Los números (de ventas de patentes) van desde los US$100 millones”

Nada más ni nada menos que buscar la cura para enfermedades como el cáncer y el alzhéimer, son parte del riesgoso pero potencialmente billonario negocio de la empresa de biotecnología Praxis Biotech, que hoy opera en el área de Silicon Valley, San Francisco. Sebastián Bernales (42), chileno doctor en biología celular, es el más joven de sus socios fundadores, junto a inversionistas como los empresarios Eduardo Ergas (socio de Valle Nevado) y Agustín Huneeus (ex controlador de la viña Casablanca: Veramonte) y al también científico y co fundador de Praxis, Pablo Valenzuela, para muchos un referente en el mundo científico-empresarial en Chile.

Antes de terminar sus estudios en bioquímica en la PUC, Bernales conoció a Valenzuela, y tras hacer buenas migas, el científico lo invitó a California para hacer una pasantía en Chiron, empresa que había lanzado a Valenzuela a la fama hacía pocos años tras descubrir el virus de la hepatitis C y la vacuna para la hepatitis B. Años después, ambos unieron fuerzas y junto a otros científicos e inversionistas fundaron Praxis Biotech a fines de 2016. Bernales antes trabajó en Medivation, empresa que creó una droga para combatir el cáncer de próstata y que se vendió por US$14.000 millones a la farmaceútica Pfizer.

Industria multi millonaria

“Junto con los descubrimiento, algo fundamental hoy en día en la biotecnología como negocio, es la propiedad intelectual de moléculas”, explica Bernales. “Desarrollas una molécula que puede llegar a servir como remedio para ciertas enfermedades”,dice.

—¿Entonces venden la propiedad intelectual a otras empresas?

—Claro, vendemos a empresas que puedan avanzar la tecnología que inventamos, como las big pharma. Cuando llega una empresa que quiere comprar la molécula, compra la propiedad intelectual de algo que una empresa de I+D en biotecnología, como la nuestra, haya inventado y desarrollado. Lo más común es hacer un licenciamiento, donde la empresa te dice que le gustó algo que tienes y te va pagando mientras lo vas desarrollando por diferentes fases.

—¿Y en cuánto puede llegar a venderse una licencia o la propiedad intelectual? Debe ser un buen negocio para que entren inversionistas de otros sectores como Ergas o Huneeus.

—Los números van desde US$100 millones hasta paquetes que en total tienen valores de US$1.000 millones, asumiendo que resulta hasta el final, hasta la última fase. Las cifras típicas siempre son en millones de dólares. Por eso hay otras personas que quieren apoyarte, y eso ayuda porque este es un negocio que tiene un súper alto riesgo.

Negocio de todo o nada

Pero el negocio no es tan fácil como descubrir una molécula y venderla por billones (si es que eso puede considerarse algo fácil). Los descubrimientos pasan por fases en que la molécula “en bruto” se va refinando para hacerla apta al consumo humano.

“Se mejora y se le van dando ciertas cualidades necesarias: se busca que tengan una baja toxicidad, que se mantenga en la sangre el tiempo necesario para que tenga el efecto que se busca, que llegue a la parte del cuerpo que tiene como objetivo, etc”, explica Bernales.

—¿El riesgo del negocio, imagino, es que está invirtiendo mucho en un estudio que al final puede entregar nada?

—Claro. O resulta o no. Es algo muy binario. Y las entidades regulatorias son muy estrictas en los parametros que usan paraa probar un remedio nuevo. Estas son inversiones de riesgo; es muy diferente a invertir en un edificio o en minería. En general es mucho riesgo y un gigantesco impacto, si resulta.

—¿Y cómo operan con ese riesgo?

—Hay muchos procesos que puedes controlar. Hay otras cosas con las que tienes que tener mucho cuidado y otras que de entrada no puedes controlar. Puede existir una molécula que en la academia funcionó muy bien, pero después descubres que es tóxica para el humano.

A pesar de los riesgos, la biotecnología vive un nuevo boom en el área tecnológica de San Francisco. Es uno de los nichos de innovación que se ha visto potenciado con los avances en inteligencia artificial y data science, que han abierto nuevas posibilidades para esta diciplina que antes no eran posibles, como mayor capacidad de análisis.

“Nuestro modelo también considera actuar como incubadora de otras strat-ups y laboratorios que están innovando. También estar cerca del mundo académico. Si un profesor tiene una molécula que funciona bien en el laboratorio, nosotros colaboramos con ellos”, dice.

El único ambiente de Silicon Valley

Vas a tomar un café y te encuentras con Zuckerberg

“Una vez fui a tomarme un café abajo de mi oficina en Silicon Valley y un profesor me invitó a un seminario que estaban haciendo a unas cuadras. Estábamos sentados esperando a que comenzara y de repente aparece Mark Zuckerberg en el escenario, que después invitó a Bill Gates a que dijera también unas palabras”, cuenta Bernales. “El ambiente es maravilloso, la sinergias que se dan aquí”. Pero una de las cosas que más valora el científico chileno es que el área es un gran centro científico, donde hay mucha interacción entre la ciencia “básica” de experimentos que generalmente nacen desde el mundo académico y la ciencia aplicada, que busca transformar esas investigaciones en productos. “Esta relación es fundamental para que este sector, Silicon Valley, esté donde está ahora, porque uno nunca sabe de dónde vendrá el próximo gran descubrimiento”.

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