Ha demostrado que no tiene ni autoridad ni, por lo visto, conocimiento y habilidad para manejar un plantel con el mejor jugador del mundo”.

Ricardo Kirschbaum,

editor general de Clarín.

El Sampaoli que vemos hoy está totalmente ‘desbielsado', en lo futbolístico y en lo personal”.

Rodrigo Cauas, sicólogo

y coaching deportivo.

“Es un sueño que anhelaba hace mucho tiempo”, decía, emocionado, Jorge Sampaoli el 1 de junio del año pasado. Rodeado por su familia, y al borde de las lágrimas, el técnico cumplía ese anhelo con el que fantasiaba desde que no pudo ser futbolista profesional, y se colaba en las charlas y entrenamientos de Bielsa para aprender un poco más.

“Ojalá que la gente pueda enamorarse del equipo”, agregaba. “Me gustaría participar de una regresión hacia los valores de la bandera y la Argentina”.

Su ilusión no era solitaria. La albiceleste estaba desesperada, a punto de quedar fuera del Mundial, y aunque la primera opción —Diego Simeone— no aceptó, los hinchas y expertos lo veían como una buena alternativa, recordando todo lo que había logrado con Chile, y que ellos mismos padecieron.

Pero, poco más de un año después, el sueño cada vez se transforma en pesadilla. Tras perder ayer, la selección argentina empieza a pensar en otros resultados, a consultar la calculadora a la que no están acostumbrados para esperar un milagro que los mantenga en Rusia.

“El equipo de Leo”

Rumores de la prensa argentina apuntan a una rebelión, que los jugadores pidieron que no los dirija en el próximo partido, el martes contra Nigeria. Incluso un audio filtrado del mismo Simeone decía: “está claro que ahora en el vestuario se están agarrando a trompadas, alguien se tiene que pelear”.

Sampaoli ya no tiene aliados, ni en su círculo más cercano. En el entrenamiento del miércoles se acreditó una pelea a los gritos con Beccacece, el hombre a quien define como su “hermano”. El es su eterno compañero de ruta, el que lo acompañó durante 15 años desde lo más bajo hasta la gloria en Chile y que había decidido seguir su propio rumbo, pero que no dudó un segundo en sumarse a su sueño mundialero.

Futbolísticamente, Sampaoli no logró producir esa revolución que sí generó en la U y en La Roja, a la que llevó al primer título de su historia en la Copa América 2015.

En sus 13 partidos al mando de Argentina, jamás repitió el mismo equipo, y el nivel parece ser cada vez peor. Contra Croacia, de hecho, alineó como titular a Enzo Pérez… alguien a quien sólo convocó a última hora, como emergencia por la lesión de uno de sus 23 elegidos iniciales.

Ni hablar de Messi, el supuesto mejor jugador del mundo que sigue sin responder con su selección pero a quien él sigue tratado de blindar de cualquier crítica; si antes del Mundial Sampaoli definió a la selección como “el equipo de Leo”, esta semana incluso lo situó en un lugar casi divino, tildándolo de “prócer”. Incluso, se dice que Messi y Sampaoli se reunieron antes del partido para definir estrategia.

“Le quedó grande el poncho. Tampoco sus declaraciones lo han dejado bien parado, como el hablar así de Messi”, apuntó Claudio Borghi, quien está comentando el Mundial para Telemundo.

Ahora Sampaoli es un atado de nervios. Si la emoción que en el primer partido ante Islandia lo desbordaba al escuchar el himno, ayer se transformó en un émbolo de desesperación, con gestos impropios para un líder que, se supone, debe imponer cordura y calma.

Hasta insultó groseramente a un jugador croata, momento captado por las cámaras de todo el planeta. “Impresentable. Arrogante, ignorante”, fueron adjetivos del ex campeón del mundo Osvaldo Ardiles ante eso. Tampoco saludó a Zlatko Dalic el DT rival antes de irse indignado.

“El técnico ya ha demostrado hasta el hartazgo que no tiene ni autoridad ni, por lo que se ha visto, conocimiento y habilidad para manejar un plantel con el mejor jugador del mundo”, escribió hoy Ricardo Kirschbaum, editor general de Clarín. “Impotente, Sampaoli terminó siendo lo que le sale más natural: un barra que insulta a los jugadores rivales, que en lugar de conducir vocifera y gesticula ‘sacado' ante un conjunto noqueado futbolística y físicamente”.

El amor que pretendía generara su equipo entre los hinchas, ya se transformó en odio. En un hecho jamás visto en la historia de la selección argentina, los hinchas ayer en Nizhni se unieron para un grosero cántico en su contra.

“Ha perdido el norte”

El Sampaoli que vimos en Rusia no se parece al que conocimos en Chile. El buzo de pantalón pitillo fue reemplazado por un elegante traje negro. Ese técnico casi tímido que se alejaba de las cámaras, hoy entiende los brazos y exhibe nuevos tatuajes que cubren sus brazos en su totalidad.

Para Rodrigo Cauas, EMD en psicología y coaching deportivo, todas esas son señales de un cambio profundo. “Algo le pasó, y creo que lo empezamos a evidenciar en algún momento entre que ganó la Copa Sudamericana 2011 con la U y su llegada a la selección chilena al año siguiente. Siempre estuvo más enfocado en el resultado que en el cómo, y eso hace que las formas no sean las idóneas y pierdes consistencia. Todos sabemos que desde chico lo único que quería era dirigir a la selección de su país, pero ha perdido el foco. Le pasó la cuenta esa carga de no ser conocido en su país”.

“Hay un ejemplo claro de esto”, agrega. “El periodista argentino Roberto Cox contó que cuando le presentó su documental sobre él —La Revancha del Ninguneado— lo vetó de inmediato y hasta lo amenazó. Ni siquiera lo vio, pero el hecho que estuviera la palabra ‘ninguneado' lo desestabilizó. Eso te habla claramente de cuán preocupado está de todo lo externo, de lo emocional, más que de su labor”.

“En suma, se ha convertido en otra persona. El llegó a Chile por seguir una filosofía apegada a Bielsa, pero hoy está totalmente «desbielsado», en lo futbolístico y en lo personal, y casi no tiene ningún símil con quien fue su referente, salvo eso de pasearse todo el rato en la banca. Los expertos coinciden en que sus equipos ya no juegan como antes y hay otros signos: se hizo un Twitter, publicó una autobiografía antes del Mundial y empezó a dar entrevistas individuales, lo que nunca hacía. Entendió que para lograr su propósito tenía que sacarse ese envoltorio, pero nunca se preocupó de desarrollar una inteligencia emocional que es clave para liderar un grupo sin perder el norte”.

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