Fue a los seis años de edad que, por una situación dramática, Romelu Lukaku decidió convertirse en un gigante. Desde entonces no ha parado de crecer, y así ha llegado a los 25 años con una carcasa de músculos y un metro 92 de estatura a plantarle cara al Brasil de Neymar en el Kazán Arena. La historia del goleador de Bélgica, que comparte lugar con Alexis Sánchez en la delantera del Manchester United, acumula episodios dignos de una clase magistral de resiliencia. Es la bandera de un equipo que también encarna la meritocracia, una generación que reclama con igual convicción su lugar en la élite mundial.

El origen de la fortaleza: “Tenía seis años cuando volví a casa a comer de la escuela. Mi madre siempre nos daba lo mismo: leche y pan. Cuando eres un niño, no piensas en ello, pero supongo que era lo que nos podíamos permitir. Entré en la cocina y vi a mi madre en la cocina con el brick de leche mezclándolo con algo. Me di cuenta de que era agua. No éramos pobres, estábamos arruinados”. La historia la reveló Lukaku hace pocos días atrás. Nacido en Amberes, recuerda que a partir de ese momento tomó consciencia de lo que sufría su madre. Le prometió ser futbolista del Anderlecht y salir de la pobreza. Cada partido que disputó desde niño para él fue una final. Entonces se fue afinando su fortaleza mental. Tenía 11 años cuando en un partido de competencia un padre del equipo rival lo acusó de falsear su edad y puso en duda su procedencia. Al borde de la humillación gritó: “¡Nací en Amberes, soy belga!”. Como no estaba su padre, tuvo que salir e ir él mismo buscar su documento de identidad a la mochila. “Sentí rabia y pensé: voy a destrozar a tu hijo. Volverán a casa llorando”, reveló.

El templo de los ídolos: Nada mejor que una buena referencia para ser una estrella. Lukaku encontró la primera inspiración en su padre, Roger, ex jugador, quien llegó a representar a la selección de Zaire en las eliminatorias del Mundial de Estados Unidos 94. Bastó que el muchacho quisiera ser futbolista para que su progenitor le inculcara un sentido obsesivo por el entrenamiento. Así comenzó a convertirse en goleador desde la infancia. Su próximo espejo sería Didier Drogba, goleador del Chelsea y de Costa de Marfil. Lo deslumbraba su fortaleza y su talento como goleador. Lukaku recién había cumplido 17 años y estaba en una concentración con la selección belga, cuando su compañero Vincent Company hablaba por celular. Le pasó el aparato con picardía. “Estaba hablando con Drogba y me dio el teléfono. Fue un momento muy emotivo. Le hice mil preguntas: ¿Cómo marcó ese gol? ¿Qué hiciste en el entrenamiento? ¿Cómo es jugar en Stamford Bridge? Hablamos durante aproximadamente 20 minutos, media hora”, recuerda Lukaku.

La mano de Henry: Una sutileza. Un gesto invisible. Así como la potencia que aplica y demuestra en sus goles, se destacó la cortina que Lukaku realizó en el segundo decisivo ante Japón, cuando Bélgica abrochó su paso a cuartos de final con un gol de Chadli antes de ir al alargue. La sutileza de movimiento en un jugador de tanto tonelaje físico es parte de una cualidad que tiene un trabajo detrás. Se trata del legendario goleador Thierry Henry, quien fue integrado al cuerpo técnico de Bélgica. El francés se ha transformado en mentor de Lukaku desde 2016. “Tendremos que desarrollar una parte de su juego que tal vez las personas hayan cuestionado en el pasado. ¿Puede jugar en el último tercio del campo cuando el rival se encierra? ¿Puede leer los espacios para jugar sin el balón?”, se preguntó Tití al asumir la tarea. Lukaku, un tipo que habla inglés, holandés, francés y congoleño, es, por supuesto, un estudioso de otros goleadores. Había comenzado en la Premier League como jugador en Chelsea, siguió en West Bromwich y se encontró en Everton con Roberto Martínez, su actual jefe en la selección belga. “Me dijo que mirara videos de mis movimientos, pero también de otros delanteros como Hugo Sánchez, Cavani o Chicharito. Trabajaba tres veces a la semana mis acciones en el área con mis entrenadores para convertirme en un mejor goleador”, recuerda.

El amigote Gokú: Con una historia de vida de sacrificio, no es raro que en el Manchester United, Lukaku haya fraguado una amistad especial con Alexis Sánchez. El propio delantero chileno lo ha reconocido recién. “Estamos todo el día juntos, tomamos desayuno juntos. Me manda mensajes por WhatsApp, (sobre) qué es lo que le falta a él, lo que me falta a mí, al equipo, para poder potenciarnos y ganar los partidos”, cuenta el tocopillano. Se espera que sea éste el año en que terminen de congeniar como dupla en la cancha, pero en la convivencia no hay dudas. Ya por redes sociales han bromeado identificándose como personajes de la serie Dragon Ball. Alexis se presenta como Gokú y nombra a Lukaku como Jiren, miembro de la Tropas del Orgullo del Universo 11. El juego es el reconocimiento de Alexis a un compañero poderoso y entrañable. Lukaku no ha parado de convertirse en eso desde los 6 años.

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Muchos ejecutivos se iban a pasear a los set en las escenas de sexo. Tuvimos que exigir que se cerraran las puertas”.

“Estaba asustada. Tenía el corazón así…”, recuerda con la mano en el pecho Francisca Imboden, indicando los rápidos latidos que sentía.

Estaba encerrada en una sala de la Alianza Francesa de Viña del Mar. Tenía 16 años. “El inspector, un viejo verde asqueroso, me decía: «¿por qué no me deja acercarme?»Yo le respondía: «si usted se acerca un centímetro más me pongo a gritar» «No le ponga color. Ay, Imboden, siempre tan chúcara», me decía. «¿Usted quiere que me ponga a gritar?» me puse pesada. Me abrió, me dijo que era una broma, y salí corriendo. Horrible. Y lo único que me quedaba era decirles a mis compañeras que no se quedaran a solas con él”.

La actriz que protagoniza la obra "Idiota", en Mori Parque Arauco, dice que aunque han pasado 30 años —tiempo en que ha realizado teleseries en TVN, Mega y Canal 13— esa sensación regresa.

Ayer, su hija, María Trinidad Garcés (24), compartió en Instagram su testimonio sobre Nicolás López.

“El primer semestre del año pasado asistí a un evento (…) se me acerca una persona diciéndome «yo no te conozco y tú a mí tampoco, pero te encuentro mina y tengo tu número de celular guardado”, escribió. “Le dejé en claro desde el primer segundo que no tenía intención de ser joteada, pero insistió acorralándome”.

López no se conformó con la negativa —como confirma la misma Trinidad y su madre— y siguió insistiendo por WhatsApp y por Instagram . “Ella lo manejó muy bien —reflexiona Imboden— pero él se puso agresivo y le empezó a decir: «ay, ¿qué te creís?, ¿la Paris Hilton?».

—¿Qué te pasa cuando piensas en estas dos situaciones de acoso: la tuya en el colegio y la de tu hija?

—Me da pena que todo sea tan involutivo. ¿Por qué se cree que el cachero de las pampas sigue siendo el modelo a seguir? Ahí empieza a jugar el animal herido que no entiende el «no». Porque los han criado con que «el no es sí», esa especie de seducción. Y no les enseñaron que antes tiene que haber un piso, que es la aceptación del otro. Encuentro impresionante que la gente se sorprenda y diga: «¿pero será verdad?» ¡Por favor! ¿Nunca han visto nada de eso? Lo encuentro de un cinismo social espantoso. Los acosadores no van a dejar de existir, por eso hay que marcar la cancha.

—Pensaría que por ser tu hija, López tendría más cuidado.

—Pienso que es un símbolo de poder. «¿Y qué tanto si me quiero comer a esta mina?» Es un trofeo. Porque es como «yo fui feo, ahora me vengo». Es la figura del mechón universitario, que detesto, porque acepta (el maltrato) porque el segundo año él lo va a hacer con los nuevos. ¿Cómo no va a ser un trofeo si mostrar un video de una actriz famosa teniendo sexo con él es como tener cabezas de animales encima de la chimenea? Es una conducta de cazador. El que se las come a todas en el colegio y las tiene en una libretita anotadas. Tan de película adolescente yanki mala. Y funciona para adolescentes, pero ya está grande (López tiene 35 años). Yo no encontraba sus películas malas. Divertidas, comerciales, la última incluso me gustó (“Sin filtro”), pero no por el talento voy a perdonar estas cosas.

—¿Pones en duda los testimonios que aparecieron en revista Sábado?

—No, para nada.

—¿Te fue contando tu hija acerca de los mensajes que recibía?

—Me dijo cuando se puso cargante. Me preguntó también antes de subir la publicación. Cuando le mostró el teléfono con su número en la fiesta decía: «Hija de Francisca Imboden». Sabía quien era ella. Le escribía: «Te puedo hacer famosa, mira a la Josefina (Cisternas). Pero ven a un casting a mi casa. Salgamos a comer. Si igual tienes que comer». Yo le dije que no se metiera ahí, que era sabido que era cochino. Y ella le conversó porque pensó que no pasaría nada, que él sabía que yo era amiga de la Paz (Bascuñán). Después, en una fiesta, le dije a Nicolás López «Sé que le escribes a mi hija» y huyó. Se fue. Él no tenía mucho filtro y tenía permiso para decir lo que quisiera desde la Zona de Contacto en adelante.

—Pero eran relatos.

—Sí, relatos. No tienen por qué ser reales. Pero si esos son sus tópicos… mira su Twitter, todo es sexual. En esa fiesta la Trinidad tiene unos ángeles que la sacaron, unas amigas, que conocían muy bien a López. Por eso dudo mucho que la gente cercana no sepa de sus conductas.

—Paz Bascuñán declaró “no vi las señales de las mujeres que se sintieron abusadas”. Ese “sintieron” deja espacio para la duda.

—Yo, con todo el cariño que le tengo, creo que es imposible que ella no se hubiera dado cuenta.

—De lo que se ha escrito sobre Nicolás López, ¿qué te ha hecho sentido y te ha quedado dando vueltas sobre esta masculinidad que estás planteando?

—Escuché el concepto de «Incel». Que significa «Involuntariamente célibes». Gente que porque se siente fea hace esto. Porque a López yo lo encuentro bastante normal. Qué pena que se sintiera así de feo. Tan feo. ¿Por qué esa obsesión de salir con la niña bonita, la niña modelo de portada? Esa cosa es rarísima. Pero como no les funciona empiezan a ser acosadores y sacan la rabia y la violencia. Estos hombres que han sido criados por siglos con que la mujer está para satisfacer sus necesidades. Yo me acuerdo patente en el colegio, una charla formal de una señorita Carabinero diciéndote: «No te resistas porque al violador eso le excita más».

“Nunca me llevé muy bien con Herval Abreu”

En su memoria, evoca dos casos de acoso más. Prefiere no dar nombres, pero uno fue un empleador que la esperaba afuera de uno de sus primeros trabajos como actriz mientras estudiaba en la UC. Y otra en los pasillos de TVN: “Ya poh, Imboden, ¿cuándo vas a mostrar una teta?”, le preguntó un ejecutivo acompañado de un miembro del directorio. “¿Y cuándo te vas a bajar los pantalones tú?”, le respondió ella. “Ah, no se te puede decir nada”, le dijeron. “A mí no me parece graciosa tu broma”, cerró Imboden. “Muchos ejecutivos se iban a pasear a los set en las escenas de sexo. Tuvimos que exigir que se cerraran las puertas”.

Trabajó poco con Herval Abreu. Recuerda el protagónico de 2013 en “Las Vegas”.

En la ficción la actriz tenía tres hijas, personificadas por Josefina Montané, María José Bello y Lorena Bosch. “La figura de Abreu era rara”, recuerda. “Nunca me llevé tan bien con Abreu. Desconfiaba. Tenía algo con el cuerpo de la mujer. Tuvimos una discusión sobre un vestido de novia, que tenía que usar. Yo lo encontraba demasiado escotado para una mujer con tres hijas y nietos. Yo quería algo más realista. Y dije: «qué rara la visión de la mujer que tiene». Pensé que podría ser un dejo ochenteno como el de la mujer-cuerpo. No me gustaba mucho su visión de eso. No tuvimos una relación muy fluida”.

“De él sabía lo de la Pin (Montané), que la citaba a ensayar escenas en la noche. Cuando supe le dije: «pero cómo se te ocurre». Me parecía rarísimo. Totalmente freak. Era la segunda teleserie que yo hacia en Canal 13, era nueva. Me decían que él siempre lo hacía. Y yo: «¿sí?». «Sí, siempre lo hace», me decían. Y yo: «pero está mal que te citen a las 10 de la noche». Los que estaban hace años ahí lo sabían. La Lorena (Bosch) decía que sí, que se hacía. La Pin me dijo: «Mi papá me lleva». Y dije: «Ok, tiene un muro de contención»”.

—¿Cuánto daño le hacen estos dos episodios a la industria de la televisión?

—El otro día, conversaba con un director y me decía: «no te puedo ni invitar a almorzar ahora, me vas a demandar». Y no se trata de eso. Si él se está asustando, algo malo está pensando. Hay una dicotomía muy extraña en Chile. Hay un freno simple que los hombres debiesen tener: ¿le harían esto a su mamá, o su hija, o a su señora?.. Bueno, este niñito (López) le tiraba el termo con agua caliente encima a su mamá.

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