Dalí quería un cuadro de Gerard Dou, pero no había. Le conseguí tres. Decía que yo era «el hombre de las misiones imposibles»”.

JORGE ESPINOZA

Es 1962 y Eduardo Uhart pisa suelo europeo. Ha decidido que el viejo mundo será el lugar donde cumplirá con el obligatorio servicio militar. Tiene 20 años.

De padre francés y madre chilena, 18 meses fueron los que pasó en el sur de Alemania. Aprendió francés y fue compañero de frío y de tiendas de campaña tanto de hijos de intelectuales como de campesinos. Hoy, a los 75 años, recuerda esas amistades con las que subía a los trenes hacia castillos. También a museos. Viajaba en sus días libres.

El antropólogo, coleccionista y pintor chileno —que ha expuesto en galerías de Amsterdam, París, México y Barcelona— presenta en Galería Prima su muestra “Crucifixiones”. Son 16 óleos que reflejan 16 interpretaciones sobre la crucifixión de Cristo. Pinta desde 1970 y alterna su vida entre Chile y Francia.

Su primera colección fueron las estampillas y monedas que consiguió de niño. Pero sólo después de colgar el uniforme militar se lanzó al mercado del arte. En ocho años, se hizo de 32 muebles y dos dibujos de la “Sagrada Familia” de Antoni Gaudí y también abrió la Galería de Arte Primitivo, en 1970, en Barcelona. “Cuando descubrí a Gaudí, a los catalanes no les gustaba nada. Casi querían demoler lo que había de él. No querían sus muebles. Yo tuve por mucho tiempo algunos en Chile, ahora están en Francia”, explica Uhart.

El mismo fue quien ayudó a Salvador Dalí para poner en marcha el hoy reputado Museo-Teatro Dalí de Figueras.

“Le daban miedo los aviones”

Un amigo en común presentó a Uhart con Dalí. El surrealista español, amante de Gaudí, supo que Uhart tenía mobiliario del catalán y lo invitó a almorzar.

Uhart, halagado, compró rápidamente un texto sobre Gaudí y asistió. Pero de lo que no se percató es que Dalí era el editor del mismo libro que le estaba regalando. Rieron juntos.

“Yo tenía un mueble con una vitrina y asientos para tres personas. Se lo había comprado al mecenas de Gaudí. Dalí me lo compró y todo lo que era tela, en los asientos, lo pintó. Quedó en Figueres. También tenía una lámpara con una terminación con una corona. Se la puso en la cabeza. Y se la regaló a Gala, su mujer, está en su palacio. Ella me quería mucho”, cuenta Uhart.

“Dalí quería un cuadro de Gerard Dou, que es un artista que lo impresionó mucho. No había. Le conseguí tres. Decía que yo era el hombre de las misiones imposibles”, continúa.

Tiene cartas de Dalí. “Vi de chico el Cristo de Dalí un día en el diario «El Sur», porque nací en Concepción, y me quedó dando vueltas la imagen. No hablamos nunca de eso”, reflexiona.

Cuando inauguró la semana pasada su exposición, mostró un puño de bastón hecho con oro y piedras preciosas. Es un elefante con el reloj blando sobre su lomo. Basado en un dibujo de Dalí de 1974. Ejecutado por Uhart.

“¡Le ayudé hasta con las corbatas!”, dice antes de reír . “Dalí se fue a vivir a Nueva York y me invitó a visitarlo. Allí me interesé en el arte africano y conocí a un exiliado iraní que vendía sedas con figuras hindúes de la época. Eran tan lindas las telas que se las mostré a Dalí y le encantaron. No creo que haya querido visitar Chile, le daban miedo los aviones”.

Matta y el arte africano

Uhart nació un 11 de noviembre. Coincidentemente, Roberto Matta también. Muy amigos, compartieron el gusto por el arte africano. Se conocieron en la UP y en París el pintor pasaba a buscar a Uhart por las mañanas para ir a caminar. “Yo le mostraba lo que pasaba en París porque él no estaba tan al tanto. Le decía: «Hay una exposición acá, otra allá»”.

En 1990 dirigió la primera retrospectiva de Matta en los Museos de Bellas Artes de Santiago y Caracas. “Vendí casi todos los cuadros de Matta. Debo haber traído unos 30. Lo traje de vuelta. Después de la retrospectiva, él comenzó a ser conocido”, señala.

“A diferencia de Dalí, a Matta le encantaba el arte africano. Que un hombre en medio de la selva sea capaz de hacer esto es fantástico. Todos los grandes artistas del siglo XX salieron de este arte”, enseña, mientras extrae la única tableta en manos de privados, según cuenta, que existe hoy escrita en Rongorongo, el sistema de escritura pascuense. Piezas pascuenses, Olmecas, la primera escultura de Picasso, un original de Giorgio de Chirico y un Cristo crucificado hecho por los pieles rojas norteamericanos en el 1600 decoran su departamento en Chile. El Cristo que reinterpreta en su exposición siempre estuvo dando vueltas.

Son 16 cuadros los que surgieron de la imagen de Cristo crucificado.

El primer día de amistad: la corona del surrealista formaba parte de un mueble de Gaudí que poseía el chileno.

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