“Estas codornices se mandaron un Romeo y Julieta”, dice Carolina Delpiano (50) al evocar el accidente que suscitó la creación de su último trabajo artístico titulado Camposanto.

Alegre y dicharachera, cuenta que su aprendizaje como “sepulturera visual” comenzó hace tres años, cuando una pareja de codornices se estrelló contra el ventanal de su casa-taller en el Arrayán.

“Fue un suceso muy extraño al cual nunca pude darle una real interpretación. Nunca supe si se habían suicidado o qué fue lo que realmente sucedió, pero el hecho es que murieron juntas”.

Sin pensarlo demasiado, comenzó a confeccionar un delicado rito funerario con los cuerpos aún tibios de los animales. Cuenta que los recostó en un cojín de terciopelo y les puso una corona hecha con rúcula. “Luego les prendí unas velas, les saqué fotos y los estuvo velando durante tres días”.

A partir de ese episodio, desarrolló una obsesión por ritualizar estéticamente animales muertos (pájaros, ratones, liebres, gatos, perros), diseñando ceremonias fúnebres fotográficas que desembocaron en la muestra “Un metro de tierra” realizada en Valparaíso en 2016.

Camposanto

La versión ampliada y corregida de la exposición, Camposanto, se realizó el mes pasado en la galería “aquí”, ubicada en el barrio Bellavista, en el antiguo taller del pintor y premio nacional de Arte, Camilo Mori. “Me gusta la taxidermia, pero mi trabajo es todo lo contrario. No trato de activar a los animales en movimiento como lo hace la taxidermia. No es un trofeo de caza. Es un ritual funerario”, explica.

Incorporó trabajos de la muestra anterior, sumó servicios funerarios inéditos y añadió una gran pieza textil de 260 x 260 cm que funcionó como “la reproducción de la vista cenital de un metro de tierra”.

—¿Por qué añadiste la pieza textil?

—Ese metro de tierra lo trabajé como un gobelino. También es una referencia al metro de tierra que nosotros ocupamos, el vaciado de nuestro propio cuerpo.

Para montar la obra, trabajó con su amigo y socio creativo, el escritor Rafael Gumucio, quien colaboró con un poema titulado “Versos para el entierro de un pájaro” que trae un epígrafe del primatólogo español Pablo Herreros.

—Gumucio me dijo que tu hacías bonito lo terrible. ¿Estás de acuerdo?

—Yo creo que sí. Lo que pasa es que él lo descompone de otra manera. Yo no pienso en transformar en bonito lo terrible, sino que más bien creo que ambas cosas, el horror y la maravilla, son fuentes inseparables de mi mirada artística. Pienso que en esta muestra se produjo una fricción entre el horror que nos produce la muerte y la maravilla que provocan las imágenes.

Formación picoteada

Multifacética y prolífica (periodista, decoradora, fotógrafa, artista visual), Delpiano se tituló de diseñadora gráfica en el Instituto Profesional de Santiago, estudio Arte en la Universidad de Chile y a mediados de los 90 comenzó una impensada carrera como periodista por casi una década en programas de televisión como Gato por Liebre y Plan Z. “Tengo una formación un poco picoteada. Creo que he hecho un poco de todo”.

Carolina trabaja en cualquier parte de su casa y dice que no existe separación entre lo doméstico y lo artístico en su vida.

—¿Qué te inspira como artista?

—Me interesan los artistas en general que además de tener una buena obra, tienen una buena vida. Y cuando digo una buena vida me refiero a personajes excéntricos. Los que hacen de su vida lo que les da la gana; los que son creativos cien por ciento, los que no separan el cotidiano de lo laboral. Esas son las personas que más me interesan.

—Eres diseñadora, fotógrafa y artista visual. ¿Cuál es el hilo conductor estético que cohesiona tu trabajo creativo?

—Pienso que se trata de mi interés por el otro y su biografía. En mis años de periodista lo que más me gustó hacer fue un programa en ARTV que se llamaba «El sillón verde» donde entrevistaba artistas y creativos de distinta índole.

—¿Y qué era lo que te gustaba de El sillón verde?

—Siempre me interesó entender los procesos creativos de los artistas y la gente que piensa de manera distinta. Y si tuviera que trazar un punto exacto, te diría que lo más que me llama la atención es la infancia de los seres creativos.

—¿Cuál es la relación entre tu infancia y tu trabajo como artista?

—Mi exposición recoge un instante de mi infancia donde el patio trasero del jardín era un universo inconmensurable. Me acuerdo que cuando era niña armaba ciertas composiciones con flores, hojas y animales muertos; entonces pienso que mi trabajo mantiene aún esa relación con la infancia.

—¿En tu trabajo visual predomina lo estético o lo emocional?

—Ambas, pero yo creo que viene más desde el amor y la ternura. Nunca llego a una idea por un proceso racional. Me muevo desde la emoción y después uso la racionalidad para estructurar. La aproximación estética es parte de lo que me sale fácil hacer. Por eso en esta exposición traté de ponerle el mejor traje a cada uno de los muertos y di lo mejor de mí en estos servicios funerarios, bellos y delicados.

LEER MÁS