Le sugerí a Colombina que fuera la albacea; no le pareció en un comienzo, porque no quería aparecer con esta imagen de «interesada»”.

Catalina (Parra) solicitó datos de los bienes y el patrimonio. Una carta muy agresiva, como si don Nicanor ya no estuviera”.

Fue el 4 de septiembre de 2017 —un día antes de su cumpleaños 103— la fecha escogida por Nicanor Parra para firmar su testamento. Un documento en que dejó a su hija Colombina como albacea con el 58,3% de su herencia.

La decisión generó la división entre facciones de los hijos del escritor. Catalina y Alberto se asesoraron con el estudio de abogados Grasty Quintana Majlis & Cía. para impugnar el testamento de su padre. De hecho, el escritor y vecino de Parra, Eduardo Labarca, escribió en El Mostrador: “Catalina, flanqueada por sus abogados, ha puesto en duda el testamento… Si una persona ha superado los cien años, su firma al pie de un testamento desestibado a favor de un solo heredero siempre tendrá un tufillo sospechoso”. Es que Nicanor “había entrado al ocaso de su vida”, agregó. “Los abogados de Catalina Parra argumentan tener grandes dudas sobre la salud mental del escritor al momento de firmar la herencia fundamentados, principalmente, en la letra temblorosa que se refleja en el documento”, publicó La Tercera el 9 de febrero pasado.

En el otro bando, Colombina y Tololo son representados por el abogado Luis Valentín Ferrada.

Viajamos a la 1a Notaría y conservador de minas Ximena Ricci Díaz, ubicada en la avenida Barros Luco 1749, al costado de la Municipalidad de San Antonio. El recinto tiene una añosa fachada y al entrar por un estrecho pasillo, aparecen ocho sillas bien alineadas, frente al mesón central. En la oficina principal realiza sus labores la notaría titular. Día miércoles y el público agolpado hacía trámites matutinos. Cinco funcionarios atendían los requerimientos tan rápido como fuese posible.

Nicanor llegó un lunes de tarde nublada, 16 grados en el “litoral de los poetas”. Lo hizo con la ayuda de su primogénito Ricardo (Chamaco), —hijo del matrimonio con Rosa Muñoz—, que lo ingresó en silla de ruedas al edificio que le correspondía por zona jurisdiccional, según cuentan en la notaría.

Llegó con tres testigos: el abogado Mauricio Moya Zamora, quien representa a Colombina Parra hace ocho años (se conocieron a través de la ex pareja de la hija menor de Nicanor, el arquitecto Hernán Edwards); la historiadora y cientista política Carmen Fariña, amiga de la familia (quien contactada por “La Segunda”, no quiso hablar) y Johanna Galaz, parvularia, quien lo visitaba de vez en cuando para cuidarlo. Nicanor vestía con gafas negras y un gorro que apenas dejaba ver su rostro, “casi de incógnito”, dijo el abogado. La cita se realizó a las 17:00 horas. Luego procedió a firmar en una de las dos salas implementadas por la notaría, en donde Ricci (notaria titular), acompañada de una notaria suplente, hizo lectura del testamento solemne abierto. El escritor estampó su rúbrica con una letra temblorosa. “Se le vio muy lúcido mientras estuvo acá. El documento se le leyó a viva voz, se le preguntó si estaba de acuerdo y decía que sí en cada momento”, afirma Leonor Félix, funcionaria de la notaría.

“Interrumpía para hacer preguntas”

Mauricio Moya, abogado con oficinas en Apoquindo, en Santiago, además de testigo fue quien redactó el testamento del antipoeta junto a Colombina. “Nicanor estaba bastante claro, la notario le preguntó su nombre, dónde vivía, entre otras cosas. Estaba muy bien ubicado en el tiempo y el espacio”, señala.

“No conversaba mucho y parecía un poco retraído, pero de vez en cuando interrumpía para hacer un par de preguntas. La notario le leyó el testamento completo, le preguntó qué le parecía y si estaba de acuerdo. También nos preguntó a los tres testigos sobre Nicanor, y los tres coincidimos con que se veía bien. Bien considerando que era una persona de edad avanzada. Pero estaba súper claro de todo lo que estaba haciendo. En lo personal, no noté ningún tipo de desvarío, ni vi ningún tipo de desubicación. La notario le preguntó en qué día estábamos, le contestó, la hora también. Y al comienzo él le contó lo que quería hacer. Creo que Nicanor es una de las pocas personas que mantuvo la lucidez hasta el final. Nunca lo vi antes, lo conocí al momento de firmar. Pero en ese acto lo vi lúcido y claro”.

Moya llevaba un par de años trabajando en el documento que firmaría aquel entonces Parra. “Cinco años antes Colombina ya me comentaba las dudas de su padre respecto a su legado”, añade Moya. Luis Valentín Ferrada confirma que existe un documento de 2001, legalizado y vigente, donde “se faculta a Colombina a generar una fundación incluso después del fallecimiento de Nicanor”.

Moya relata: “Entre las alternativas que le planteé, yo le sugerí a Colombina que fuera la albacea, sin embargo la idea no le pareció en un comienzo, porque no quería aparecer con esta imagen —con la que se ha especulado ahora— de “interesada” en lo patrimonial o lo que fuera. Las veces que nos reunimos en estos años, siempre le insistí en este camino para tranquilizar a su papá. Ella lo mantenía al tanto, me contaba que él estaba inquieto por el asunto. Nicanor quería asegurar la perpetuidad de su obra con alguna fundación o algo por el estilo. Finalmente, en los últimos dos años, se le planteó la idea del testamento”.

El documento comenzó a tomar forma a través de un borrador que el abogado redactó y envió a Nicanor a principios de 2015. Pero pasaron dos años antes de que se oficializara. “Es un tema de orden administrativo. En la parte final de sus días, él pensó que este asunto tenía que dejarlo ordenado. Colombina me mostró una carta a mediados de 2017 que le había enviado Catalina Parra, en la cual a través de abogados, pedía información relativa al estado de salud de don Nicanor y sobre cómo lo estaban cuidando. Además, solicitó datos acerca de los bienes y el patrimonio. Una carta muy agresiva, como si don Nicanor ya no estuviera. Me parece que esta situación, y otras que desconozco, detonaron que él tomara la decisión de testar”.

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