Los desafíos que asumimos lo hacemos con profesionalismo, porque somos artistas”.

Luis Montes Becker

Académico U. de Chile

“Roberto Matta está feliz”. Esas fueron las palabras que le dijo Germana Ferrari, esposa del artista chileno, al escultor y académico de la U. de Chile Luis Montes Becker, en abril del año 2000, cuando se inauguró la exposición «El año de los tres 000».

Durante el traslado de las obras, de París a Santiago, tres de ellas se dañaron. Por eso llamaron a Montes y, después de la aprobación de un conservador del museo Pompidou, lo dejaron restaurarlas en su taller. El mismo día de la inauguración, recibió un llamado de Germana. “Estoy emocionada. Acabo de hablar con Roberto y le conté que acá en Chile le restauraron una pieza que él había desechado hace 30 años porque era imposible de arreglar”, le dijo y lo invitó a la obertura.

“Ella me estaba esperando. Me dijo: ‘Te voy a condecorar en nombre de Roberto Matta', y me entrega un prendedor de plata hecho por él, el mismo que le dieron al Presidente Lagos, en gratitud por lo que hicimos”, recuerda.

Lo que hicieron en esa oportunidad fue lo que el escultor lleva haciendo en el Taller Montes Becker por 31 años: restaurar esculturas. De hecho, la última que recibieron, el pasado 30 de junio, fue «Ícaro y Dédalo» (1922), de Rebeca Matte, que el 4 de febrero fue golpeada por un camión de la Fórmula E, provocando el quiebre de una pierna y parte de un ala.

Para restaurar la escultura —proceso que demorará cerca de tres meses— seguirán el protocolo del Centro Nacional de Restauración de París. “Es el desafío más importante por la relevancia de la obra, la repercusión pública del accidente y la expresión de preocupación de la ciudadanía. Si la obra llegó a nosotros es porque nuestra propuesta de intervención es la más adecuada”, dice Luis Montes Rojas, hijo de Montes Becker.

Discípulo de Juan Egenau

Montes Becker ingresó a la Escuela de Bellas Artes de la U. de Chile en los años 70, y allí fue ayudante del artista Juan Egenau por nueve años: estuvo a cargo de sus obras de fundición y de su taller personal. Cuando falleció, en abril de 1987, Montes decidió instalar su propio taller en un terreno que pertenecía a sus padres, en La Pintana, donde construyó un gran galpón. Mario Irarrázabal fue el primero en solicitar sus servicios y desde entonces le ha encargado toda su obra.

En ese momento su hijo tenía 10 años. “Mis primeros recuerdos con la escultura fueron las visitas al taller de Egenau, cuando tenía 5 años”, cuenta Montes hijo. Hoy, el doctor en escultura contemporánea y académico de la U. de Chile, es el “segundo a bordo” del taller, en el que trabajan 8 personas, incluyendo técnicos formados por ellos.

“Es importante comprender que la restauración de esculturas tiene una especificidad dado por la materialidad, la técnica y la dimensión estructural de las obras. Por lo mismo, no hay otros talleres ni formación universitaria en el campo”, cuenta Luis Montes hijo.

Su padre añade: “Los desafíos que asumimos lo hacemos independiente del valor de la obra o del artista. Lo hacemos con el mismo profesionalismo porque somos artistas. En fundición artística y restauración no hay otro que tenga la trayectoria y experticia que nosotros”.

“Respetar la huella del artista”

Desde entonces han fundido innumerables piezas, y restaurado muchas más: el monumento Montt Varas que está frente a los tribunales de justicia; la Fuente Alemana del Parque Forestal y la Fuente de las Tres Gracias en la Bolsa y calle Nueva York; el Caupolicán del Cerro Santa Lucía, entre otros, algunos también en regiones. Todos adjudicados por concurso público.

Montes padre destaca la restauración de una pieza de cuatro metros del escultor británico Tony Cragg, en 2007 en el MAVI. “Cuando me dijeron ‘Tony Cragg' fue como que me dijeran ‘Miguel Ángel'”, recuerda. Demoró tres días en repararla.

En 2008 también estuvo a cargo de la reparación del mural «Verbo América» de Matta, una estructura 4 metros y medio compuesto por 55 placas. “Estaba en el aeropuerto, muy mal montado, con estructuras de fierro en una zona húmeda, y la oxidación dañó los colores”, explica.

“Para nosotros la impronta en la materia que deja el escultor cuando coloca la greda, que es la huella, es un lenguaje que tratamos de respetar al máximo”, añade Montes padre.

Luis Montes Becker junto a «Ícaro y Dédalo».

El taller también restauró la Fuente Alemana del Parque Forestal.

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