El único ídolo que tuve en la infancia fue mi madre. Siempre me dijo que debía ser constante y luchar por aquello que quiero”.

Arturo Vidal

Iba a ser un martirio desde el principio. Al frente estaba el holandés Romeo Castelen, un compendio de explosión y velocidad. Cada pique suyo era un desafío que hacía sufrir al debutante lateral izquierdo del Bayer Leverkusen. Arturo Vidal no estaba cómodo y todo terminó con un penal que tuvo que cometer. Salió a 20 minutos de la derrota por 2-1 ante Hamburgo y la prensa alemana lo calificó con un 5 en escala de uno a 10.

Recién había llegado a Alemania, vivía en la casa del veedor del equipo, Jonas Boldt, se había sacado el color rojo que llevaba en su peinado.

“Analicé mi debut y me di cuenta de que estaba todo cagado y que no había sido el mismo de Colo Colo. Al siguiente partido, entré 20 minutos, agarré el hilo y no lo solté más”, le explicó entonces a Canal 13.

Para alguien que nació en un entorno con tantas dificultades, esa muestra de fortaleza es una de las tantas que Arturo Vidal tiene marcadas en su disco duro. Ahora que a los 31 años enfrenta el mejor momento de su carrera, cuando la duda es si podrá adaptarse al exquisito y exigente juego de Messi, es sencillo escarbar en sus inicios para ver una exposición magistral de resiliencia.

Enfocarse en un referente: “El único ídolo que tuve en la infancia fue mi madre. Siempre me dijo que debía ser constante en cada cosa que hiciera y luchar por aquello que quiero”. Jacqueline Pardo se transformó en el principal referente de su hijo en un momento en que el mundo amenazaba con caerse a pedazos. Arturo Vidal tenía 7 años cuando su padre, Erasmo Vidal, alguien violento y alcohólico, se fue de la casa que tenían en el pasaje Aníbal, en la población El Huasco de San Joaquín, y lo dejó a él con sus cuatro hermanos: Jacqueline, Ámbar, Sandrino y Jean Paul. “Me iba a trabajar y le dejaba dicho a Arturo lo que tenía que hacer, y él cumplía las órdenes. Era un tremendo alivio para mí. Siempre lo apoyé en el fútbol, pero a veces no podía porque tenía que trabajar. Y si no trabajaba, no podíamos subsistir”, recuerda Jacqueline. Fueron muchos los momentos difíciles en la familia y uno de los más fuertes ocurrió cuando ya era cadete de Colo Colo y un día vio llegar tarde a su mamá del trabajo. La historia la repasó Vidal después en El Mercurio. “En un minuto sentí que tenía que luchar con lo que fuera para ser profesional. Fue el día en que mi mamá llegó del trabajo y nos faltaba para comer. Afuera llovía y la casa estaba entera de mojada. Entonces lloramos y le dije que iba a ser profesional por ella y mi hermana, y que les iba a regalar una casa. Y se los dije sin saber que en dos o tres años me iban a vender a Europa. Ese fue el desafío más fuerte que tuve en la vida”.

Todo es cancha: Desde que se asomó al mundo, Vidal veía una cancha, la explanada de tierra del club Rodelindo Román, que quedaba justo al frente de su casa. Le decían el Cometierra porque quedaba lleno de polvo jugando fútbol sin parar. Su fama traspasó fronteras el día que integró una selección de la comuna de La Florida y partió a un campeonato en La Pintana. Melipilla, equipo de la Primera División andaba buscando jugadores para sus divisiones inferiores. Era el equipo más humilde del torneo de cadetes y buscaba desesperadamente hacer número en la categoría menores de 13 años. Fue el primer paso en serio para Arturo Vidal, pero jugando en el peor de los equipos de la competencia. Esto definió su omnipresencia en la cancha. Partía de delantero porque se sabía que pelota que recibiera iba a ser peligro. Era capaz de pasarse a dos o tres jugadores y disparar al arco. Pero la pelota casi no le llegaba. Entonces se desesperaba, jugaba en el mediocampo y así terminaba defendiendo en el arco contra una goleada inminente. Estar en Melipilla era cada vez más difícil y lo único bueno era que podía entrenar regularmente, aunque esto fuera en un lugar público como el Parque O'Higgins, donde el equipo contaba con lo mínimo.

Tragarse el rechazo: Melipilla caía por 7-3 ante Palestino en el estadio de La Cisterna. Los tres goles del perdedor los había anotado el muchacho de San Joaquín. Luis Hernán Carvallo, el jefe de cadetes del local, no pasó por alto esa tremenda actuación y se lo comentó al tío de Vidal, Víctor Albornoz. El pariente frunció el ceño y se acordó que ya su sobrino había sido rechazado en Colo Colo por ser “muy flaquito”. Llevó a Arturo a probarse a Colo Colo otra vez y entonces sí pasó la prueba. Su primera competencia oficial fue la Nike Cup, en 2002. Los equipos se formaron en la cancha y Vidal quedó fuera. Su cara estaba petrificada. Se encontró con una posibilidad que podía ser humillante porque Melipilla también estaba en la competencia y le faltaban jugadores. Arturo tragó saliva y mucho de su orgullo y jugó el torneo.

Devorarse una oportunidad: El tío Víctor no se quedó de brazos cruzados. El preparador físico Carlos Burgos le recomendó comprar batidos proteicos para su sobrino y así amentar su masa muscular. Luego consiguió que Arturo pudiera ir de madrugada a la clínica MEDS para un entrenamiento especial. Mientras comenzaba en Colo Colo, Arturo ya era un proyecto en un laboratorio. Un análisis de su estructura ósea entregó una buena noticia: los genes dominantes en Vidal eran los de su madre, y su abuelo superaba el metro 80 de estatura. Como juvenil, Vidal empezó a ganar dinero en Colo Colo y lo primero que hizo cuando tuvo su primer sueldo de 150 mil pesos fue entregárselo a su mamá. Quedaban 8 minutos cuando debutó y entró ante Melipilla en lugar del delantero Héctor Tapia. “Arturito entrenaba, pero no lo ponían nunca. Hasta ese día que lo llamaron al primer equipo”, contó Jacqueline Pardo, quien incluso tenía inscrito a su hijo en un preuniversitario, pensando en la posibilidad de que estudiara para ser profesor de Educación Física.

Desafiar y desafiar: José Sulantay llegó un día a la población Huasco para ver a un jugador que le interesaba para la Sub 20. Le impresionó ver que vivía justo frente a una cancha de tierra. Preguntó por él en el barrio y todos le dijeron que era el rey. Quedó más sorprendido después cuando Vidal le pidió ser capitán del equipo en Paraguay. Siempre el designado había sido Carlos Carmona. Sulantay accedió a una votación. Lejos ganó Carmona. No se quedaría tranquilo. Antes del sudamericano de 2007, asistió por primera vez a un programa en vivo de televisión, “Como en la radio”, conducido por Milton Millas. Decir que ante la cámara de Telecanal Vidal se agrandó es poco. Echado para atrás, aseguró que serían campeones del mundo y que le ganarían caminando a Brasil.

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