Me placen todas las reacciones, desde el ‘no entiendo nada' al ‘qué bonito'”.

“En qué momento hice esta cuestión”, se pregunta la pintora Francisca Aninat, al recordar la extrañeza que le produjo ver su obra “Nº 6, Serie Sudamérica” (2015), montada en la muestra “Grandes Artistas Latinoamericanos, Colección FEMSA” en el Centro Cultural La Moneda.

Quitada de bulla y creadora de trabajos minuciosos que requieren gran habilidad manual, Aninat (1979) es la única mujer y la artista chilena más joven del grupo de representantes locales (Jaar, Matta, Zurita) elegidos entre los 110 autores que componen el contundente muestrario que abarca casi todo el siglo XX.

La pieza de Francisca impresiona por sus dimensiones y pulcritud. Con fragmentos de tela cosidos, es un manto enorme de 960 x 560 extendido sobre una rampa a ras de piso, generando una ilusión óptica que asemeja una ola. Mientras la confeccionaba en su taller, “acaparaba todo el lugar y era tan grande que se subía por las paredes.”

Trabajo como búsqueda

“Nunca he visto la práctica artística separada de mi vida personal. Ambos se cruzan”, dice Francisca, casada, madre de dos hijos, y profesora de Arte en la Universidad Alberto Hurtado.

Lo suyo, explica, es trabajar una poética vinculada a las artes visuales, sensorial y lírica, y le atraen los procesos creativos abiertos. “Veo mi trabajo como una búsqueda. Siempre he trabajado desde la pintura. Partí rasgando mis propias telas para luego reunirlas en fragmentos y actos participativos, lo que se juntó posteriormente con la poesía”.

El punto de inflexión se produjo el 2016 cuando realizó “Patio de Luz”, una intervención en el Hospital San Juan de Dios donde recopiló historias orales. “Estuve durante varios meses recogiendo relatos y luego fui armando una serie de libros donde las voces de los otros aparecían articulando narrativas que generaban nuevos lenguajes”.

—Hay un tránsito de la narrativa a la poesía en tu trabajo plástico que ha derivado en la confección de libros. ¿Por qué te interesa el uso de la palabra escrita como material gráfico?

—Pasé de la crónica y el relato a la poesía. Y la poesía la trabajo siempre con la imagen. Es lo que me interesa hacer hoy.

—Explícame esa operación.

—Mis libros no son textos impresos que se pueden leer hacia abajo. La poesía funciona al ir acompañada por el acto físico de dar vuelta las páginas. Mi trabajo tiene mucho que ver con lo corporal. Pienso mucho en cómo se verá un verso acompañado por una imagen. Es una secuencia.

Sus obras en ArtLima

Licenciada en Artes Plásticas en la Universidad Católica, máster en Bellas Artes en Central Saint Martins College of Art and Design en Londres, y ganadora de diversos premios y becas, presentará la próxima semana en la Feria Internacional de Arte de Lima, ArtLima 2018, dos obras: “Antes de llegar” y “Libro abierto azul”.

Pese a su sólida formación académica, afirma que sus referentes artísticos provienen de la calle y de su experiencia en el extranjero. Su trabajo cambió de rumbo cuando se fue a vivir a Europa el 2005 y enfocó su mirada hacia lo que ocurría en Brasil. Ahí se influenció con la artista neoconcreta Lygia Clark, cuya obra se puede presenciar en FEMSA. “Me interesó de su trabajo que se trataba de obras manipulables. Que fueran trabajos participativos me hizo mucho sentido”.

También menciona al arquitecto chileno Alberto Cruz como mentor. “Cuando era muy joven me tocó verlo muy seguido, así que creo que él me inculcó esta idea de siempre ir un paso más allá pensando en la obra. Sacar la pintura del marco y trabajar con otros soportes”.

—Tu trabajo es silencioso, eres una gran lectora y trabajas con fragmentos de cosas diversas. ¿Te interesa la figura de Emily Dickinson?

—Yo la conocí hace poco, pero me interesa mucho el uso que ella hace del fragmento. Esa escritura pequeña e íntima.

—¿Qué es lo que te interesa del fragmento?

—La ambigüedad, la zona gris. Me gusta que mi trabajo sea algo expansivo, que no se reduzca a una sola mirada y que el espectador puede completar la imagen con su propia mirada. Me interesa que haya una cierta seducción en mi trabajo y no dar mensajes sobre cómo debe ser leída la obra. Prefiero dar señales para establecer interrogantes y que sea el propio espectador quien se pregunte qué es esto.

—¿Cómo reacciona la gente frente a tu obra?

—Me placen todas las reacciones. Desde el “no entiendo nada” al “qué bonito”. Generalmente hay preguntas alrededor de la obra. Lo observo cuando veo a la gente mirando en silencio mis trabajos sin saber qué decir.

—¿Qué opinas cuando se te rotula como artista objetual?

—Es que yo creo que todo es objetual. La pintura es un objeto al final. ¿Qué es, si no? Todos estamos rodeados de objetos. Obviamente yo trabajo lo objetual, pero entiendo perfectamente que mi trabajo sea visto como algo no tan clasificable.

—¿Tu trabajo apuesta por los sentidos antes que por lo conceptual?

—Yo creo que sí. Mis obras son pinturas, pero a veces son catalogadas como objetos extraños. Hay gente a la cual le cuesta expandir los límites dentro de la pintura. Y en ese sentido creo que mi trabajo cumple un rol porque a través de los sentidos provoca preguntas.

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