La pregunta del entrante Presidente Sebastián Piñera a Michelle Bachelet sobre la piocha de O'Higgins (“¿ésta es la original?”) y la respuesta de la saliente Mandataria (“No lo sabemos, esa se perdió con Pinochet”), el 11 de marzo, iniciaron una serie de conjeturas sobre qué tan auténtico es el broche al que simbólicamente se atribuye el poder republicano. La polémica puede confinarse a tres puntos.

1 ¿Qué pasó en 1932? La primera interrogante la lanzó en Twitter Patricio González Díaz (@eblesmancer), miembro del Instituto Chileno de Investigaciones Genealógicas. Ante la mención de que la piocha se perdió por el bombardeo de La Moneda en 1973, dice que ya se había extraviado en la República Socialista. “Bartolomé Blanche, último presidente de ese período, dijo que no le entregaron la piocha y no traspasó nada. Arturo Alessandri tuvo que mandar a hacer una”, explica.

La tesis de González tiene varios efectos: el emblema de 1973 sería una réplica y no sería tal la leyenda republicana de que en 1924, antes de dejar La Moneda, el “León de Tarapacá” dejó dentro de la piocha un mensaje con su firma diciendo que volvería y luego, en 1932, la abrió para mostrar el documento. González dice que en dos libros del periodista Hernán Millas (“La Sagrada Familia” y “La Buena Memoria”) se consigna la pérdida de la piocha.

Pero tanto el historiador y profesor de Derecho UC Cristóbal García-Huidobro como el escritor Jorge Baradit cuestionan ese presunto extravío.

García-Huidobro, candidato a Ph.D. en Oxford, dice que “Millas no es historiador y no sé cuánto asidero tendrá. Hay prensa del 40 al 60 que habla que la piocha era la original”. Mientras que Baradit, autor de “Historia Secreta de Chile”, dice que “la persona que lo afirma (@eblesmancer) menciona diarios y un cronista que no es fuente dura. Su encabezado en Twitter me hace pensar. Dice: ‘miren zurdos' y parece que hay otra intención, una posverdad de raíz política, ‘no la perdió Pinochet, la perdieron los socialistas”.

2 ¿Qué hicieron los Argomedo? La siguiente interrogante remite al siglo XIX. Cuenta García-Huidobro que la primera imagen de la piocha aparece en un autorretrato de O'Higgins que hoy está en el Museo del Carmen (Maipú). “Se dice que es esta piocha. Es una medalla y tiene variaciones importantes: una corona de laureles que ya no existe y un escudo que fue cambiado”, describe. En 1823, O'Higgins se la entregó a José Argomedo, secretario de la Junta, y sus descendientes al Presidente Federico Errázuriz en 1873.

El problema es quién cambió las cosas que ya no están. García-Huidobro dice que O'Higgins se la regaló a Argomedo luego que le pagara una fianza de 20 mil pesos para que el Libertador pudiera irse a Lima. Dice que está documentado en tres libros (‘La Dictadura de O'Higgins', de Miguel Luis Amunátegui; ‘El Ostracismo de O'Higgins', de Benjamín Vicuña Mackenna, y una biografía de José Argomedo). El historiador deja abierto quién hizo los cambios: si los Argomedo, Zañartu o sus sucesores. Baradit, en cambio, se la juega porque “lo que entregó la familia Argomedo al Presidente Erráruriz es una medalla con un escudo que se diseñó en 1834, después de que O'Higgins fue exiliado en Perú. No resiste análisis”.

3 ¿Robada o destruida en 1973? García-Huidobro es de la tesis que la piocha fue destruida en el bombardeo. “El lugar donde se guardaba fue el que recibió más fuego. El palacio recibió al menos 12 impactos de cohetes, además de los disparos de los tanques. Nadie fue a apagar el incendio. Desapareció parte de la pinacoteca, incluido un cuadro llamado ‘Portales ante los notables'. De la misma cuerda es Baradit, porque “el Ejército hizo un inventario de lo que halló, incluido el reloj de Allende y el sable de O'Higgins, que después desaparecieron, pero no figura la piocha. Si hubiera existido, Pinochet la habría usado en 1974 y no habría mandado a hacer una. Me pareció divertido y raro el comentario de Piñera. Mi cabeza de escritor me dice que quizás algo sabe y que en este año del bicentenario la piocha puede aparecer”.

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Salvo dos miembros del equipo, los profesionales de la Pontificia Universidad Católica predominan en el grupo de asesores presidenciales que está armando Cristián Larroulet, quien se impuso un estricto silencio en su nuevo rol en La Moneda.

“Para que no se armen enredos entre los equipos de gobierno (ministerios) y el Segundo Piso (lugar de La Moneda donde se concentran los asesores presidenciales), es necesario que la gente que esté en el Segundo Piso se vea expresada en la acción y las opiniones del Presidente. En el caso mío no hablaba, no daba entrevistas”, relata el sociólogo Ernesto Ottone, quien fue asesor de análisis estratégico en la Presidencia de Ricardo Lagos Escobar.

Un consejo similar le dio Ottone a Larroulet, con quien se reunió antes de asumir como nuevo jefe del Segundo Piso de Sebastián Piñera.

Con varias de estas recomendaciones y también lecciones, Larroulet armó un equipo que tendrá tres cabezas principales: Mauricio Rojas (jefe de contenidos), Rafael Ariztía (jefe de proyectos especiales y modernización del Estado) y Carlos Ríos (jefe de seguimiento de los otros proyectos). A ellos se suma Alejandra Schuster como su jefa de gabinete.

Así, por ejemplo, Rojas se encargará del “relato”; es decir, proponer acciones que se ajusten a los valores y objetivos del programa de gobierno. Ariztía trabajará la reforma estatal con Hacienda y Segpres, además de otros ejes estratégicos, planteados por Piñera, en temas como infancia, salud, seguridad, La Araucanía y pobreza. Ríos, en tanto, hará un monitoreo diario del trabajo ministerial.

Poder expuesto

Sin embargo, el silencio de Larroulet no lo hace inmune a eventuales tensiones o descoordinaciones.

Desde el gobierno de Lagos, incluyendo a los dos períodos de Michelle Bachelet y el anterior de Piñera, el “Segundo Piso” adquirió un poder propio, a veces en contraposición a decisiones de ministros. De hecho, dos ministros de Bachelet. Rodrigo Valdés (Hacienda) y Jorge Burgos (Interior) fueron doblegados por la influencia de asesores presidenciales.

Particularmente en el caso del ex ministro Segpres, su accionar quedó en evidencia en los nombramientos. Al menos, dos ministros y 14 subsecretarios son cercanos o fueron colaboradores de él en el pasado.

Además, en un tema que siempre genera susceptibilidades, Larroulet desarrollará misiones paralelas a las tareas propias de algunas carteras. Por ejemplo, infancia, que será vista simultáneamente por el Segundo Piso y también por el Ministerio de Desarrollo Social.

Y aunque desde el equipo de Larroulet han hecho trascender que el nuevo diseño no busca replicar el estilo de María Luisa Brahm —la ex jefa de asesores de Piñera en el gobierno pasado, quien fiscalizaba el cumplimiento de metas con un semáforo para advertir a los ministros de sus retrasos—, igualmente habrá profesionales evaluando la labor de los secretarios de Estado.

Por estas razones, el Segundo Piso inevitablemente hoy está expuesto a las críticas y al escrutinio público. Incluso, ya dejó de ser un poder en las sombras. Su orgánica, funciones, integrantes y remuneraciones deben ser transparentados en el portal del gobierno. La única diferencia con otras autoridades es que no pueden defenderse por sí mismos debido a la cultura de silencio autoimpuesta.

El precedente de Brahm

La directora ejecutiva de Chile 21, Gloria de la Fuente, cree que el nuevo Segundo Piso trabajará distinto, ya que Larroulet “tiene un aprendizaje muy importante de la experiencia anterior y una relación privilegiada con Gonzalo Blumel”. De la Fuente sostiene que es clave la coordinación entre el jefe del Segundo Piso y el ministro Segpres.

A diferencia, en el gobierno pasado la relación de Larroulet, entonces ministro Segpres, con Brahm, como jefa del Segundo Piso, era tensa. Incluso, ambos arrastraban una competencia desde que eran directores de los institutos Libertad y Desarrollo (Larroulet) y Libertad (Brahm). Y en el gobierno anterior esto hizo crisis entre la postura más conservadora de él y la visión más liberal que profesaba ella. Un punto crítico fue el proyecto de uniones civiles, que fue finalmente fue redactado por Brahm.

El director ejecutivo del Instituto Libertad, Aldo Cassinelli, advierte otro riesgo, que el Segundo Piso se convierta en una instancia demasiado académica. “Tiene que ser de apoyo a las decisiones del Presidente”, y sugiere que el equipo de Larroulet tenga “algo más operativo, que haga seguimiento, pero no necesariamente fiscalización”.

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