Tenía siete años de edad, en 1986, cuando llegó a su casa el diario con el titular: “Murió Jorge Alessandri”.

“Ver esa portada fue impactante. Llegué al colegio y muchos me daban el pésame por mi tío abuelo que había fallecido. Vi la conmoción pública”. Ese fue el momento en que el hoy diputado UDI del mismo nombre tomó conciencia de que pertenecía a un histórico clan. “Y estaba muy enojado con mi papá, porque como me dio fiebre, no me llevaron al funeral. Sí fue mi hermano Felipe (RN, alcalde de Santiago), y yo lo vi por televisión”.

Desde Arturo Alessandri Palma, en 1897, que esta tradicional familia ha visto pasar una decena de parlamentarios y también presidentes. Dinastía a la que se sumó en marzo Jorge Iván Alessandri Vergara (39), como diputado UDI por Santiago.

Durante ese mismo mes, el sexto y último de los hijos de Gustavo Alessandri Valdés —ex diputado y fundador de RN— también se convirtió en padre. Y aunque en redes sociales se refiere a su primogénito como “Don Jorge”, de tres meses, dice que “no tiene por qué ser político. Se llama Jorge Alessandri, pero puede ser lo que quiera... él podrá elegir entre senador, concejal, alcalde”, bromea.

—¿Siente alguna carga extra por llevar el apellido Alessandri?

—Más que una carga, es una responsabilidad y un honor. No me podía portar mal en un cumpleaños porque todas las mamás se acordaban altiro cuando era Jorge Alessandri el que se portaba mal. Mi gran amigo y ex alcalde de Santiago Raúl Alcaíno me dijo una vez: “Mira, llevar tu nombre es como llamarse Coca Cola”. Y sí.

—Estudió en el Nido de Águilas y luego en la U. de los Andes. Ambas instituciones de élite. ¿Cómo lo formó eso?

—Son mundos totalmente distintos. El colegio Nido de Águilas te aporta una diversidad impresionante: sólo el 8% del curso éramos chilenos. Uno conocía la realidad de otros países y me abrió mucho la mente. También tenía compañeros ateos; de padres casados y muy cristianos, y de padres separados, etc. Eso te da una cultura tremenda. Si bien puede ser como lo graficas, es una burbuja especial, no una tradicional de colegio católico, chileno, en que los que van son más o menos iguales. Le agradezco mucho esa elección a mi madre (Constanza Vergara, ex directora de revista Paula) quien hizo un reportaje de colegios que enseñaban inglés en Chile y llegó de casualidad a éste que estaba partiendo: educación laica, liberal, moderna.

Fue en enseñanza media cuando recibió en 1992 el International Academic Award, otorgado por el Presidente de EE.UU. George Bush. Pero no por el mejor promedio. “Este era para quien más se había superado respecto al año anterior. Muy importante, porque en Chile nos cuesta hacer eso en todo ámbito: nos gustan los índices, los simces, las pruebas de medición…”.

—Pero a Piñera le gustan los índices y cifras como vara propia.

—Sí, es verdad, y siempre repite que uno puede “tener sus propias ideas, pero no sus propios números”. Los números sirven para comparar, pero “Piñera 2” entendió claramente que no bastan.

Sombra 24/7 de Piñera

Llegó en febrero de 2010 a trabajar directamente con Piñera tras el llamado de María Irene Chadwick. Como director de Programación adjunto y encargado de las actividades presidenciales dentro y fuera del país, debió manejarle la agenda, ir con él a giras y ser casi su guardaespaldas durante esos cuatro años de gobierno. Hoy un par de cuadros en su oficina en el Congreso evidencian que esa buena relación se mantiene.

—¿Cómo lo marcó trabajar cuatro años con él a ese ritmo?

—Como mi trabajo era acompañarlo todo el día, más que un genio, como decían algunos, yo diría que él es “machaca”, aperrado, mateo. Después de esa experiencia, yo exacerbé todos esos rasgos.

—Me imagino que tuvo que hacer mucho control de daños en ese tiempo.

—¡Muchas veces! Incluso a parlamentarios. Llevábamos como cinco días de gobierno y llegó Guido Girardi a La Moneda con una pancarta. Entonces me tocó a mí, joven, salir a convencer a un peso pesado como es Girardi, que no es el Presidente, sino la institución de la Presidencia de la República la que se merecía respeto. Me entendió y dejó la pancarta ahí.

—¿Sigue tan cercano a Piñera?

—A veces le doy mi opinión en temas, y no siempre es la misma que tiene él. Incluso hace días nos tocó estar en la U. Católica y le dije: “Mire, hace ocho años era su asistente. Hoy soy autoridad y me sientan en la misma fila, y usted sigue haciendo lo mismo. ¡Entonces he avanzado mucho más yo pues!”. El se mataba de la risa. Siempre tuvimos esa complicidad, además es muy horizontal en sus relaciones…

—¿En serio?

—Es como gringo en ese tema, su tono de conversación es el mismo con el asesor, el ministro, el dirigente…

El dijo que dejó de llamar a los ministros casi al alba. ¿Ve más cambios así en “Piñera 2”?

—No, no le creo. Quizás no llama al teléfono fijo, porque muchas veces es el que está al lado de la señora en la cama, pero que llama al celular, llama.

—¿Le han pedido tips para acercarse a él?

Muchos ministros me preguntaban: “Bueno, ¿cómo se hace, cómo uno se acerca?”. Como que algunos le tenían pánico. Pero debo reconocer que hice trampa: mi madre había trabajado 10 años muy cerca de Piñera, en una editorial que tenía oficina al lado de él. Me hizo un torpedo y me dijo: “Esto es lo que le agrada”, y lo que no.

—¿Literalmente un torpedo?

—Sí, literal. Y el mejor consejo fue: “Si vas a abrir la boca es porque conoces el tema, si no di no sé”. ¿Por qué se pican algunos y dicen que no escucha? Porque al que no sabe, al que “chamullea”, no lo escucha. Consejo a los ministros: si vas a plantearle un tema, prepárate bien, porque si cantinfleas durarás 10 segundos.

—Parece que usted tiene vocación de guardaespaldas. Porque también formó una empresa de seguridad.

—A los 19 años monté una pequeña empresa de seguridad que era: yo, mi celular y mi computador. Hoy es mediana, pero en ese momento era el único empleado y me tocó hacer de guardaespaldas de muchos artistas. Recuerdo con especial cariño a James Brown, a quien acompañé a la Quinta Vergara. Y después a Chayanne: fui al aeropuerto a buscarlo y había en policía internacional un señor Elmer Figueroa, así que no se me olvidó nunca más su nombre real. Lo acompañé a sus recitales, a jugar golf, y me tocó sostenerlo del cinturón cuando saludaba a las fans en el escenario, para que no se lo tragara el monstruo del público. Bueno, después de alguna manera me tocó hacerme cargo de la seguridad del Presidente, con toda esta experiencia personal detrás.

Almuerzos cívicos

En la banda del Nido de Águilas, Jorge tocó el saxofón barítono, mientras su hermano Felipe (cuatro años mayor) la trompeta. Ambos luego estudiaron Derecho —aunque Felipe en la U. Finis Terrae— y siguieron caminos paralelos en política. En 2008, Felipe fue su jefe de campaña cuando Jorge quiso ser concejal por Santiago. En 2016, fue Jorge quien dirigió la campaña de su hermano para arrebatarle a Carolina Tohá la alcaldía.

—¿Por qué la UDI si su padre fundó RN y su hermano milita allá?

—Tengo grandes amigos en RN, gente que respeto mucho por su peso político y su visión como Andrés Allamand, Alberto Espina y Mario Desbordes. Pero a los 24 empecé a trabajar en Santiago Oriente cuando los candidatos eran Pablo Longueira (Oriente) y Jovino Novoa (Poniente). Finalmente Edmundo Eluchans me invitó a militar y no lo dudé ni un segundo, por ideales y la forma de trabajar. Estoy feliz con mi decisión.

—No tiene problemas con la adopción homoparental ni el matrimonio igualitario. ¿Dónde se codeó y aceptó estas realidades? ¿En su familia?

—Tiene que ver con algo de formación familiar, pero también en el colegio. Mi padre siempre incentivó el debate y me dio una formación muy abierta, incluso empezó a invitar gente a almorzar. Una vez invitó al dirigente comunista Luis Guastavino y le pidió que nos explicara desde su punto de vista por qué había fracasado el Gobierno de (Salvador) Allende. También muchas veces invitó a comer a Carlos Altamirano. En 1998, con 18 años, fui yo quien empezó a hacer comidas.

—¿Quiénes asistieron a sus comidas?

—Patricio Aylwin, Enrique Correa, Pinochet, Ignacio Walker, Vittorio Corbo…

—¿Las gestionaba usted?

—Sí, yo mismo los invitaba. Cuando invitamos a Ricardo Lagos Weber, por ejemplo, él encabezaba la Direcon y Ricardo Lagos padre era Presidente. Identificábamos figuras con futuro.

—¿Tiene cercanos en la oposición?

—Muchos heredados que eran amigos de mi papá. En la campaña a diputado de 2013, que perdí, gané una amistad de mucho respeto con Tucapel Jiménez. A Carlos Montes también lo conozco hace mucho, porque fue diputado por La Florida y mi padre alcalde. Él siempre cuenta que cuando estaba en el exilio y quería volver, una de las personas que hizo gestiones en el Gobierno fue mi padre, y eso me da tremendo orgullo. Ojalá cuando mi hijo me pregunte “¿qué es el Frente Amplio?”, pueda invitar a la casa a Giorgio Jackson y pedirle a mi hijo que tenga un debate con él.

—¿Ve con buenos ojos la labor del Frente Amplio? ¿Es cercano a ellos?

—Me toca trabajar bastante con Natalia Castillo y Gonzalo Winter. También con el mismo Giorgio, nos vemos en las alcaldías. Es una nueva generación “no maleada”, y sin odios, porque no hay historias de dictadura. No habíamos nacido.

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