No recuerdo algo que se le compare (la burla a RaimundoTupper), como mensaje de crueldad”

Abogado de la U. de Chile, Roberto Rabi González es hincha del fútbol y autor de tres libros sobre el fanatismo de la actividad. Además, el fiscal que más casos sobre violencia en los estadios ha visto en el país.

Por eso, le preocupan los últimos antecedentes que aparecieron en nuestro medio. El primer aviso fue en el Clásico Universitario del 13 de mayo, cuando un hincha de la U se “disfrazó” como el fallecido Raimundo Tupper, ídolo de la UC.

“No recuerdo algo que se le compare, sobre todo como mensaje de crueldad. Hay cuestiones que, sin disminuir su gravedad, se pueden entender dentro de un contexto, como las relacionadas con el racismo, por ejemplo. Pero este es un asunto bastante particular y muy, pero muy cruel”, analiza.

“Es más preocupante porque no tiene nada que ver con la manera habitual de apoyar a un equipo, que dentro de los márgenes que se suelen entender de fanatismo, van por el carril de la burla al rival. Y entendiendo que en ese contexto, las manifestaciones responden más al comportamiento de un niño que de un adulto, pero aquí hubo una alusión concreta a una persona que sufrió un drama bastante fuerte que lo llevó al suicidio... Soy hincha de la U, pero cosas así son indefendibles”.

—Se le identificó en tiempo récord y hubo un castigo: 4 años sin poder entrar a ningún estadio.

—Una pena jurídicamente muy acorde a la falta, a mi parecer. Sin embargo, al partido siguiente la barra de la U volvió a referirse a Tupper y al hecho, en tono desafiante. Eso nos da a entender que, básicamente, no hay una legitimación de las sanciones. Hay un grupo en esta sociedad, que no es menor, que entiende que los castigos que se aplican son injustificados y, por ende, repetir algunos actos se relaciona con un sentido de provocar. Lamentablemente, dentro de su escala de valores esta gente piensa que aquellos que toman las decisiones están equivocados. Y, por lo tanto, hay que seguir desafiándolos.

“Es importante conocerlos”

El otro caso que le llamó la atención fue la “persecución” a Gabriel Milito.

“Eso es todavía más preocupante, no sólo porque supone un accionar más coordinado y colectivo, sino sobre todo porque va en la línea de ciertos tipos de conducta a los que no estamos acostumbrados. Y un cambio en esa dirección sí que puede ser peligroso”, relata. “Hay cuestiones que no se dan en nuestro medio, como la asociación con organizaciones criminales vinculadas al tráfico de drogas, o el uso masificado de armas de fuego en los estadios, cosas que sí se dan en Brasil, Argentina o México, por ejemplo. Y deberíamos estar atentos a si se abre la puerta a alguna de estas conductas”.

—¿Existe un perfil delictivo al cual atenerse?

—Lo más complejo del hooliganismo en los 80 era la falta de un grupo en el cual concentrarse, al cual atacar. La figura del ciudadano común y corriente que, el fin de semana, se transformaba. En Chile antes era mucho más fácil identificar un modo de actuar, o rasgos más comunes, de los barristas. Ahora dentro de esas mismas barras existen subgrupos, sectores y guerras internas de poder, por lo que ya no se puede hablar genéricamente de un hincha que obedezca a una cierta lógica. Y por eso hay que reflexionar sobre el fenómeno del energúmeno, de ese hincha que no piensa ni razona, saber por qué aparecen y en qué contexto actúan.

—Nos comenzamos a asemejar a los hooligans.

—Claro, y por eso no podemos seguir pensando que estos sujetos responden a patrones, ni pretender que simplemente se puede solucionar con la aplicación de un castigo. Lo peor que podemos hacer es caricaturizar a los hinchas, sólo pensar que es una persona subnormal, que es violenta y que actúa de manera colectiva causando actos de vandalismo y destrozo… Es importante conocerlos para tener criterios de diagnóstico y de acción orientados a corregirlo.

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La emboscada que sufrió la semana pasada el entrenador de O'Higgins, Gabriel Milito, por parte de un grupo de barristas que interceptaron su auto en el centro de Rancagua para exigirle que se fuera del club, puso en evidencia la sensación de inseguridad a la que están expuestos jugadores, técnicos y hasta dirigentes.

Sin ir más lejos, hace sólo dos semanas, la barra de Wanderers ingresó al entrenamiento del equipo para expresar su molestia por el mal rendimiento, y en esa “visita” aprovecharon de robar indumentaria deportiva. Fue el propio entrenador, Moisés Villarroel —ex jugador, símbolo del club—, quien recuperó parte de lo sustraído al ir personalmente a reclamarlos tras enterarse de dónde estaban los sujetos.

En 2012, el Consejo de Presidentes de la ANFP aprobó castigar a clubes que tuvieran algún tipo de vínculo con las denominadas barras bravas, y la ley de violencia en los estadios, en una de sus tantas modificaciones, eliminó el concepto de “barra” de la legislación.

Todo esto gatillado por la denuncia pública hecha ese mismo año por el ex delantero de Colo Colo Carlos Muñoz, quien después de entrenar fue abordado en la calle por integrantes de la Garra Blanca. Exaltados, le recriminaron su falta de apoyo en una polémica con los directivos del club. Luego, recibió un llamado telefónico de uno de los líderes de la “garra” para decirle que recibiría una golpiza.

“En Chile se está comenzando a ver este tipo de situaciones que en Argentina son pan de cada día. Acá no es habitual, aún. Lamentablemente, se copia lo peor”, sostiene Daniel Morón, ex arquero de Colo Colo, quien conoce ambas realidades.

A modo de ejemplo, en marzo de este año los líderes de la barra de Boca Juniors, “La 12”, entraron en autos con vidrios polarizados a una práctica privada del equipo para amedrentar al plantel, y a fines del año pasado, barristas de Independiente secuestraron al DT, Ariel Holan, en plena calle, para amenazarlo y pedirle dinero.

Fue en Argentina donde nació el concepto de “apretar”, que en el fútbol “representa al grupo de barristas que se acercan y encaran a jugadores y cuerpo técnico para presionar, sin seguridad alguna. Es un acto intimidatorio para pedir más actitud en la cancha o dinero”, explica Claudio Cerviño, editor de Deportes del diario La Nación, de Argentina.

Directivos también han sufrido estos “aprietes”, como el lienzo que decía “Vial y Mosa los vamos a matar”, en el estadio Monumental en enero, apuntando a los dos principales accionistas de Blanco y Negro. Del mismo modo, Carlos Heller, presidente de la U, ha recibido amenazas y rayados. El último fue la semana pasada, luego de quedar fuera de la Copa Libertadores, con grafitis que lo insultaban y pedían su renuncia .

“La presión está inserta en este trabajo”

“En 2002, durante una práctica de Colo Colo llegó un grupo de hinchas a increpar al plantel en su entrenamiento por haber perdido un clásico, Sin miedo, me acerqué al grupo y le dije, ¿acaso se creen más colocolinos que yo?”, asevera Morón, por entonces preparador de arqueros del equipo albo, que era dirigido por Jaime Pizarro.

“Crecí en la escuela argentina. Yo jugaba en Unión de Santa Fe y mis compañeros siempre se enfrentaban a los barristas. Una vez la barra de Rosario Central entró a la ciudad deportiva, pararon el entrenamiento y con pistola en mano amenazaron a los jugadores”.

“Para un jugador de fútbol —añade Morón— la presión está inserta en su trabajo. Esta presión es más fuerte si juegas en equipos populares, dependerá de la personalidad de cada futbolista el cómo enfrenta estos aprietes. Yo una vez me fui de combos con un jefe de barra de Unión de Santa Fe. Menos mal que me vendieron luego a Colo Colo”.

Gabriel Mendoza, campeón de la Libertadores con Colo Colo en 1991, recuerda: “A nosotros en una ocasión nos estaban insultado en el entrenamiento por fuera, en la calle. Nos enojamos y corrimos a las rejas, nos pasamos al otro lado y los perseguimos. Lograron arrancar. Esto le hace muy mal al fútbol chileno, es una mala presión, porque al final perjudica al club”.

Sifup: “Los clubes deben denunciar”

“Cuando se dan estos casos de aprietes en los entrenamientos, es el empleador el que debe asumir las medidas de seguridad para protegernos”, sostiene Gamadiel García, presidente del Sindicato de Futbolistas Profesionales (Sifup).

“Primero, hay un tema social, que es difícil de solucionar de manera rápida. La gente que va al teatro no le pega al actor cuando no le gusta la obra ni le tiran piedras a la pantalla en el cine si la película es mala. Segundo, las penas son bajas para quienes amenazan, insultan o agreden a jugadores y cuerpo técnico. Hoy, el escenario es muy fácil para que un tipo de estos haga lo que quiera sólo porque el club no gana. Si bien hay una regulación dentro de los estadios, la cosa se escapa con estas amenazas y aprietes en las prácticas o en las calles. Es ahí donde necesitamos una mayor cobertura legal. Las penas se deben endurecer y los clubes deben denunciar estas conductas delictuales”.

Anuncia que “este tema se debería tocar de manera tripartita entre la ANFP, Estadio Seguro y nosotros, para que el castigo sea más duro. Pero nada puede garantizar que un tipo, fuera de sus cabales, te agreda en la calle”.

El diputado Matías Walker, miembro de la Comisión de Deportes de la Cámara y uno de los patrocinadores de la ley de deberes y derechos en el fútbol (19.327), apunta que “este tipo de situaciones están sancionadas en la ley bajo delito de amenazas con motivo de un partido de fútbol profesional. Sin perjuicio de la sanción penal y precautoria de prohibición de ingreso que pueda decretar un tribunal, clubes o la ANFP pueden aplicar prohibición de acceso, de aplicación solidaria para todos los estadios. Además, clubes y dirigentes pueden ser sancionados con multas si hay negligencia o complicidad. El mensaje a los jugadores y técnicos es atreverse a denunciar,”

En efecto, en la ley 19.323 el “apriete” se interpreta como una amenaza y tiene sanción cuando se produce, además del estadio, en un entrenamiento, en los traslados, y concentraciones. En ese caso, los autores arriesgan castigo de 3 años sin poder ingresar a un estadio en Chile. A esto se le suma lo que pueda establecer una sanción de tipo penal si es que se llega a esa instancia. Las amenazas en la calle deben ser denunciadas bajo delito por el Código Penal. El caso de Milito está siendo investigado por solicitud de la Intendencia de la VI Región, que a su vez pidió expresamente al club O'Higgins denunciar, ya que tiene la obligación de hacerlo de acuerdo al artículo 3 letra H de la ley 19.327.

“No existe plan de intervención sicológica”

El sicólogo deportivo Enrique Aguayo trabajó en Colo Colo seis años y estuvo en la Roja de Juvenal Olmos. En ambas instancias vivió situaciones de tensión con fanáticos. “En Juan Pinto Durán tuvimos que salir por una puerta lateral para que los hinchas no golpearan nuestros autos”, recuerda.

“En sicología del deporte existe un plan de intervención para que el jugador maneje presiones propias del deporte, pero una amenaza de muerte es otra cosa. Ahí no sabes si se trata de un fanfarrón que nunca lo hará o si es un tipo que está dispuesto a concretar dicha acción, como le pasó al seleccionado colombiano Andrés Escobar (quien fue asesinado luego de cometer un autogol en el Mundial de 1994)”, agrega.

Explica que la complejidad del tema radica en que “el mismo tipo que amenaza, va a estar aplaudiendo si el equipo logra una o dos victorias”. Por el contrario, si pierde varias veces consecutivas, la posibilidad de violencia aumenta. “Los dirigentes sacan al DT y se termina la tensión, pero no soluciona el problema de fondo”.

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