Una de las cosas más características del sur de Chile es su arquitectura, tan distinta al valle central. Y quizás fundamental sean las tejuelas de alerce que protegen del viento, la lluvia y el frío, que aparecen tímidas en las paredes de las casas de la VIII Región, aumentando a medida que avanzamos por Osorno y Puerto Montt hasta “colonizar” las edificaciones chilotas.

De eso se trata el libro “Tejuelas de Chiloé: la piel del archipiélago” (Liberalia, 2018), del arquitecto e ilustrador Francisco Ramos (1954). Una guía que nos enseña a distinguirlas y entenderlas. O como define Edwards Rojas, Premio Nacional de Arquitectura 2016, en el prólogo: “Un estudio casi zoológico de la piel de esta arquitectura viva que nos va enseñando que sus escamas son tejuelas fabricadas con una madera de color rojo. Un estudio artístico, matemático y geométrico de esta piel”.

El libro incluye fotos e ilustraciones de todo el proceso de construcción de tejuelas cuyos patrones superan los 100 cortes distintos y 200 combinaciones.

“El 2011 viajé por motivos familiares a Ancud. Hice una libreta de viajes, boceteando todos los modelos de corte de tejuela que encontraba a mi paso”, explica Ramos. Cinco años después logró terminar el proyecto, recorriendo junto a su mujer, la también arquitecta Alicia Müller, el resto del archipiélagos, conversó con maestros tejueleros de la isla y, finalmente, sistematizó la información.

—¿Por qué en Chiloé se instaló tanto este tipo de arquitectura?

—La arquitectura chilota es como su cultura, un enclave en el tiempo. Quienes la conquistaron sostuvieron su fidelidad a la Corona hasta muy avanzada la República. Eso, junto con las inhóspitas condiciones meteorológicas durante su prolongado invierno y la distancia física del centro político del país han ayudado a mantener en el tiempo soluciones de habitabilidad óptimas para la región, debido, entre otras causas, a la escasez de materiales constructivos diferentes a la madera.

—En el libro hay más de un centenar de patrones de tejuelas.

—La tejuela chilota es un material vivo de construcción hecho a mano, con toda la dinámica y variabilidad del objeto artesanal. En Chiloé se construye con el cariño familiar que impregna todas sus relaciones sociales.

Para el autor, “la tejuela más simple es la más bella. La tejuela recta, en todos sus anchos, en todas sus diferencias de combinación con otros cortes de tejuela y sus diferencias de altura de hilada en hilada”. También destaca “la recta octavada en un cuarto de cada lado, en un tercio o incluso llegando a ser punta de flecha”. “Un aspecto muy interesante es que la tejuela presenta diferentes aspectos, tanto en su dinámica de disposición como en relación con el universo cromático con el que son tratadas”.

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