La provocación estremece, mueve a la gente”.

Mateo Iribarren camina por la Plaza Ñuñoa un martes de mayo. Un conductor lo reconoce desde su auto, baja la ventana y lo saluda. “Eres lo mejor que ha tenido Chile”, le grita. Iribarren, mientras se sienta en un banco, le retribuye el saludo al desconocido, con una sonrisa. Probablemente le parece exagerado el “eres lo mejor que ha tenido Chile”.

Lo que no se puede negar es que el actor y director de cine ha estado en varias obras y proyectos que han marcado a la cultura pop chilena. Fue fundador de La Batuta, el emblemático escenario donde pasaron bandas como Los Tres y La Ley, cuando no había otro lugar donde tocar, a principios de los noventa. Participó en las películas El Gringuito y El Chacotero Sentimental, y hace pocos años dirigió “El Tío”, un provocador filme sobre el senador asesinado en democracia, Jaime Guzmán. “La derecha se me vino encima”, cuenta. Hoy está actuando en la obra “Tribus”, en el Teatro UC, en la que representa a un severo padre de un joven sordo y en la que utilizan lenguaje de señas.

—¿Antes habías tenido contacto con el mundo del lenguaje de señas?

—Alguna vez, cuando era joven. Yo estudié en Bulgaria, y una vez fui a un bar con personas con discapacidad auditiva. Es gente que hace mucho ruido, al contrario de lo que se cree. Yo entré a un bar no sabiendo que era para gente con discapacidad auditiva. Y me impresioné mucho, son bastante festivos. Y como no oyen, entonces, golpean las cosas, hay una sonajera tremenda. Pero más allá de esa anécdota, nunca tuve una relación con personas con discapacidad auditiva.

—El año pasado hiciste una obra autobiográfica, “Bulgaria”, donde también hay una relación con la discapacidad.

—Yo tenía un amigo en Bulgaria que era pintor y le faltaban los brazos. Y de esa relación salió una película, en la época que estudiaba cine. Y fue una lección de ética para mí, puesto que yo un poco pasé a llevar su condición. Y tuve una serie de cuestionamientos a nivel ético, digamos, de qué se debe y qué no se debe hacer en términos artísticos. Entonces hice esta obra reflexionando acerca de eso: el arte y la discapacidad.

—¿De qué forma lo pasaste a llevar?

—Le escondí algunas cosas que después salieron en la película. Cosas que él no sabía que iban a estar. Y eso hizo que la película fuera muy interesante, por lo demás. Entonces, claro, él se molestó, y después nos reconciliamos. Pero a mí me replanteó algunas cosas, potentes. Hay algunos que opinan que los artistas tienen todo. Yo creo que no. Hay ciertos límites que no se deben pasar.

—¿Te sirvió para sacarte esa culpa?

—Claro, fue una manera de exculparme. También me sirvió para enfrentarlo y contarlo públicamente. Esto ocurrió en Bulgaria hace treinta años atrás, es algo que ya está prescrito a nivel moral. Pero, digamos, en las obras que hago siempre trato de hablar de cosas que conozco y de temas que me han tocado de alguna forma.

—Además de actor, fundaste La Batuta. ¿Cuán importante es la música para ti?

—Toco piano, toco guitarra también. Estuve mucho tiempo en La Batuta, administrando, y era como parte del staff artístico. Yo y mi hermano levantamos eso. Ahí levantamos a Los Tres, a Los Tetas, La Ley, Jorge González. Ha pasado mucha música por ese lugar. En el 87 no había nada, no había espacio para tocar, lugares, e infinidad de bandas que sonaron y siguen tocando pasaron por La Batuta.

—¿Eras rockero?

—Me gusta la música buena, pero no me comporto como un rockero. Era más punk, o sea, era peor (ríe). Los Fiskales Ad Hok eran como de la casa, hicimos un disco con ellos. Yo amo la libertad por sobre todas las cosas. Creo que la libertad es un tesoro muy preciado que la sociedad y los individuos deben saber conservar. Me gusta que la juventud, sobre todo, tengan libertad.

—¿Y tú has tenido esa libertad?

—Yo creo que sí. Nunca me censuré. Hice una película, “El Tío”, sobre Jaime Guzmán, y se me vino toda la derecha encima. Fue terrible eso. Pero eso habla de mi libertad, nunca me he limitado. Ahora estoy en un proyecto de teatro erótico, de espectáculo erótico. Y es erotismo desatado. No es soft. Hay que atreverse a entrar en el mundo del erotismo. Creo que estamos en una sociedad que ya está madurando, como para tener un movimiento erótico que sirva para descomprimir. La sociedad chilena ha sido súper reprimida durante toda su historia.

—¿Te gusta provocar?

–Sí, claro. La provocación estremece, mueve a la gente. Y si es algo, bien hecho, está bien provocar y crear cierta alarma pública. Cuando lo que tú haces no tiene ninguna consecuencia, quiere decir que no es un buen camino.

LEER MÁS
 
Más Información