“La convicción de que la prensa influye en la opinión, guía, moldea y deforma fue una de las preocupaciones centrales de las pioneras de la prensa chilena del siglo XIX”.

1 Introducción

En la segunda mitad del siglo XIX, comenzó a emerger una nueva figura en el mundo intelectual de Chile: la mujer opinante, una mujer que se atrevió a publicar en la prensa firmando sus trabajos con su nombre, y en menor medida, utilizando seudónimos. Este fenómeno constituyó una anomalía para el sistema (manejado tradicionalmente por hombres) y para las mujeres decimonónicas. Chile fue uno de los últimos países latinoamericanos en tener un periódico escrito en su totalidad por mujeres y dedicado exclusivamente a ellas, en procura de su emancipación. Nos referimos a “La Mujer, Periódico semanal: Historia, política, literatura, artes y localidad” (Santiago 1877), cuya tardía aparición puede explicarse por la hegemonía patriarcal liberal-conservadora que predominó en Chile hasta inicios de la década en que fue publicado. Solo a partir de estos años las mujeres comenzaron a pensar y a conversar públicamente sobre sus derechos.

Sin embargo, desde mucho antes de que existiera “La Mujer”, varias se aventuraron a publicar en la prensa nacional dirigida por hombres, primero como excepciones y luego, desde que la burguesía liberal facilitó su incursión, como una red, lo que es fácilmente rastreable en los periódicos, como los que hemos incluido en esta selección. El proceso, no obstante, fue difícil y lento.

Nuestra antología involucra gran parte de la prensa chilena del siglo XIX desde 1842 a 1899, incorporando textos de mujeres de 20 medios (para lo cual revisamos 66 periódicos en total). No hacemos la distinción entre prensa femenina y masculina, porque nuestro interés fue indagar gran parte de lo que las mujeres publicaron, independiente de que lo hayan hecho en ediciones lideradas por hombres. De todos modos, nos detenemos en el análisis de los periódicos conducidos por mujeres, por ello hemos dedicado páginas en el Estudio Preliminar a una revisión de “El Eco de las Señoras de Santiago”, la “Revista de Valparaíso”, “La Brisa de Chile” y “La Mujer”; lectura que se complementa con un análisis de la temática principal de las autoras, es decir, el derecho a la educación de las mujeres.

Hemos comprobado, tal como lo hizo Francine Masiello hace 23 años cuando compiló la prensa femenina argentina decimonónica (Masiello 1994), que las mujeres debatieron sobre política, analizaron los aconteceres cotidianos e históricos, y en consecuencia, opinaron, propusieron, rechazaron y argumentaron. La prensa era un quehacer específicamente público, que constituía el único mecanismo para divulgar la opinión en la época.

La voz de las mujeres no es radicalmente otra en esta antología, es más bien una que a la par de los sucesos, hila mecanismos de solución a los problemas propios, acudiendo a diversas estrategias expresadas a lo largo de este libro. Notamos un momento de inflexión en la década de 1870, cuando las protagonistas ya no serán las poetas, como en décadas anteriores, sino ensayistas que están luchando por validar sus interpretaciones, por convertirse en autoras de ideas nuevas, defendiendo, sobre todo, que la mujer puede y debe tener los mismos derechos que los hombres, ridiculizando los supuestos del patriarcado.

Y es que las ensayistas que estaban incursionando en el espacio público del XIX debían enfrentar la idea de género hegemónica en su época, que concebía a las mujeres, por una parte, como “ángeles del hogar”, inocentes e incapaces de participar en lo público; y, por otro, como “madres republicanas”, responsables de la instrucción de los futuros ciudadanos y no de la educación de ellas mismas. Las mujeres cuyas obras se exponen en las próximas páginas, fueron responsabilizadas de la reproducción, es decir, del ideario de la maternidad y domesticidad. En este sentido, los escritos de las mujeres en la prensa del siglo XIX en Chile, como en el resto del mundo occidental, están atravesados por la tensión de la dicotomía privado/público que impone el patriarcado a aquellas que se aventuran en política u opinión pública. Las autoras reunidas aquí legitimaron sus empresas discutiendo los constructos simbólicos de “la mujer”, ya que el ideal de género pasivo e inocente comenzaba a incomodar en esa centuria. El statu quo respecto de la supuesta inferioridad de la mitad de la humanidad fue cuestionado públicamente y sistemáticamente, por primera vez, por las pioneras de la prensa. Más tarde se instalará el análisis de género y clase social a través de la prensa obrera, sindicalista y anarquista de fines del siglo XIX; y justamente ese avance que significa entender las múltiples opresiones que enfrenta un ser humano se evidenciará en la explosión de la prensa en las primeras décadas del siglo XX, y continuará hasta el día de hoy teniendo presente las condiciones de raza, orientación sexual y concentración de los medios de información, entre otros temas.

La convicción de que la prensa influye en la opinión, guía, moldea y deforma fue una de las preocupaciones centrales de las pioneras de la prensa chilena del siglo XIX. Lo que ellas escribieron sigue vigente y puede mostrarnos en perspectiva –después de 150 años– que nos queda mucho por avanzar en estos ámbitos. Una petición actual, como es la creación de una nueva Ley de Medios en Chile, por ejemplo, debe estar enraizada en una renovada perspectiva de la representación de las mujeres en la prensa y su visibilización en la historia de la misma.

Entre las mujeres que estudiamos hubo algunas que apoyaron el rol asignado por el sistema y dejaron constancia de sus acciones a favor de la doctrina religiosa y moral que constituía la convención de la época. Así, durante las últimas décadas se ha pensado que “El Eco de las Señoras de Santiago” era evidencia clásica de esta situación. Sin embargo, como aclaramos en este estudio, El Eco debió ser redactado completamente por hombres. La falsificación de la identidad de los redactores de ese periódico fue provocada con el objetivo de argumentar a favor de la hegemonía católica sobre la intimidad y la vida pública de las personas, en su afán de buscar legitimidad en medio de una reforma constitucional que pretendía expandir los derechos de las minorías religiosas. No conocemos otro caso de falsificación periodística de este tipo, excepto por los montajes sucedidos en la dictadura cívico-militar (1973-1989). La fabricación de este supuesto “eco” de las señoras en medio del debate religioso nos abre otras pistas sobre la larga polémica decimonónica de laicismo versus catolicismo, pero también nos recalca la permanente utilización de las mujeres para proyectos androcéntricos. Si hoy resulta molesto el fenómeno de los hombres explicándoles cosas a las mujeres, o los correctores de lo que debería ser hoy el feminismo, la molestia en el siglo XIX era mayor, por la imposibilidad de desacreditar al patriarcado a través de la lógica argumentativa de la época. Consideramos que la década de 1870 marca un cambio en este sentido, que será vivido con plenitud en el siglo XX: la organización de las mujeres en pos de sus derechos a través de la emergencia y consolidación de los feminismos. Y es que como sabemos, el patriarcado había alcanzado una gran sofisticación durante el siglo XIX: la Constitución de 1833 no permitía la autonomía de las mujeres, no contemplaba el derecho de estas al trabajo asalariado, a la representación política, a la educación secundaria y universitaria, a la potestad de los hijos, a la libre vida sin la tutela del padre o el hermano, con continuas reformas para excluirlas. Desde la ciencia, se argumentaba en la época que la inteligencia de la mujer era menor a la del hombre. Ese fenómeno de sometimiento obligado de la mujer es claro en las voces de las redactoras que incluimos aquí.

Es importante señalar que hubo mujeres, de quien lamentablemente poseemos pocos datos biográficos, que participaron solas en este debate, sin pertenecer a la red de escritoras que publicaron en la “Revista de Valparaíso”, “La Brisa de Chile” o “La Mujer”. Nos referimos a quienes ejercieron como corresponsales de prensa, traductoras, enviando sus opiniones sobre un tema particular o como encargadas de una sección específica en la revista semanal, revista de modas y cocina. En este sentido esta antología pretende ser representativa de todas las realidades de las mujeres de esa época, sin excluir voces ni tendencias. Por lo tanto, este libro permite visibilizar las prácticas de lectura y escritura de mujeres en la prensa del siglo XIX, específicamente a través de la investigación de las autoras y sus obras que analizaban el Chile del momento en torno a temas como: situación de las mujeres, afectos, educación, política, cultura, ciencia, asuntos bélicos y situación internacional, entre otros.

En el proceso periodístico del siglo XIX, distintos editores, imprentas e intelectuales unieron sus esfuerzos para sacar adelante proyectos de todo tipo donde las mujeres también jugaron un rol central. Los lectores de ese siglo pusieron especial atención en escritoras que en función de lo que hoy llamaríamos “formación de audiencias”, intentaron transmitir ideas políticas, religiosas, morales, culturales, cívicas, científicas, literarias, etc. Desde Carmen Arriagada, que publicó con seudónimo en la década de 1840, hasta una nutrida red de corte liberal compuesta al menos por 25 escritoras durante las décadas de 1870-1890, se redactaron, editaron y promocionaron ideas principalmente en torno a las preocupaciones de mujeres que buscaban derechos sociopolíticos y espacios de acción más amplios.

Es importante aclarar, no obstante, que si bien es cierto que las autoras de prensa de la segunda mitad del XIX en Chile escribieron en un contexto de transformación del espacio social y cultural, sus publicaciones no lograron revertir el sistema imperante, ni siquiera el proyecto de Lucrecia Undurraga (periódico “La Mujer”, 1877) que consiguió validar y justificar la Ley Amunátegui. La prensa les proveyó de tribunas efímeras y vulnerables dirigidas además a una minoría alfabeta. Sin embargo, nos interesa destacar el notable cambio que significó la interpretación de la realidad desde su punto de vista, es decir, desde una situación de subordinación. Atendiendo a que las autoras presentes en esta antología no se consideran parte de esa primera generación de intelectuales públicas que intervinieron en la prensa con efectos positivos para la validación de las mujeres como escritoras, intelectuales y agentes productores de sentido (como sí lo fueron Inés Echeverría o Gabriela Mistral), consideramos adecuado reevaluar el aporte y los alcances de los escritos de las mujeres en la prensa decimonónica. La generación de autoras de la década de 1870 es un antecedente fundamental para comprender el desarrollo de las trayectorias de las intelectuales chilenas del siglo XX, al ser pioneras en abrir las puertas hacia la plena toma de conciencia.

En este sentido el análisis del trabajo de las escritoras del XIX debe estar enraizado en un conocimiento cabal de la biografía, trayectoria e ideas contenidas en los escritos del grupo total de participantes, asunto que depende en gran parte del archivo. Consideramos que no es idóneo ni suficiente seguir reiterando que el archivo y el canon chileno han excluido a las mujeres, sino que es necesario trabajar en los soportes que visibilicen el material producido por ellas, como lo es esta antología. Las circunstancias precarias del conocimiento sobre la producción de las intelectuales chilenas del siglo XIX (por la carencia de archivos especializados y de la disposición de fuentes históricas) pueden ser sorteadas con esta antología que reúne a un conjunto de escritoras-periodistas que no fueron profesionales ni tenían los modos del quehacer periodístico del siglo XX, sino más bien estaban cercanas al ensayo y la crónica reflexiva de los sucesos del momento.

Advertimos que en esta antología se actualizó la ortografía de los textos seleccionados, con el objetivo de ofrecer una mejor difusión y comprensión de estos. Con el mismo propósito, se agregaron notas a pie de página que proporcionan datos relevantes sobre las autoras y sobre los contextos de sus obras.

2Primeros periódicos

de mujeres en Chile

2.1. La fabricación de “El Eco de las Señoras de Santiago” Según nuestra investigación, el periódico “El Eco de las Señoras de Santiago”, que se publicó entre junio y octubre de 1865, con doce números en total, fue un proyecto totalmente masculino, redactado y difundido por hombres, en un contexto específico de debate parlamentario entre conservadores y liberales. Esto pareció claro para los que escribieron hasta un siglo después sobre ese semanario. Sin embargo, hace unos años surgieron algunos que creyeron ver autoría femenina en sus páginas. A continuación, trazamos el panorama del contexto en que se produjo la fabricación de “El Eco de las Señoras”, considerado por algunos, erróneamente, como el primer periódico femenino de Chile.

Contexto

El 12 de junio de 1865, la Cámara de Diputados puso en discusión un informe sobre el proyecto de reforma a la Constitución de 1833, propuesto por los congresistas Melchor de Santiago Concha y Ricardo Claro y Cruz. Aunque el proyecto de reforma era muy amplio y terminó por dejarse para resolución del Congreso Constituyente de 1870, hubo un aspecto del mismo que provocó debate y escándalo: la reforma del artículo quinto. En su redacción original, el artículo quinto, correspondiente al Capítulo III: “De la religión”, señalaba: “La religión de la República de Chile es la Católica, Apostólica, Romana; con exclusión del ejercicio público de cualquiera otra”. En medio del debate, algunos parlamentarios, como el diputado Manuel Antonio Matta, eran partidarios de suprimir dicho artículo, ya que el Estado no debía tener una iglesia privilegiada, sino que, por el contrario, debería lograrse la separación de este y aquella. Otros, como Federico Errázuriz y el sacerdote católico, abogado y diputado Joaquín Larraín Gandarillas, coincidieron en la defensa del artículo citado.

Las discusiones duraron poco, pues el 3 de julio de 1865 se creó un proyecto de ley interpretativo del mencionado artículo aprobado por el Senado, con el acuerdo de las facciones liberales y conservadoras. Publicado el 27 de julio, el artículo aprobado quedó de la siguiente manera:

Artículo 1°. Se declara que por el artículo 5° de la Constitución, se permite a los que no profesen la religión católica, apostólica, romana, el culto que practiquen dentro de edificios de propiedad particular. Art. 2°. Es permitido a los disidentes fundar y sostener escuelas privadas para la enseñanza de sus propios hijos en la doctrina de sus religiones.

En el gobierno trabajaban en conjunto liberales y conservadores. En la oposición estaban los seguidores del ex Presidente Manuel Montt y su ministro Antonio Varas. La voz pública se la proporcionaba a estos últimos el diario “El Ferrocarril”. Para defender al gobierno, los sacerdotes Joaquín Larraín Gandarillas y José Manuel Orrego habían creado “El Bien Público”, cuyo primer número apareció el 9 de septiembre de 1863. Hasta poco antes, el clericalismo tenía como única voz impresa la “Revista Católica”, publicación que aparecía una vez a la semana, y cuya periodicidad no era suficiente para contrarrestar los ataques que a diario publicaban “El Ferrocarril” y “La Voz de Chile” contra los intereses del conservadurismo y de la Iglesia Católica.(…)

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