Bloqueado amaneció el Barrio Lastarria. El cerco fue impuesto para facilitar la carrera de la Fórmula E, pero a los locatarios del sector no les importa, porque abrirán como todos los días para felicidad de los clientes de los más de 40 restaurantes y cafés. Una oferta que incluye desde heladerías, restaurantes, un bar sin cartel, una panadería gourmet, dulces árabes y una reconocida sopa de cebollas.

El barrio tiene una historia que parte con la iglesia del sector, en 1855. Sigue durante el Centenario con la construcción del Parque Forestal y el Palacio de Bellas Artes. Continúa con los proyectos de grandes arquitectos como Luciano Kulczewski en los años 20 y la instalación de los primeros cafés y restaurantes a mediados de los años 40.

Dulces árabes

Uno de esos inaugurales fue el Bombón Oriental, que partió en 1946 de la mano de un inmigrante rumano que huía de los estragos de la guerra en Europa. Años después la marca y los clientes pasaron a manos de Yolanda Mansilla, quien amasó y dio horno y sabor a millares de cereglís, baklawas, mamules, fatayer y otros dulces árabes.

Pero la especialidad de la casa es la “delicia turca” —sí, de las mismas que la Reina Malvada le ofreció a Edmund Pevensie, en el libro “Las Crónicas de Narnia”—, un dulce tradicional, también conocido como “lokum”, con aroma y sabor a rosas. “La receta es secreta, pero los hacemos con amor”, dice Javier Aguirre, hijo de Yolanda y encargado del local.

Durante la dictadura, el centro del poder estaba en el Edificio Diego Portales y sus ocupantes eran los clientes del barrio. Hasta “Les Assassins”, uno de los restaurantes, llegaban militares y abogados de la Junta de Gobierno, recuerda Juan Carlos Cheyre, dueño del comedor. Y a fines de los 80 la Concertación inauguró su sede a una cuadra del Diego Portales y sus dirigentes se transformaron en clientes. Famosa es su sopa de cebollas y el “boeuf bourguignon”.

Otro de los antiguos es el Berri. Un bar ubicado en calle Rosal que abre por las noches y que tiene una clientela permanente. Algunos lo califican como un bar de tapas por sus tortillas de papas y su carta de cervezas.

Pisco al por mayor

Son 87 variedades o etiquetas de pisco las que ofrece el “ChiPe Libre”. Ubicado donde antes estaba el Gatopardo, la apuesta de su dueño francés es “hacer una tregua entre chilenos y peruanos en la disputa por el origen del pisco”, reconoce Pablo Sáez, gerente del restaurante. “Y en esta pelea, yo soy neutral”, dice con tono argentino.

En risottos, ceviches, pastas y pescados, el Barrio Lastarria tiene como representante al Nolita. De la mano del chef Francisco Toro y su hermano Carlos, tiene su clientela habitual en turistas, ejecutivos y familias.

En el sector también están las cadenas dedicadas a la gastronomía: la cafetería Starbucks, el Emporio La Rosa, con sus helados y el Liguria con una inversión multimillonaria abrió sus puertas el último martes de enero.

Pan y teatro

Desde 1962 que el teatro es parte de la tradición barrial. Ese año el grupo Ictus transformó la sala La Comedia en su “base y trinchera”.

En la calle José Miguel de la Barra está Gabilondo, una panadería y café que parece bautizada dentro de una novela de Gabriel García Márquez; atendida por su propio dueño, José María Gallegos Gabilondo, nieto de inmigrante vasco y enólogo de profesión.

Un día al llegar a su casa se dio cuenta de que en el barrio no había panadería. “Estaba cansado y enojado y mientras me daba una vuelta para quitarme el disgusto vi la única cola del sector y era para comprar pan”, recuerda.

Él sabía de fermentos, levaduras y procesos microbiológicos y hacía pan como aficionado. Desde hace un año lo hace como profesional. ¿Recomendación? El sándwich de pata de jamón y aceite de oliva, en ciabatta o el galletón de avena con chispas de chocolate. Imperdibles.

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