Un estudio de 2015 muestra que más del 60% de los estadounidenses de 40 años y más considerarían un entierro “verde”, sin embalsamamiento y un féretro biodegradable”.

Un creciente número de personas está tomando el camino de la cremación directa; un féretro simple, transporte, refrigeración e incineración sin parientes presentes”.

Más de 100 personas mueren por minuto. La mayoría de estos decesos traen no solo dolor, sino que también ganancia para otros. Las más de 2,7 millones de muertes al año en los Estados Unidos son el sustento de una industria que en 2017 se tradujo en 16 mil millones de dólares, 19.000 funerarias y más de 120.000 empleados. En Francia el sector genera alrededor de 2.500 millones de euros (3.100 millones de dólares). El mercado alemán arrojó cifras de 1.500 millones de euros en 2014 y dio empleo a cerca de 27.000 personas, un sexto de ellos empresarios funerarios. En Gran Bretaña la industria se estima en alrededor de 2.000 millones de libras (2.800 millones de dólares) y 20.000 empleados, un quinto de ellos empresarios funerarios.

En las décadas venideras, y con el envejecimiento de la generación de posguerra —los baby boomers—, la tasa de mortalidad en EE.UU. se incrementará de un actual 8,3 por mil habitantes a 10,2 en 2050, de 10,6 a 13,7 en Italia y de 9,1 a 12,8 en España. Vislumbrando el crecimiento sostenido de clientela, los administradores de fondos —desde aquellos más arriesgados hasta los más conservadores— han ido apuntando hacia el negocio de la muerte. El año pasado, el Fondo de Pensiones de Profesores de Ontario adquirió uno de los negocios funerarios más grandes de España por 117 millones de libras —originalmente en manos del Grupo 3i, una empresa de capitales británicos—, y aumentó su participación en un equivalente francés. El negocio de los cadáveres es visto como altamente predecible, no amarrado a otras industrias, ligado a la inflación, de bajo riesgo y altos márgenes.

Pero en algunas partes del mundo se está gestando un cambio profundo en relación con lo que la gente espera de las funerarias. Escribía Thomas Lynch en “El Enterrador” (1997), un sabio libro acerca de cómo mantener su “lúgubre negocio” en un pequeño pueblo norteamericano: “Cada año sepulto a unos cientos de mis conciudadanos. A otro puñado los llevo al crematorio a ser incinerados. Vendo ataúdes, bóvedas y urnas para las cenizas. Me encargo de las lápidas y memoriales. También de las flores, a comisión”. Los cambios sociales, religiosos y tecnológicos amenazan con poner ese modelo de cabeza.

En Norteamérica, el trabajo actual de un empresario de funeraria se asemeja cada vez más al de un planificador de eventos, señala Sherri Tovell, encargada de servicios funerarios en Windsor, Canadá. Entre los requisitos de los funerales más recientes se encuentran un bar estilo “tiki”, margaritas, karaoke y pizza. Algunas personas quieren contratar a un ministro para oficiar una “celebración de vida”, otros pretenden arrojar cenizas al cielo con fuegos artificiales. A las funerarias a la antigua les está costando trabajo encontrar su lugar en medio de tantas excentricidades. Otra tendencia —conocida como “cremación directa”— simplemente no tiene espacio para ellas.

Además de tener que ofrecer mayor diversidad de servicios, la industria también enfrenta competencia en sus productos. Su origen está en la carpintería. “Tú comprabas un ataúd caro y el funeral iba incluido en el precio”, recuerda Dan Isard, asesor funerario en Phoenix, Arizona. El acuerdo tácito era que el difunto sería tratado con dignidad y que los familiares no osarían preguntar si existía una alternativa al féretro de 1.000 o 2.000 dólares, o si embalsamar era realmente necesario. El negocio tiene algo en común con la prostitución, reflexiona Dominic Aykel, de la Universidad de Colonia. Es legal (tal como lo es la prostitución en algunos lugares) pero tabú, “y ciertamente algo de lo que no se discute ni regatea”.

El director de la funeraria solía poder confiar en un flujo constante de clientes que hacían pocas preguntas y a quienes él (pues usualmente era un él) plantearía también pocas. ¿Protestante o católico? ¿Ataúd abierto o cerrado? Y, en algunas partes del mundo, ¿entierro o cremación? Una nueva generación de clientes, sin embargo, ya no confía a ciegas su muerte al director de la funeraria más cercana. Están mirando en otra dirección, sea una nueva estirpe de funerarias, o una cadena de hoteles que “hacen” funerales, o —para el féretro o la urna— Amazon o Walmart.

Competencia rígida

“Está ocurriendo en restaurantes, clubes nocturnos, locales de eventos, clubes de campo, y es muy peligroso”, aseguraba Bill McReavy, un empresario funerario de Minneapolis, a sus colegas que enérgicamente asentían antes sus palabras, en la reunión anual de la Asociación Nacional de Directores de Funerarias (NFDA, por su sigla en inglés) en Boston, durante el otoño pasado. La NFDA anticipa que los ingresos de la industria se estancarán entre 2016 y 2021.

Una razón para esto es la tendencia a largo plazo que se inclina por la cremación, más económica que un sepelio, y abierta a una gama más amplia de ritos. “Necesitas dos cremaciones para ganar lo mismo que con un entierro”, señala David Nixon, un asesor funerario de Illinois. A medida que las familias van viviendo más lejos, es menos probable que los parientes opten por una sepultura en su ciudad natal; la gente, al identificarse con más de un localidad, anhela también más de un lugar para el descanso eterno.

En países religiosos, el sepelio es aún la norma; Irlanda entierra al 82% de sus difuntos, Italia al 77%. Pero más de la mitad de los estadounidenses son cremados, elevándose de 4% en 1960 (ver cuadro) y con una expectativa de alcanzar el 79% para 2035. En Boston, una delegación china aprovechaba las gratuitas «Bereave-mints», pero venían básicamente a aprender de cremación, que subió de 33% en 1995 a 50% en 2012. En Japón, donde la práctica es vista como purificación para la otra vida, es casi universal.

La cremación puede ser aún más económica. En un parque industrial de Amsterdam, un edificio de pocos pisos alberga la sede central de varios sitios web de servicios funerarios, con distintos rangos de precios, y que empalman hacia la misma compañía —Uitvaart24 (Funeral24)—, ofreciendo cremación directa: un féretro simple, transporte, refrigeración e incineración sin parientes presentes, con un costo de algo así como 1.250 euros. “Nuestros clientes o no tienen el dinero o son lo suficientemente sensatos para no querer gastarlo”, afirma Jan-Jaap Palma, uno de los dueños. El negocio se inició hace sólo tres años y hoy en día se encarga de más de 2.600 funerales al año. Palma aspira a convertirse en el más grande proveedor de servicios funerarios de los Países Bajos.

Un mayor número —dentro de los cuales se encuentra David Bowie, fallecido en 2016— está tomando el camino de la cremación directa. En EE.UU. un tercio de las cremaciones ahora son directas. Dignity (Dignidad), proveedor de estos servicios en Gran Bretaña, comenzó a ofrecer “Cremaciones Sencillas” el año pasado. Simon Cox, vocero de Dignity, señala que esperan que el 10% de las cremaciones sean directas para el año 2030. Esto no es sólo por un tema de costos. Muchos deudos aún conmemoran a sus seres queridos. Simplemente separan lo anterior del manejo de los restos mortales y no ven una razón para incluir en esta ecuación a una funeraria. Sin un cuerpo del cual preocuparse, pueden organizar por su propia cuenta un evento en un hotel a la hora que decidan. “El sombrío funeral victoriano está siendo lentamente reemplazado por celebraciones personales más animadas”, señala Cox.

En la convención en Boston, esta separación del cuerpo y la ceremonia es vista como una tendencia preocupante. “¿Dónde está el invitado de honor?... No hay visita y un féretro vacío, no hay embalsamamiento. ¿Cuál es el propósito?”, pregunta Michael Nicodemus, empresario funerario de Virginia, con sus brazos en alto mostrando su desesperación mientras exhibe una diapositiva de un ataúd vacío. Clases como “Dominando preguntas telefónicas acerca de la cremación” enseñan a los asistentes a cómo lidiar con llamadas telefónicas complicadas del estilo “¿cuánto cuesta una cremación?”. Cuando el supuesto cliente, “Helen”, pregunta si puede llevar una urna de Hobby Lobby, una tienda de manualidades, se le recuerda que aquellas no están diseñadas para contener restos. Frente a un cliente que “sólo está vitrineando” se les entrena para decirle “admiro que tome las precauciones necesarias”, y se les sugiere preguntarle a los indecisos cómo sabrán con certeza que los restos cremados pertenecen a sus seres queridos.

La muerte verde

La cremación, directa o de otra manera, no es el único rival del sepelio tradicional. Un estudio de 2015 muestra que más del 60% de los estadounidenses de 40 años y más considerarían un entierro “verde”, sin embalsamamiento y un féretro biodegradable. Cinco años antes las cifras hablaban de 40%. Jimmy Olson, empresario funerario de Wisconsin especializado en funerales verdes, dice que es inconsistente “que alguien que ha reciclado todas su vida y conduce un Prius sea puesto bajo el suelo en una bóveda de concreto, en un féretro sellado con plástico, y su cuerpo inflado lleno de químicos”.

Los estadounidenses entierran cada año 70.000 metros cúbicos de madera, la mayoría comprada a precios inflados a las funerarias, suficiente para construir 20.000 viviendas. Utilizan 1,6 toneladas de concreto reforzado para las bóvedas. La cremación ha ganado popularidad en parte porque parece generar menos desechos. Pero cremar cuerpos requiere energía. Un crematorio convencional a gas emite a la atmósfera 320 kg de carbono por cuerpo (el equivalente a 20 horas de viaje en auto) y de dos a cuatro gramos de mercurio provenientes de tapaduras dentales.

Gran Bretaña tiene actualmente más de 270 cementerios verdes, y el 9% de los funerales son verdes, de acuerdo a la aseguradora SunLife. El atractivo radica no sólo en la ausencia de desechos. Gordon Tulley y su esposa están a cargo de dos cementerios parque, uno en una pradera en Lincolnshire y uno en un bosque en Yorkshire. Los cuerpos sin embalsamar en una simple mortaja o un ataúd de sauce son enterrados en sepulturas de poca profundidad bajo los árboles. “Dos metros bajo tierra (el estándar en cualquier lugar) es demasiado profundo para que las bacterias descompongan el cadáver”, explica Tulley. Los parques son un lugar mucho más grato de visitar que los cementerios, tanto antes como después de una muerte. Puedes reservar el lugar exacto dónde te gustaría depositar tus restos, explica el sitio web de Tulley: “No sepultamos en filas, sino donde quiera que usted o su familia se sientan más a gusto”. Algunos enfermos terminales organizan picnics familiares en el lugar donde serán sepultados. Para un niño, visitar el lugar del entierro asociado a recuerdos felices de un padre vivo no es algo para mirar en menos.

Tales cambios en las “preferencias del consumidor” le crispan los nervios a la mayoría de los empresarios funerarios. Las reacciones varían de la indignación al aceptar el cambio; la mayoría esconde la cabeza en la tierra. Todas estas expresiones se vieron en la reunión de la NFDA. Si pudiera resumirse en una frase, sería: “Ellos no saben lo que no saben”. Esto en referencia a la supuesta necesidad del empresario funerario de “educar” al público acerca del valor de la ceremonia, la conmemoración y —por sobre todo— del propio empresario funerario. Pero no todos están combatiendo el cambio con alarmismo y desdén. Algunos ven la necesidad del cambio. De acuerdo a un veterano de la industria, la convención —que comenzó con los sones de “El mejor día de mi vida”— “solía ser sólo acerca de productos; carrozas, féretros y productos para embalsamar. Ahora se trata de servicios”, señala, mientras gesticula hacia un grupo de jóvenes que están ayudando a las funerarias a transitar hacia Facebook e Instagram.

Veamos al señor Olson. Profesor de música, adquirió un negocio funerario en Wisconsin, transformó una de sus dos capillas en un comedor y se convirtió en el empresario de referencia de la NFDA al cual acudir por funerales verdes. Walker Posey, cuyo abuelo fue carpintero y cuyo padre tenía un negocio funerario tradicional en Carolina del Sur, quiere un día de estos transformar el negocio familiar en una compañía de “celebraciones de vida”, organizando tanto bodas y baby showers como funerales. “Para llamar la atención de aquellos menos tradicionales”, Mark Musgrove, de Oregon, vende espacios para urnas en un bus Volkswagen refaccionado al estilo hippie estacionado en su cementerio. “La necesidad del duelo es la misma”, dice. “Sólo necesitas buscar maneras nuevas de expresarlo. Una foto (en una parrillada) tendrá más significado para algunos que estar mirando a un cuerpo”.

Más que únicamente acomodarse a lo que los clientes quieren, algunos empresarios funerarios están de hecho promoviendo cambios. Los ingenieros han buscado por décadas una alternativa socialmente aceptada para el entierro o la cremación. Algunos crematorios en América del Norte ofrecen ahora hidrólisis alcalina, generalmente publicitada como cremación “verde”, “en agua” o “sin fuego”. Si las compañías de agua pueden superar su aprensión de tener gente muerta disuelta en sus alcantarillas, Gran Bretaña podría pronto seguir el mismo rumbo. El proceso implica disolver el cuerpo en una solución alcalina y luego pulverizar los huesos. Produce menos de una séptima parte de carbono que una cremación tradicional. Joe Wilson, de Bio-Response Solutions, distribuidora de máquinas de cremación sin fuego, señala que las familias la eligen por los argumentos ambientales, pero también porque parece ser menos violenta que el fuego.

La última novedad de la compañía es una máquina para cremación de mascotas. Casi uno de cada cinco empresarios funerarios de los EE.UU. ofrecen cremación de mascotas; Mintel, una empresa de estudios de mercado, afirma que uno de cuatro dueños de mascotas británicos ya ha hecho arreglos, o le gustaría hacerlos en el futuro, para despedir a sus amigos peludos. Tulley vende “Lugares de Descanso Conjunto” en sus terrenos de entierros verdes, donde mascotas y humanos puedan reunirse “cuando llegue el momento”. La máquina de Bio-Response tiene espacio para hasta 20 mascotas al mismo tiempo, cada una en su compartimiento. “Pero sólo un hipopótamo”, añade enigmáticamente Wilson.

Otra forma de hacer dinero con las cremaciones es hacer algo más con las cenizas. Ascensión, una empresa británica emergente, las libera en “el límite del espacio” —luego de un ascenso de 30 km en globo— y ofrece un video del proceso.

Apuntando a sus pendientes, Lori Cronin, quien trabaja en la industria, cuenta que “mi mamá está en mis orejas, la llevo a todos lados, incluso voy a nadar con ella”. SecuriGene, una empresa canadiense de biotecnología, invita a las personas a “celebrar la vida en su forma más pura” enviando una muestra de sangre del fallecido y $500 dólares, para recibir a cambio una pequeña cápsula de acero inoxidable con el ADN extraído.

Al tiempo que los empresarios funerarios más visionarios se extienden hacia lo exótico, sus colegas más tradicionales han visto disminuir sus ganancias. Amazon, Alibaba y Walmart venden una variedad de féretros y urnas en línea. Hasta el momento no son muchos los que compran, pero sí han visto cuánto cuestan y que las funerarias generalmente marginan bastante con esas ventas. Los ingresos por la venta de esos productos en Norteamérica, que aún representan un tercio de las ganancias de las funerarias, han ido a la baja en los últimos cinco años, de acuerdo a la NFDA. El mismo fenómeno se daría en la preparación de los restos mortuorios (otro 14%), una de las principales habilidades enseñadas en la escuela de servicios funerarios.

La tecnología abre espacios a una clientela mejor informada en otras maneras también. Reseñas de las empresas funerarias en Google o sitios como Yelp son cada día más comunes. En Norteamérica, Funeralocity permite a las personas comparar precios. Dignity se encuentra en disputa con Beyond (“Más allá”), un sitio británico para comparar, el cual el año pasado aseguró que Dignity estaba cobrando a sus clientes por sobre los precios del mercado. En el último cuarto de 2017, las alarmas de Dignity se encendieron por el incremento en la competencia de precios frente a nuevos actores en el mercado, y derivaron en una brusca caída en el precio de las acciones. La caída continuó en enero, cuando se vio forzada a bajar sus precios para preservar su participación en el mercado.

“¡Gogléate!” ruge uno de los entrenadores de un seminario de la NFDA acerca de cómo lidiar con milenials. “Cambia o quédate atrás”, añade el otro. “Todo se reduce al hashtag”. Instalar en la profesión el convencimiento de usar las redes sociales puede ser una tarea titánica, señala Zachary Garbow, quien dejó IBM junto a un colega para iniciar una compañía llamada Innovaciones Funerarias. Afirma que han tenido que decirles a empresarios funerarios que querían tapizar Facebook con fotos de carrozas y féretros: “No, por favor no hagas eso; no publicites la muerte”.

Más y más deudos quieren transmitir funerales en vivo; muchos lugares en Gran Bretaña permiten la asistencia virtual a ellos. Videos de funerales y homenajes, generalmente en línea, son más populares. FuneralOne en Michigan vende programas que permiten crear miles al año. En la reunión en Boston, un hombre joven vestido como estrella de rock apunta hacia un dron que su equipo ha sobrevolado alrededor del país filmando paisajes para estos “Homenajes de vida personalizados”. Los empresarios funerarios alrededor se cubren los oídos ante la banda sonora que retumba y acompaña la presentación.

Los muertos tienen dos vidas, explica Robert Hertz, sociólogo, en un escrito de 1907: una en la naturaleza, como materia, y otro en la cultura, como seres sociales. Internet claramente ha ido expandiendo este segundo plano, y los negocios se han sumado, con “velas virtuales” y códigos QR que pueden incorporarse a una lápida vinculada a una página tributo en línea. Facebook ahora ofrece “Cuentas conmemorativas” para aclarar el estado de los usuarios fallecidos. Muchos perfiles se mantienen activos por años luego de la muerte del usuario. Más de un tercio de aquellos que se han inscrito en Cake, una empresa emergente que reúne los deseos de las personas para el final de sus vidas, quieren que su cuenta de Facebook permanezca viva luego de sus muertes.

A Franklin Roosevelt le habría gustado Cake. Su familia encontró las cuatro páginas de instrucciones —para “un servicio de la mayor sencillez”, un simple ataúd de madera, sin carroza, sin embalsamamiento y una lápida no revestida de cemento ni piedras— sólo un par de días después de que la mayoría de esos deseos hubiesen sido ignorados. Fue esto lo que llevó a Jessica Mitford a escribir “Muerte a la americana”, en 1963: “Las probabilidades son que la funeraria sea la que decida lo que es un funeral ‘apropiado'… Incluso si (el fallecido) es el Presidente de los Estados Unidos”. En una edición actualizada publicada de manera póstuma en 1998, Mitford se mostraba decepcionada por lo poco que había cambiado el escenario: los precios habían seguido subiendo y las funerarias aún vendían servicios a los clientes que no sabían, no podían rechazar o tenían demasiada vergüenza como para cuestionarlos.

Una noble empresa

Si Mitford hubiera tenido una tumba de la cual levantarse (no tiene; sus cenizas fueron esparcidas en el mar), podría haber estado complacida por algunos de los cambios que lentamente están sacudiendo a la industria. Lynch, quien en 2013 fue co-autor y publicó otro libro, “El buen funeral”, cree que la industria es su propio peor enemigo. Un énfasis en vender cosas, y por tanto “confundiendo material con sustancia”, ha llevado a una desconfianza generalizada. Pero es al mismo tiempo un firme defensor de la esencia del rol de la funeraria: “Una promesa de llevar a los muertos al lugar donde deben ir”.

“El público tiene el derecho a desconfiar a que se le vendan cajas”, señala. “Cualquiera con un catálogo y una máquina para tarjetas de crédito puede realizar esa venta. Es por el servicio al cuerpo por lo que llamas a la funeraria”. Ese servicio siempre será necesario, sea que lleve por el camino de la cremación directa, la lenta descomposición bajo un árbol que crece o un cohete en el cielo nocturno, e independientemente cómo esté conectado a la conmemoración póstuma de la vida. Las funerarias que entiendan esto probablemente no tienen nada que temer.

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