Hoy se le critica hasta el tatuaje que lleva en el brazo: “No escucho y sigo”. Encapsulado en ese ego, se enfrenta al más despiadado escenario ante Nigeria”.

La fotografía forense tendrá varios escenarios para componer con posterioridad la truculenta trama que Jorge Sampaoli vive en su entrada a San Petesburgo. A cargo de un equipo que ha dado la espalda a su autoridad, el técnico está encapsulado y solo, mientras una multitud de 40 millones de argentinos está con el alma en la mano ante Nigeria. ¿Cómo llegaron las cosas a este punto?

Una pista crucial

Es raro que no hubiera pánico en Argentina cuando en marzo de este año salió a la venta el libro “Mis latidos”. Hoy, la obra biográfica de Sampaoli es repudiada por una frase imperdonable. “Yo no planifico nada. Todo surge en mi cabeza cuando tiene que surgir”, dice el caldisense en sus líneas, aclarando que todo sale de su cabeza en forma natural. El tipo que fue contratado por trabajador, obsesivo, alumno aventajado de Bielsa, es un improvisador. Sampaoli sugiere con esto que entonces todos sus éxitos son fruto de algo genial, lo que revela un ego tan grande o mayor que el de los jugadores que le toca dirigir. Justamente el ego del técnico es un motor del que no se conocían sus dimensiones. Si bien había una disposición a seguir su exigente línea de trabajo, el equipo albiceleste comenzó a resentir sus experimentos primero, y sus indefiniciones hasta último minuto después. El reclamo de que no se sabía la alineación de un equipo hasta un par de horas antes de un partido en Rusia se ha consumado con el reclamo y con la influencia que hoy tienen los jugadores argentinos para armarlo. En su papel de actor secundario, el entrenador es caricaturizado incluso por la frase que lleva tatuada en el brazo: “No escucho y sigo”, del grupo Callejeros. Todo lo que olía a rebeldía en su discurso hoy es mirado con desprecio. Aún así, a Sampaoli le queda combustible para aventurar grandeza antes del partido de hoy. “Nos quedan cinco finales. Mañana nos quedan los cinco partidos para ganar el Mundial”, dijo en su última conferencia.

Enemigos por todos lados

El torbellino en torno a la selección argentina en este Mundial ha sido un fenómeno comunicacional. El periodista argentino Daniel Arcucci entregó un dato desde Rusia. La cantidad de audios que llegan a su celular dando noticias y rumores de lo que pasa en la selección argentina es incesante. El ruido de las redes, de los virales, han creado una atmósfera desesperante. El comentarista Carusso Lombardi salió con un video acusando una pelea entre Mascherano y Pavón tras la derrota ante Croacia. Luego, los mismos jugadores sacaron otro video donde bromean con la pelea. La lista de versiones sobre lo que ocurre en Bronnitsky llevó al propio presidente de la AFA, Carlos Tapia, a pedir moderación a la prensa. Por eso resulta hasta sospechosa la imagen del último entrenamiento, cuando Sampaoli aparece junto a Mascherano en la banca con un cuaderno y un lápiz. En medio de tanta paranoia, no es posible que el entrenador no se haya dado cuenta de que lo estaban filmando en el momento en el que todos dicen que le hacen el equipo. Más que un descuido, parece una sutil puesta en escena del técnico para evidenciar la presión a la cual está sometido.

La niña bonita

Es estremecedor lo que ocurre con Lionel Messi, figura determinante, pero de sentimientos mudos. Fue quien dio su venia para que Sampaoli llegara a la banca, fue reconocido como un ser superior por el propio calvo, pero ahora está en otro planeta. Convivir con Messi, motivarlo, ha sido imposible. Solo Sampaoli sabrá cuáles fueron realmente los mecanismos que quiso usar para darle preminencia a su juego. Pero ante Croacia ya parecía que el jugador del Barcelona había abandonado, cantando compungido el himno y casi estático en la cancha. Tan perdido estaba que en su último aliento se detecta como un modesto lateral tratando de cubrir a Kovacic antes de que Rakitic convirtiera el tercer gol de los croatas.

¿Sampaoli versión Montana?

Extremando la comparación, uno podría decir que hay cierto parecido entre la obsesión del DT argentino con la de Tony Montana, el protagonista de la película Caracortada, de Brian de Palma. Ambos no son tipos que respeten los límites convencionales. Así como el agresivo Montana (interpretado por Al Pacino) que llega como preso político de Cuba y se abre camino con inigualable audacia en Miami, Sampaoli dio pasos radicales que le forjaron fama como un entrenador atrevido, apasionado y trabajólico. Les iguala con precisión el ascenso a la cumbre, cuando ambos se encuentran con alguien que cumple un modelo de perfección que nunca imaginaron. Montana queda deslumbrado con Michelle Pfeiffer, y Sampaoli con Messi. Es el punto en que su historia se vuelve completamente dramática, dos personalidades salvajes obligadas a defender lo suyo en medio de la más cruenta competencia. Montana terminó en su mansión luchando contra todos y Sampaoli todavía sobrevive afirmado en su ego antes de ubicarse en la orilla de la cancha en San Petesburgo.

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