Mientras más viejo, más nostálgico y por eso en mi cabeza vivo en Taltal".

Daniel Alcaíno tiene muy pocas cosas en común con su personaje Yerko Puchento. Quizás, lo único que podrían compartir, es que ambos hablan rápido y mueven mucho las manos mientras lo hacen. El actor de Canal 13 se considera una persona sencilla, nostálgica, y observadora. Tan observadora, que cuando era niño, sus tías abuelas le pusieron “El niño nadie”, porque se adaptaba a cualquier lugar o situación. Una característica que, probablemente, lo ha llevado a transformarse en un actor reconocido. De hecho, en la última edición de los Premios Caleuche, ganó en la categoría Mejor Comediante. Sin embargo, no estuvo presente para recibirlo.

–¿Por qué no fuiste a los Premios Caleuche?

–Porque estaba de cumpleaños mi hermano. Y no pensé que iba a ganar, pensé que iba a ganar Bombo Fica. Es que nunca me he considerado un comediante, yo soy un actor nomás. Este personaje dice cosas que a veces molestan o hacen reír. Y para eso, apelo al humor de mi papá, a la ternura de mi mamá, y a la calle.

– ¿En algún momento Yerko Puchento representó una catarsis para los chilenos?

–Sí, por ejemplo, después de esa rutina que hicimos sobre Sebastián Dávalos, solo faltó que Carlos Peña hablara en El Mercurio. Unos dijeron que yo era un ser del mal, otros que era un esbirro de Luksic, que “está muy mal este país para que Yerko Puchento sea el que dice las cosas”. Y yo pensaba “están hablando de un personaje, de alguien que no existe”. Fue como un hijo que se nos fue de las manos. Nos arriesgamos.

–¿Has hablado alguna vez con Andrónico Luksic?

–Nunca. Creo que por eso nunca hemos sentido ningún tipo de presión. Nunca lo he visto, ni en el canal, nada. Alejandra Pérez (futura ministra de Cultura), quien era nuestra jefa, era súper permisiva. Nosotros mandábamos cosas medias pasadas, y decíamos de estas 10 tallas, nos van a cortar cinco. Y nos aprobaban las 10. Entonces decíamos “esta señora está más chalada que nosotros”.

–¿Sientes alguna responsabilidad por decir ciertas cosas?

–La verdad, es que no tengo responsabilidad con nadie. Sí, claro, voy corriendo la teja un poco, de repente, puede salir el tema Mapuche. Pero no siento una responsabilidad, no milito en un partido, no pertenezco a ningún tipo de organización. Incluso el personaje es así, un día va una persona de izquierda, y Yerko es de izquierda. Y después se hace de derecha y dice “los piojentos comunistas de la semana pasada”. Se da vuelta. Eso es muy chileno.

–A Yerko Puchento le gusta el glamour, pero tú parece que rehuyes de eso. ¿Por qué?

–No sé, no lo asimilo nomás. Cada día, mientras más viejo, estoy más nostálgico y por eso en mi cabeza vivo en Taltal. Y cuando puedo, trato de retribuir mi amistad con la gente de allá. Porque en 1999 me enfermé de cáncer, no trabajaba en televisión y no tenía las lucas de hoy. Y claro, me ayudaron mis colegas actores. Si no fuera por eso, me habría encalillado de por vida. Y no me gusta nada que sea de privilegio. Me gusta estar en la fila donde están todos los huevones. No, déjenme así, con mi polerita flaite nomás.

–Y el reconocimiento de las personas ¿te gusta?

–A uno le gusta, para qué te voy a negar, el reconocimiento. Cuando te dicen cosas lindas. Pero también es un impedimento para investigar. Porque antes, uno estaba ahí, observando. Me acuerdo que las hermanas de mi abuela me pusieron “El niñito nadie”. Porque siempre donde iba, me adaptaba. Acompañaba a un tío, y el tío se perdía dos días. Y yo estaba siempre al lado de él. El viejo se curaba. Entonces tengo todo eso metido en la cabeza.

–¿Cuál ha sido el momento de mayor alegría en tu vida?

–Recuerdo cuando estuve enfermo de cáncer y el doctor me dijo que me iba a atender gratis. Cuando salí de su consulta, dije “me salvé”. Y cuando nació mi hijo también fue un momento de alegría, porque yo tuve un cáncer testicular y me habían dicho que no podía tener hijos. Mi vida ha sido feliz, en familia. El barrio, mi mamá, que haya tenido botillería y haber conocido a todos los personajes de mi barrio, es impagable. Siempre me acuerdo de eso, como que dios te va entregando. Tenía mis sueños cuando niño también.

–¿Qué soñabas?

–En el colegio me preguntaba cosas como “¿seré bueno para algo?”, “¿alguien me querrá en la vida?”. Esas cosas me preguntaba.

–¿Y cuando entraste a estudiar Teatro, te seguías las seguías preguntando ?

–Entré con mucho miedo a la Escuela de Teatro. Me acuerdo que mis compañeros hablaban de Europa, que conocían tal parte y tal cosa. Yo llegaba a mi casa y decía “mamá, todos mis compañeros han viajado, y yo no cacho nada”. Y cuando entré a tercero, tenía que hacer una obra de un borracho. Y de esos yo había visto miles poh. Hasta mi papá era borracho. Entonces sabía cómo olía la pieza de un borracho. Dejé fermentando una caja de vino, dejé una cebolla podrida y una bacinica con pichi. Fue la primera vez que me saqué un siete. Y ahí fui agarrando confianza.

–Además de tu enfermedad ¿has vivido momentos difíciles en tu vida?

–Cosas naturales, la muerte de mi abuela, que me crio. La muerte de mi madrina, que todavía se me sigue apareciendo. La muerte de mi tía Estela, que era mi vecina y era una maestra del humor. Pero soy una persona que me reinvento, me levanto. Todo lo que veo es ganancia. Yo veo a los cabros que me dicen que están aburridos, y yo les digo “huevón, nosotros subíamos a los cerros a buscar arañas y las echábamos a pelear”.

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