Cuando Diego Schalper (33) se casó con la diseñadora María José Simian, hace cinco años, hizo dos reuniones de pauta: una con sus padres y otra

con sus suegros. Les llevó una

minuta con temas a tratar;

resolvió dos conflictos (“mi

mamá quería cambiar el

fotógrafo; mi suegra quería

hacerse cargo de las flores”); hizo un acta y luego controló el proceso con una planilla Excel. “Yo no he visto matrimonio que haya fluido con más nitidez”, dice. Así, “el alemán” hace prácticamente todo. Incluyendo su vida en Machalí, donde se radicó para compatibilizar el proyecto familiar con el parlamentario, que inició en marzo como diputado independiente del distrito 15 (ahora ya militante RN), en un terruño por 24 años UDI.

Google Calendar es clave para él: “Si no pone un tiempo y un espacio a las cosas, no existen; es un voluntarismo”, dice.

“Es que soy muy metódico y me carga la gente que improvisa”, explica. “Todos los que trabajan conmigo alguna vez se han comido que cuando no llegan con tabla me voy. Parte de los problemas en Chile es que creemos que la improvisación es parte de nuestro ADN, y eso se llama mediocridad. Si uno hace las cosas metódicamente, le va bien. En todas las dimensiones de la vida”.

Y todas, es todas. Comencemos: “Con mi señora, tenemos cuenta bipersonal, porque yo no concibo que a la mujer se le dé una mesada; es inaceptable. Todas las platas son comunes y con la Coté tenemos un Excel donde vemos nuestros gastos. Creo en la corresponsabilidad con ella”.

Desde afuera, a este intenso y joven Schalper lo ven como alguien que logra todo lo que se propone. Pero él se ríe cuando le preguntan si es candidato presidencial “en construcción”: “Yo no tengo idea qué me depara la vida”, continúa.

Habla medio desparramado en una silla que le queda chica a su metro 97 de estatura; conversamos largamente sobre política, y luego volvemos a lo que más le importa: su matrimonio. Para esta publicación, la segunda de sus dos hijos (Gaspar y Dominga) tendrá sólo 13 días. El diputado no ha dormido mucho.

—A algunos les llama la atención tu despliegue tan planificado.

—Es que, ¿sabes?, no es así.

—Pero tenías muy decidido con años de anticipación, y por consejo de tu abuelo materno (fue juez de Talca), estudiar Derecho en la PUC; dos años antes de de ser diputado, te fuiste a vivir a la VI Región. Pasaste por todos los cargos en el Colegio Alemán y la universidad; ayudaste a crear el movimiento Solidaridad, creaste Idea País, Construye Sociedad, un máster en Berlín (2015), un doctorado en la Universidad de Marburgo...

—A ver; antes de abordar cualquier desafío yo tenía que tener consolidadas dos cosas: mi vida familiar, como matrimonio teníamos que estar bien afiatados, y yo encuentro que no hay nada peor que el gallo que navega por la vida sin capacidad profesional, así que estudié el máster y, si Dios quiere, defenderé en febrero el doctorado en Alemania.

“Jamás me imaginé en Idea País”, continúa. Su familia tampoco. Después de titularse como abogado —con la mejor nota de su generación— llegó un día a su casa y había una gran cena. “Como mi mamá es intrusa, había abierto una carta en que me ofrecían pega en un importante estudio. Ella estaba para celebrar, y yo le digo: ‘Lamento frustrar tu alegría; me voy a dedicar a una fundación'. Por varios meses no recibimos sueldo; mi mamá ya estaba en una crisis nerviosa. De repente esta cuestión agarró y en 2010 me escogieron entro los líderes del bicentenario, y la cuestión ya se disparó”.

Dice que de abogado ya tiene poco. “Lo único jurídico que me queda es leer libros de novelistas como John Grisham”.

Schalper continúa contando que tampoco imaginó el movimiento político Construye Sociedad; “mucho menos me vi trabajando en el Bundestag”, como lo hizo durante su doctorado, “o con el ministro de Educación de Alemania” (estuvo tres meses en esa cartera).

—Decir que tengo todo pensado sería atribuirme un mérito que no tengo. La verdad es que yo soy mucho más emocional y esto me cuesta reconocerlo. Voy a contar una infidencia.

—Dila en on por favor.

—Todos necesitamos de repente que un loquero nos ajuste las teclas. Entonces, fui a un psiquiatra...

—¿Cuándo fue eso?

—Hace cinco años... Quería saber qué me recomendaba. Me pregunta: “¿Cómo te percibes a ti mismo?”. Yo le digo: “Muy estructurado”. Y se larga a reír: “Pero cómo, ¡mira como estás sentado! Tú eres un gallo metódico, pero la última palabra de tus decisiones no la tiene tu cabeza”. Yo soy mucho más emocional de lo que parezco.

—¿Entonces, si te pregunto por tu siguiente paso político...?

—No tengo idea. En lo único a lo que estoy abocado es el tema con la gente. —Suena a político tradicional, pero luego precisa—: Las conversas en el Congreso me dan una lata superior. Hay que hacerlo, pero lo que me vitaliza es la conversa con los feriantes, ¿cachái?

—¿Qué te aconseja tu esposa?

—...Lo que yo más le agradezco es que está dispuesta a apañarme en todo, siempre y cuando yo no pierda lo esencial.

—¿Y qué es lo esencial para ti?

—Tres cosas. —Y Schalper enumera, como en varios momentos de esta entrevista—: Primero, la prioridad está en la casa y en los hijos, si no, esta cuestión (la política) es imposible. Segundo: siempre tienen la misma importancia el llamado telefónico de la dirigenta social que el llamado del ministro Chadwick. La Coté dice que yo sería más feliz en una ONG social que en la política, y creo que tiene razón; pero yo también le he hecho ver que las ONG sociales tienen muchos talentos, pero aunque se pusieran todas de acuerdo, no le pueden cambiar el nombre ni a una calle. Y tercero: como soy súper trabajólico, la Coté me dice que tengo que dedicar espacios para mí... es enigmático qué significará eso, pero estoy tratando de nadar, salgo a pasear con Gaspar y me gusta cantar. Así que quiero armar un grupo de baladas.

—¿Estás consciente de que no pocas familias se han quebrado durante el ejercicio de la labor parlamentaria?

—Lo sé. Por eso tienes que tener tres diques de contención inmediatos: No dar pie a nada que parezca que uno tiene intenciones distintas a trabajar en el Congreso. Mucha gente cree que el Parlamento no es sólo trabajar, sino que además emparejarse con situaciones de carrete, de... cómo decirlo, de poner el gorro a la señora. Yo en eso soy talibán, uno no puede dar pie a nada, si no, le faltas el respeto a tu señora. Lo segundo es no ser mono poto colorado, que mientras más se sube al árbol, más se les ve el poto; o sea, no inflarse. Se ríen de mí porque ando en un furgón de recorrido. A todos los otros les gustan los jeeps grandes, “Oh, ahí llegó el diputado”.

—¿Y lo tercero?

—Estar permanentemente conectado con los más vulnerables. La vida tiene muchas volatilidades como para inflarse... Yo sé que muchas parejas terminan destruidas y parte de mi estadía en Rancagua tiene que ver con que, cuando llego al distrito, es mi casa.

Un converso

Schalper dice que de distintas maneras expresa una rebeldía, desde lo ideológico, a lo práctico. Estudió en Berlín, “cuando a la derecha le sobran las universidades gringas”. Sufre por su escoliosis, “por haber jugado jockey en vez de básquetbol”, pero no se quiere hacer un tratamiento.

También es un converso. Pero no de ateo a creyente: “Fui bautizado e hice la primera comunión católica. En el colegio, el pastor evangélico era espectacular, entonces estuve en esa iglesia, luterana. Después entré a la universidad y me bajó la crítica a la iglesia, y fui anticuras, antitodos. Y de ahí me pregunté: qué me distingue de un vaso. Entré en una volada en tercer año, leí con mi intensidad habitual. Me convencí de que más que la estructura de la iglesia, está la convicción de que tenemos una vida sobrenatural, que vale la pena vivir en comunidad la fe, y me confirmé a los 25 años: soy católico por convicción, no por herencia”.

En su familia “la decisión cayó bomba. Mis padres son luteranos, pero no practicantes”. Pero fue en su casa donde aprendió lo social. “Mi papá (Christian Schalper Schwencke) fue alcalde de Puente Alto; mi mamá (María Elena Sepúlveda) es la primera mujer en Chile que sin ser médico asume la dirección de un hospital, El Salvador”.

E igualmente, reclama: “En Chile tenemos un catolicismo medio cargado al sushi; y a mí me gustaría más cargado al completo, donde están los que sufren”.

Valora la visita del Papa Francisco y remarca: “Está saliendo la mugre”. Diego había tenido la oportunidad de conocerlo en persona, cuando fue escogido para representar a Chile en un encuentro con laicos católicos en Roma. El padre Cristián Roncagliolo, entonces canciller de la UC —que lo había casado tres meses antes—, lo envió como delegado por fundar Idea País. “Originalmente era con Benedicto XVI, pero él renuncia. Entonces, tengo el privilegio de aterrizar en un encuentro con el Papa Francisco. Dije que iba con mi señora”... “La organización quería que las preguntas al Papa se hicieran por escrito; él se negó. Atómico. Haberle hecho una pregunta en castellano no se me va a olvidar nunca en la vida”.

—¿Qué le preguntaste?

—Qué pensaba del rol de los laicos en la iglesia que iba a emerger, por la justicia social. Y él dijo: “Mire, la primera justicia social es colaborar en la casa”. ¡Media respuesta! Y me impresionó su cercanía. Estábamos en Semana Santa y nos tocó la entrada de Cristo, en el Domingo de Ramos, y nos pidió que lleváramos las hojas. Cuando nos invitaron a eso, puse una condición. Adivina:

—Que estuviera tu señora.

—Así es.

—Fuera de la política, ¿cuál es tu proyecto de vida?

—La política no es una religión; es parte de la vida, pero no es la vida. Para mí lo verdaderamente importante es ser primero un buen marido. No existe un buen padre si uno no es un buen marido, me parece. Así que mi primera prioridad es el desarrollo integral de mi señora y contaré una infidencia: la Coté como la menor de sus hermanos...

—Y tú el mayor de los tuyos.

—... ella no sentía que podía volar alto. Cuando nos pusimos a pololear (hace diez años), le dije: “Usted lo primero que va a hacer es sacar carnet de conducir, no puede no manejar”. Y después cuenta bancaria, porque el papá a la antigua le pasaba plata en efectivo. Después ella quería hacer su práctica en Chiloé, porque se dedica a los telares, e hicimos los contactos. Entonces, cuando me fui a estudiar a Alemania, el único criterio que le dije fue: “Tú tienes que estudiar también. Negra, tenemos que encontrar un lugar”.

“Para mí la universidad mejor no era la de Berlín, era otra, pero como familia optamos por Berlín, para que ella pudiera estudiar su máster en sustentabilidad”. Inesperadamente, Diego Schalper, el diputado que en realidad quisiera ser alcalde, se emociona hasta las lágrimas y no puede seguir hablando.

—¿Qué recordaste?

—Es que entonces yo encontré la oposición de mis suegros. No en forma explícita, pero decían “para qué”. Pensé que era lejos lo más importante, porque si quiero ser político, no puedo tener una señora llavero; ella tiene que tener vuelo propio. Fue una pelea dura. Y sacó su máster en sustentabilidad y fue la primera chilena en el pabellón de la moda de Berlín.

Prosigue: “No hay nada peor para una pareja que llegar a la casa y que sólo se produzca un monólogo de uno de los dos. Eso es morir. La pega es que los dos volemos. Así, por Dios que es rico tomarse una copa de vino al final del día porque los dos tenemos cosas que contar. Tiene que ser entretenido para los dos”.

Y sueña: “Ella está feliz con su rol de madre. Pero la apuesta nuestra como familia es el día de mañana tener alguna cosa de los dos (nos cuenta el proyecto, pero pide reserva). Mi señora le pone el talento; yo le pongo la administración. Ella es buenaza con el Indesign, pero en el Excel, no tanto”.

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