Cicardini tuvo un apoyo generalizado de sus pares diputadas y senadoras, en redes sociales y en los medios de comunicación. “Que me apodaran Ricardini fue el primer incidente, que me pasó a mí en política, que hablaba mucho de la discriminación, del acoso impune. Del tema que andamos buscando: el fin de la cultura machista. Además ocurrió en el Congreso y eso generó más reacciones, porque queda en evidencia que puede pasar en cualquier rincón del país”.

Daniella afirma que en la práctica “es parte del diario vivir que te falten el respeto y te pasen a llevar. A lo mejor alguien dirá que es un piropo, pero sólo el hecho de que una se sienta invadida, incómoda, ya es acoso. ¿Por qué tengo que estar disponible a que una persona opine de cómo yo ande vestida, peinada o pintada? Ni siquiera existe una cercanía de amistad que en tono de confianza o broma pueda decirme alguna cosa”.

—Actualmente, ¿en el Congreso se entiende realmente al feminismo o se cae en la caricatura para abrazar una causa conveniente?

—Caen en la caricatura. Hay iniciativas de diputadas que vienen desde hace años, de antiguos períodos, que buscan emparejar la cancha. Y cuando buscamos levantar esos proyectos o impulsar algunos nuevos en esa lógica, hay diputados que dicen: “Oye, pero para qué más, si ya tienen esto; ahora nosotros vamos a tener que pedir cuotas para los hombres”.

—¿Qué diputado dijo eso?

—No quiero personalizar. Pero, por ejemplo, en comisiones he opinado sobre un tema, luego pide la palabra un diputado que dice exactamente lo mismo que yo, y después todos dicen “de acuerdo a lo que dijo el diputado...”. Tiene mayor validez que lo diga un hombre que una mujer. Es difícil de comprender que aún no exista algo tan esencial y tan mínimo como el respeto. Es perverso y violento.

—De nuevo el feminismo en el discurso pero no en los hechos.

—Es que para el titular de una noticia, la foto, es súper conveniente ser feminista hoy. Pero en algunos sectores hay diferencias valóricas, matices y derechamente una oposición a que eso suceda.

“Tiro a la parrilla cosas que no sean cadáveres”

Antes de la política, del feminismo, del yoga, del fútbol, del vegetarianismo y de todo lo que hoy construye socialmente a Daniella Cicardini, había gallinas, chanchos, cabras y ovejas en el pueblo San Fernando de Copiapó.

—Me crié en la casa de mi abuelita Dominga, que falleció hace algunas semanas. Viví una infancia maravillosa, disfrutando de lo sencillo que te da la naturaleza. Levantarme en la mañana y comer huevos frescos es un privilegio. Cortar la alfalfa para alimentar a los animales es impagable. Jugar a lanzarse los damascos verdes era lo que más me gustaba y por lo que más me retaban. Me subía al árbol y se los tiraba a mis primos, entrenando mi puntería.

Explica que de ahí viene que sea “totalmente animalista”; ser vegetariana “es por un tema de conciencia del sufrimiento ajeno”. Así que hace nueve años que la diputada dejó de comer carne y ha tenido que adaptar las dinámicas cotidianas de una familia italiana aclanada, donde gustan de los asados.

—El asado convoca, es la chiva para juntarnos. Yo tiro a la parrilla otras cosas que no son cadáveres: pimentón relleno con huevo y la lámina de queso. El champiñón relleno con queso crema, papas y cebollas envueltas en papel aluminio al carbón... todos terminan comiéndose la comida de los vegetarianos en los asados.

A ella le gusta cocinar “de todo”, en especial para sus tres hermanos. Ella es la tercera de cuatro; un hombre es el menor.

“Los días domingos tratamos de juntarnos a almorzar y es parte del panorama que nos esforzamos hacer. Todavía me hago el tiempo. Uno de los costos asociados a este trabajo son los tiempos de familia, de pareja. Uno deja la vida personal en segundo plano, pero yo trato de evitarlo, aunque no es fácil”, reconoce.

Por ello, cada vez que puede, trata de coordinar a la familia, donde es la creadora de los grupos de WhatsApp, “la que sistemáticamente está hinchando para que nos juntemos”.

Pero no es nada fácil. Y lo grafica así: “Tengo dos vidas y trato de lidiar con eso. En Copiapó vivo con mi mamá; mi pareja vive en Santiago. Él es súper apañador y cuando yo estoy mucho en mi distrito, trata de viajar y acompañarme para que podamos tener una vida más o menos normal”.

La confianza con su pareja data de muchos años. “Nos conocimos cuando éramos pequeños, íbamos en el mismo colegio en Copiapó y éramos pololos en octavo básico. Luego él se vino a Santiago por razones familiares y siempre quedó una relación muy bonita, era un pololeo súper sano, inocente, honesto, de niños. Después, como nos quedamos con amigos en común, volvimos a estar juntos. Fue una relación que nunca terminó. Tuvimos como un año y medio intentando tener una relación a distancia. Pero tratando, porque es muy difícil”.

La “hija de”

Su padre, Maglio Cicardini, ex socialista que fue alcalde de Copiapó por ocho años, y su madre Magaly Milla, concejala desde 2012, fueron una influencia natural en la diputada, quien no ahorra palabras de admiración. Pero también reconoce que significó un costo el “ser hija de. Ya tengo alas propias y quedó en evidencia en la pasada elección, donde pasé a ser primera mayoría. Fue la prueba de fuego”.

Con sus padres no sólo hay visiones distintas, como en el uso de cannabis medicinal y la despenalización del aborto.

—¿Cómo fue ese almuerzo familiar cuando tu papá dice que quiere militar en el PRI, de Chile Vamos?

—Es cosa de él.

—¿Le hablaste como política con alas propias?

—Le dije mi aprensión, totalmente. Pero también que no podía darle ningún consejo a un político viejo. Que no era yo quien podía decirle qué camino tomar, y que evidentemente íbamos a tomar caminos distintos. Lo que haga mi papá hay que preguntárselo a él, yo no soy vocera de nadie. Somos familia, pero hay muchas familias con diferencias brutales en algunos temas.

—Si no fuera tu papá, ¿harías un juicio político a un ex PS que decidiera pasar a Chile Vamos?

—Quizás a la consecuencia de tus ideales. Igual siento que en el caso de un alcalde, la gente ni piensa de qué color político es, valora que sea una persona de la zona, comprometida. En el caso de un parlamentario sí pesa más el tema ideológico. Será su decisión, aunque creo que va en la línea de defender los intereses regionalistas, que es como surgió el PRI.

—¿Siempre eres hija antes que política? Por apoyar a tu papá en una campaña te pasaron al Tribunal Supremo del PS.

—Sí, siempre. Si desconociera de dónde provengo, sería súper complejo. Yo soy súper sentimental, aclanada y siempre estoy pensando en que mi familia pueda estar bien. Una vez pregunté, ¿qué quieren, que me haga una transfusión de sangre para no reconocer que tengo una familia? La familia es un núcleo inquebrantable, que va a quedar para siempre; la política puede pasar. Mañana puedo dejar de ser dirigenta política, pero nunca dejaré de ser parte de mi familia. Sin embargo, cuando existe un escenario de elecciones, hay que tomar ciertas posiciones.

—¿Y te sientes interpelada cuando se habla de nepotismo?

—Los parientes deberían estar inhabilitados cuando se trata de una misma institución o cuando son cargos designados. En una elección democrática, si la gente vota por una persona, es distinto.

—¿Si tuvieras un hijo o una hija, te gustaría que se dedicara a la política?

—Creo que no... (silencio prolongado). No me gustaría que fuera político.

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