Es un documento de una época que tuvo que derribar y refundar muchas producciones artísticas, lingüísticas, sociales, eróticas y políticas”.

Tomás Harris

Director Ediciones Biblioteca Nacional

El dadaísmo fue un fugaz, pero influyente movimiento vanguardista anti-arte proclamado en París por Hugo Ball y Tristan Tzara en 1917. A través del sinsentido y lo aleatorio de las palabras, buscaban oponerse a toda institucionalidad cultural.

Y ahí estaba metido Joaquín Edwards Bello, a través de un curioso folleto publicado en 1921, firmado como Jacques Edwards y con el título de “Metamorfosis”. Se había autoexiliado en Francia en 1912 tras la tremenda polémica de su novela “El inútil” (1910), donde se reía de la idiotez y los vicios de la misma élite a la que pertenecía.

Tzara, asombrado por su humor y carácter irreverente, lo nombró “Presidente para Chile de Dadá”, en el “Salón de los Independientes”, colectivo parisino —“sin jurado ni premios”— que tuvo entre sus miembros a Matisse, Miró, Kandinsky, Diego Rivera y Dalí, entre otros. Y aunque ni el propio Bello le dio mucha importancia, el poemario dadaísta formó parte incluso de la retrospectiva del movimiento en el MoMA: “Dadaglobe, Reconstructed” (2017).

“Sigue siendo un libro secreto”, señala Thomas Harris, poeta y director de Ediciones Biblioteca Nacional, que acaba de reeditar la obra, y que será presentará en la Feria del Libro de Lima (20 julio-5 agosto). “Es un documento de una época que, por su contexto de entreguerras, tuvo que derribar y refundar muchas producciones artísticas, lingüísticas, sociales, eróticas y políticas. El arte tuvo también que situarse en las trincheras, en la calle, en la vida misma. Y ese fue el contexto que Edwards Bello conoció”.

Sueños, amor, cuerpo

“El dadaísmo fue la estética de los sueños, del amor, del cuerpo, del humor, de la política, de la experimentación en todo orden de cosas y que continuó Bretón con el surrealismo, una de la mayores revoluciones estéticas del siglo pasado”, dice Harris.

Aunque advierte que no fue por generación espontánea: “Ya estaba la patafísica de Alfred Jarry, desde el simbolismo francés, con las propuestas y experimentaciones en la vida misma de un Baudelaire, un Rimbaud, un Lautréamont, el verdadero romanticismo, según Octavio Paz, aquel que funda lo que él llama la tradición de la ruptura”.

Para Harris, el mundo profetizado en estos textos dadaístas se va haciendo más radical mientras avanza el siglo XX.

“Está la disyuntiva entre cambiar la vida o cambiar el mundo. Rimbaud o Marx. Ahí se produce la gran ruptura, la diáspora estética, por decirlo de alguna manera, entre los surrealistas. Los que se quedan con el pope, es decir Bretón, y los que están más cercanos a Artaud. Es decir, una radicalidad que prescinde de una política funcionaria y se adscriben a una política de la otredad y el cuerpo como algo a deconstruir”.

Protopunk y redes sociales

Según el académico estadounidense Greil Marcus, el dadaísmo inicia una cadena contracultural a escala global que lo seguiría el movimiento beat y el situacionismo que inspiró Mayo del 68 hasta terminar en el “Anarchy in the Uk” de los Sex Pistols. En ese contexto, Edwards Bello sería un inesperado aliado punk.

Harris está de acuerdo y va más allá. “Lo vinculo con Ginsberg, Kerouac, Ferlinghetti, Corso y músicos poetas como Bob Dylan, Tom Waits, pero también Facebook y las redes sociales en general”.

“Podríamos resumir este ethos de las vanguardias siguiendo la idea de Peter Burger, quien dice que los movimientos vanguardistas negaron los fundamentos de la autonomía del arte: la separación del arte respecto a la praxis cotidiana. La producción individual y su recepción individual. Es decir, que la vanguardia buscó la superación del arte autónomo, en el sentido de un redireccionamiento del arte hacia la praxis cotidiana”.

—El lenguaje de Edwards delata el temprano aburrimiento con las formalidades dominantes: “DADÁ DESTRUIRÁ DADÁ”. ¡Incluso el propio poema estaba consciente de su autodestrucción!

—El primer gesto en relación con el lenguaje en los comienzos del siglo pasado fue de una radicalidad política sólo comparable al romanticismo alemán de los albores del siglo XIX. Dadá tiende a hacer una tabla rasa, ya sea en el poema mismo como en el discurso que contiene. Luego, en el surrealismo está la idea de experimentar sobre el propio cuerpo y la impronta de que para el poeta tiene que ser horrible trabajar sobre sí mismo.

Tras su publicación regresaría a Chile y se convertiría en un cronista reputado. El libro que lo seguiría quedó ahí, sin jamás editarse. Fue anunciado en la última página de “Metamorfosis”: “Próximamente, FIVE O'CLOCK TE DEUM. La diabetes en la historia universal”.

En el prólogo, Julio Ortega, de la Universidad de Brown, lo define como “irónico, enmascarado y proteico” y propone que “quizás Jacques Edwards haya asumido el acto más dadaísta: renunciar a Dadá y convertirse en Joaquín Edwards”.

Ilustración inédita de 1920 incluida en el poemario.

Lo que contiene el libro

Presidente DADÁ

El libro, dedicado a Tzara (“inventor de la lengua francesa”), juega con mayúsculas, comas, frases inconexas o un extraño sentido del humor. Por ejemplo en “Tango” dedica 10 páginas a esta música con versos como “A la Argentina/¡La culpa fue de aquel maldito tango!/SE RUEGA HACER VISAR SUS PASAPORTES AL CONSULADO”.

O su particular visión del movimiento en “Espiral”: “Señores: DADÁ no significa nada” (…) DADÁ es bueno porque no concede ninguna importancia a la eternidad/ Historia, policía privada, cocina, box, medicina, todo es DADÁ. En todas partes está DADÁ. DADÁ DA DADÁ DAR”

Y el poema “Aviación”, que abre con este verso: “Mosca mosca mosca mosca mosca moscardón”. Además, se incluye la muy poco conocida lustración “Dressin Dadá/1920” hecha en tinta china sobre papel, original de Edwards Bello y disponible en la exposición neoyorquina sobre el movimiento dadaísta.

Edwards Bello antes del autoexilio de 1912.

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