Decidimos trabajar en pos de recuperarlos y transformarlos en parques”.

Cerro La Ballena, en Puente Alto.

Santiago tiene en promedio 3,7 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, mientras que la recomendación internacional dice que deberían ser al menos 20, según explica la arquitecta, máster en Arquitectura del Paisaje de la Universidad de Harvard y directora ejecutiva y una de las fundadoras de la Fundación Cerros Isla, que nació en 2013 al alero de compañeros de la Universidad Católica que por diferentes motivos estaban realizando un curso sobre el río Mapocho y la cercanía con el cerro Alvarado.

“Yo vivía en las cercanías del cerro Alvarado y comencé a darme cuenta que se comenzó a construir y yo subía regularmente el cerro, entonces empecé a investigar qué estaba pasando”, recuerda Picón.

62 en la Región Metropolitana

Así, se dieron cuenta que existían estos cerros islas en el valle de Santiago y gracias a un Fondo de Políticas Públicas de la PUC hicieron el primer catastro de estos cerros, los que suman 26 en el área urbana, pero en total hay 62 dentro de la Región Metropolitana.

“Los cerros islas tienen un gran potencial y decidimos trabajar en pos de recuperarlos y transformarlos en parques y ponerlos al servicio de la ciudad y sus habitantes”, sostiene la arquitecta.

“Si estos 26 cerros se pensaran como áreas verdes, en total sumarían alrededor de 5 mil hectáreas, por lo que pasaríamos de 3,7 hectáreas a 11,6 hectáreas por habitante”, dice Picón.

Además aporta que la mayoría de estos cerros se encuentran en las zonas más vulnerables de la capital y con menos áreas verdes. “Por lo que podríamos ayudar a la accesibilidad y a terminar un poco con la mala distribución que existe en este ámbito”.

—¿En qué estado están estos cerros isla?

—Te puedes encontrar de todo. Tenemos identificado el estado de cada uno, desde su estado de conservación, la relación con la ciudad, si están construidos o no, si hay accesibilidad o no, si son públicos o privados. Muchos son privados. Hay cuatros municipios que están trabajando en los cerros porque son terrenos públicos, estos son San Bernardo, Renca, Recoleta y Lo Barnechea.

Lanzamiento de un libro

Esta semana, la Fundación lanzó el libro “Cerros Isla de Santiago: Construyendo un nuevo imaginario de ciudad a partir de su geografía”. Allí invitaron a siete expertos de diferentes disciplinas a que hablaran de los cerros desde sus disciplinas, entre otros hay un geógrafo, urbanista y arquitecto.

“Cada uno da su visión y el potencial que existe en el cerro a través de su disciplina. Por ejemplo tienen un gran potencial para poder enfrentar las problemáticas del cambio climático, de la desertificación. Los cerros pueden ofrecernos bajar las temperaturas de la ciudad, limpiar el aire, ayudar en momentos de inundación, a que las aguas se absorban. Más allá de ser un parque que la gente pueda aprovechar como un lugar de esparcimiento”, explica Catalina; ideas que, entre otras cosas, se explican en el libro.

“Hay que pensar que nosotros vivimos en un paisaje que no es verde. Vivimos en una región con una biodiversidad que tiene flora y fauna que se no encuentran en otro lugar. Nuestro clima es el mediterráneo y el paisaje es en colores ocres y amarillos, así que no hay que pensar que un cerro va a ser siempre verde”.

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Cuando era una adolescente, hace unos 40 años, estuvo por primera vez en Chile la profesora asistente del Departamento de Educación Inicial y Básica de la Universidad del Estado de Georgia en EE.UU., experta en estudiantes inmigrantes, Cathy Amanti. En esa oportunidad vino con sus padres para hacer turismo, porque su papá cursaba estudios sobre la historia de Argentina y vivieron cerca de un año en ese país.

Esta semana volvió a Santiago para asistir la próxima semana a la conferencia de Educación y Pobreza en Villarrica, donde será una de las expositoras. Y durante estos días fue invitada por Centro de Investigación Educación Inclusiva de la Universidad Católica de Valparaíso para compartir con los estudiantes del magíster y conocer la experiencia educativa de la Escuela Doctor Óscar Marín Socías, de Forestal Alto, de Viña del Mar.

“Hay que tener mucho cuidado cuando queremos traer prácticas educativas de un país a otro, porque muchas veces el contexto es muy diferente y a veces no sirven las mismas prácticas”, sostiene Amanti. Y detalla que desde su experiencia, las prácticas que ayudan a la inserción de los estudiantes inmigrantes a sentirse parte de la comunidad escolar son “valorar su cultura y su idioma natales. Los estudios en EE.UU. prueban que los jóvenes inmigrantes tienen éxito académico si tienen una identificación positiva con su cultura e idioma natales. Las escuelas que valoran e integran estos aspectos en la enseñanza son las que tienen los mejores resultados”. En cuanto a la actitud que deben tener los profesores, la experta opina que deben “valorar la diversidad, porque se amplía nuestro mundo cuando conocemos a gente de diferentes culturas e idiomas, valorando el multilingüismo”.

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