No es de misa diaria. Tampoco de todos los domingos. “Voy cuando puedo. A mi edad tengo algunas dispensas”, dice Jorge Matetic Riestra, empresario metalúrgico, ganadero y viñatero, doctor en Economía Agraria de la Universidad de Minnesota, a sus 76 años.

Devoto de San Expedito, “que no sé si es santo”, y de Santa Teresa de Los Andes, no les hace mandas, pero fue al Vaticano a la canonización de la chilena que decidió ser monja los 14 años. “Quedó en un barrio muy distinguido: entre Santa Catalina de Siena, que fue doctora de la Iglesia, y San José María Escrivá de Balaguer”.

Juan Pablo II lo saludó, en aquella ocasión, con cierta dificultad por su avanzado Parkinson. Espera estar cerca de Francisco en la misa de este miércoles en Temuco, a donde piensa llegar desde Pucón, porque “religiosamente” toma vacaciones en enero.

—¿Qué espera de esta visita?

—Tengo la esperanza de que con un nuevo gobierno y un Presidente que es cristiano, la visita del Papa logre que los chilenos podamos resolver de la forma posible lo que tenemos pendiente: educación, salud y vivienda.

—Eso es resorte político, no del Papa.

—Yo espero que este Papa ayude a que los políticos que nos representan a todos entiendan que hay un sentimiento nacional muy amplio de unidad y de encuentro para buscar soluciones. La gente quiere paz y progreso. No puede ser que lo único que nos una sea un partido de fútbol.

Promotora del emprendimiento

En 1948 su padre Jorge Matetic Fernández fundó la Unión Social de Empresarios Cristianos, impulsado por la Acción Católica que dirigía el padre Alberto Hurtado. Su hijo, que la presidió entre 2007 y 2009, no recuerda que su papá haya sido tan cercano al ahora santo chileno, pero sí lo conoció y se fotografió con él.

—Muchos se preguntan si es compatible la Doctrina Social de la Iglesia con los negocios.

—Absolutamente, porque la Iglesia en su Doctrina Social es una fuerte promotora del emprendimiento y del trabajo. Habla de que cada persona es única y distinta y esa es una gran diferencia con doctrinas ateas como el comunismo que habla de las masas y no reconoce el valor de cada persona. La Iglesia siempre ha promovido espacios para que las personas puedan desenvolverse, desarrollarse y generar trabajo. No es que la doctrina esté reñida con la empresa, sino que le da un sustento filosófico a ésta.

—¿No siente que es un Papa incómodo para los empresarios?

—Este es un Papa muy cercano, dice cosas que hay que entender en un contexto amplio, no literal. Creo que caricaturiza situaciones que probablemente hoy en dia se dan muy poco, pero que son indeseables, que nadie quiere. Al final, es parte de su tarea poner el dedo en cosas que él piensa que son importantes. Pero tampoco hay que darse por aludido si uno hace las cosas bien. Este Papa es un hombre bueno que debemos escuchar con la mente y corazón abiertos.

Tecnocracia, mercado y ganancias

—En su encíclica “Laudato Si” dice que la economía no debe someterse a la “tecnocracia'" y que “conviene evitar una concepción mágica del mercado que piensa que los problemas se resuelven sólo con crecimiento” ¿Lo comparte?

—La verdad es que no sé a que se refiere a tecnocracia. Pienso que no todos los problemas se resuelven sólo con crecimiento, pero creo que no se resuelve ningún problema sin crecimiento.

—También llama a terminar con la lógica de que el beneficio es el fin de la empresa y que las ganancias deben ser compartidas, especialmente con los pobres. ¿Cree que lo aplican en Chile las empresas?

—A ver, eso en parte lo resuelve el sistema tributario. Uno paga impuestos y el Estado debiera resolver los problemas sociales, en la medida que use bien el dinero y no lo malgaste. A mí no me molesta pagar más impuestos, pero hay mucho que mejorar en el Estado.

—¿Cuánto daña a la imagen de los empresarios católicos casos de colusión como el de CMPC, cuyos socios se declaran católicos y colaboran con órdenes religiosas?

—Yo creo que todos nos equivocamos. Pienso que la empresa chilena ha hecho un tremendo aporte al país. La Papelera ha generado mucho valor y trabajo y ha sido empresa de la cual Chile puede estar orgullosa. Estas cosas hay que mirarlas desde la óptica que ellos han reconocido, han hecho las reparaciones y me quedo con eso. No es una práctica general de las empresas chilenas. La CMPC es una empresa de lujo. Y todos podemos equivocarnos. Incluso el Papa.

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“La crítica debe ser constructiva y no buscar dañar, lo mismo que uno hace en su familia. Y ésta es mi Iglesia, que quiero mucho”. José Luis del Río Goudie (71 años, casado, 7 hijos, ex alumno del Saint George, ingeniero UC, católico, emprendedor y hoy empresario) transparenta el tono desde el inicio de lo que será esta conversación sobre la visita del Papa Francisco a nuestro país que comienza esta tarde. No fue fácil que accediera a esta conversación, pero conseguimos al final que hablara con nosotros. Lo habíamos encontrado días antes en una conferencia de la teóloga Carolina del Río que hablaba sobre esta visita papal y sabíamos de su especial interés por los asuntos eclesiales.

—Comencemos entonces por el rol de los laicos en la Iglesia Católica. ¿Cuál es tu visión en este sentido?

—Los laicos tenemos un rol fundamental y que hoy está disminuido por un excesivo clericalismo. Comparto lo que escribe el Papa en una carta al cardenal Ouellet, sobre el papel de los laicos en la Iglesia y en América Latina, el 19 de marzo del 2016: “Nos hace bien recordar que la Iglesia no es una élite de los sacerdotes, de los consagrados, de los obispos, sino que todos formamos el Santo Pueblo de Dios. Muchas veces hemos caído en la tentación de pensar que el laico comprometido es aquel que trabaja en las cosas de la parroquia o de la diócesis y poco hemos reflexionado cómo acompañar y animar a un bautizado en su vida cotidiana y sus responsabilidades como cristiano en la vida pública”.

Y reitera con énfasis Del Río, leyendo otro párrafo del texto: “«No debe ser nunca el pastor el que le dice al laico lo que tiene que hacer o decir, en las cosas del mundo, ellos lo saben tanto o más que nosotros…». Como dice el Papa, los laicos tenemos un rol fundamental y la Iglesia chilena tiene el desafío de vivir más intensamente este mensaje”.

—Pero siendo católico, ¿cómo percibes la Iglesia de la que formas parte?

—Me duele ver cómo todos ven hoy a nuestra Iglesia en Chile. Cada día la encuentro más clerical y encerrada. Yo cuando joven tuve el privilegio de vivir en una Iglesia con obispos y sacerdotes que nos animaban intensamente a participar en las cosas de la Iglesia y del mundo, sobre todo del mundo social. Donde su voz era un referente. Y hoy, ¿los escuchan? Lo que decían los obispos importaba: recuerdo al cardenal Silva Henríquez, a los obispos Fernando Ariztía, a Enrique Alvear, a don Carlos González y tantos otros que generaban gran entusiasmo en nosotros los jóvenes, hace sólo unas pocas décadas. Lamentablemente, hoy parte importante del clero y muchos de nuestros obispos se han distanciado de los jóvenes. Puede ser que sea una situación mundial de mayor secularismo, pero aquí en Chile lo percibo con mayor dolor. Lo vivido por muchos laicos de mi generación hace sólo algunas décadas no es comparable a lo que ocurre hoy. Y esto me preocupa no por mí, que ya soy mayor, sino por mis hijos y nietos. ¿Cuál será la Iglesia que ellos tendrán? ¿Habrá una Iglesia que los anime, o no estarán “ni ahí´” con ella y con el mensaje de alegría y salvación de Jesucristo? ¿A que fuentes acudirán para reflexionar del sentido del nacimiento, de la vida y de la muerte?

—Pero hay que ser justos con la historia de la Iglesia. Tanto que ha contribuido en la historia de la humanidad.

—¡Qué duda cabe de lo que tú dices! Pero me refería a que en el último tiempo nos hemos dejado adormecer. La crítica que yo hago es ahora y especialmente en Chile, no a una larga tradición de 2.000 años. Partamos por el fundador, por San Pablo, por los primeros Padres de la Iglesia, después San Benito con los primeros monasterios, Tomás de Aquino, Francisco de Asís, Teresa de Ávila, Ignacio de Loyola y tantos y tantos más. Sé del tremendo aporte de la Iglesia universal. Y aquí en Chile, también tanto que agradecer y recordar, el Padre Hurtado, sin ir más lejos. Me refiero a los tiempos actuales y en Chile donde no veo una Iglesia que realmente cautive como lo hacía antes. Me pregunto, ¿qué nos ha pasado? Igual es la Iglesia que yo quiero y de la cual me gustaría que todos nos sintiéramos responsables. Y en eso los laicos tenemos un rol protagónico.

—¿Dónde cree que pone el énfasis el Papa Francisco?

—El Papa nos anima a los laicos a tener un rol protagónico. Y a los sacerdotes y obispos los anima a evitar el clericalismo. Lo he leído estos días en la prensa, especialmente en este diario, cuando tú has entrevistado a laicos católicos preocupados por esta situación. No tenemos que ser niños en la fe, cuando somos adultos en todas las otras dimensiones. No es una responsabilidad menor, pero tenemos que intentarlo y tomar nuestro espacio que es propio del laicado. No hay categorías superiores o inferiores, todos participamos de la función sacerdotal como nos recuerda el Concilio Vaticano II.

—¿Consideras ésta una opinión transversal a muchos sectores?

—Creo que sí. Converso con muchos sacerdotes acerca de estas preocupaciones. También con obispos y otros laicos que opinan similar. Estoy buscando cómo colaborar para ayudar en esta situación. Participo en distintas iniciativas que van precisamente en el sentido de hacer más cercana la Iglesia. Así como esto, también veo una descomposición en la política nacional que me preocupa. Son tantos los temas en que los católicos tenemos que actuar. Es una gran pena cómo se ha corrompido la política, tenemos menos servidores públicos interesados en servir al país, en vez de servirse ellos de la actividad política. ¿Cómo te explicas si no la bajada de Ricardo Lagos de la candidatura presidencial por su propio partido el Socialista y el ninguneo que sufrió Carolina Goic en la DC? Fue sólo porque marcaban poco en las encuestas y así no aseguraban mantener sus pegas fiscales y parlamentarias. Y el resultado está a la vista. ¡Prefiero una política y una fe de convicciones y no de conveniencias!

—De los textos del Papa relacionados con la economía, el capitalismo, las diferencias abismales en la sociedad, así como críticas legítimas de católicos a su contenido, ¿qué puedes decir?

—El Papa es consistente con lo que te comenté antes; no pretende que la Iglesia dé diagnósticos ni soluciones a los complejos problemas sociales y económicos. El tiene claro que eso es tarea de nosotros, los laicos y expertos. El sólo quiere ofrecer un “discernimiento evangélico” sobre los problemas que observa y no un “análisis completo y detallado” de la realidad. Por eso no entiendo ni comparto la crítica que algunos hacen al Papa de que él no acepta la economía de mercado y que propone soluciones ingenuas o socialistas. El Papa no propone ninguna, sólo nos anima a ver una situación de gran injusticia y marginalización. Me parece muy importante su mirada y rechazo a una “economía de la exclusión y del descarte”. Dice que hoy lo peor no es tanto ser explotado sino ser excluido o descartado en esta economía globalizada sin rostro ni culpables aparentes, y que no quiere ver y sentir a los que sufren. Por eso nos exhorta a la solidaridad y a construir una economía con una ética a favor del ser humano.

—Y en relación con la encíclica Laudato Si', en que hace un balance y propuesta acerca de nuestro cuidado de la “casa común”, ¿qué quisieras destacar de este contenido?

—Lo primero que me gustaría decir es que es una gran encíclica, que aborda en profundidad lo ecológico y las limitaciones de la Tierra, “nuestra casa común” junto a todas la especies, y con un análisis de mucho rigor científico, social y espiritual. Encuentro muy novedoso y potente su concepto de “ecología integral”, donde señala que no hay una naturaleza separada de nosotros, que más bien somos parte de ella y enfatiza la íntima relación e interdependencia entre los problemas ecológicos y los sociales. Dice el Papa: “No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental”. Tiene otra frase preciosa: “Debemos escuchar tanto el clamor de la Tierra como el clamor de los pobres”. Como empresario, me encanta que en esta encíclica también destaque el valor del trabajo humano, diciendo que estamos todos llamados a él desde la creación, y que es parte del sentido de esta vida, camino de maduración y de realización personal. Y el de la actividad empresarial al decir: “Es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos”.

—¿Qué expectativas y deseos tienes de esta visita?

—Tengo muchas expectativas. Me gustaría que el Papa nos sorprenda y nos remezca, que nos despierte a todos en nuestra Iglesia chilena, hoy algo dormida. También me gustaría que su mensaje y convocatoria pudiera llegar a todos los hombres de nuestra patria, creyentes y no creyentes. Me encantaría que él pudiera tener contacto directo y escuchar los anhelos y deseos de muchas personas de nuestro pueblo y no sólo participar en grandes actos masivos. Me dio mucho gusto saber que él visitará y conversará con las reclusas del Centro Penitenciario de San Joaquín, entiendo que por iniciativa suya. Ojalá que ellas le cuenten libremente sus preocupaciones y le hablen de un santo sacerdote que las acogió mucho, don Alfonso Baeza. Me gustaría que el Papa Francisco pudiera también recibir y escuchar aunque sea un corto rato a las personas víctimas de abusos sexuales y espirituales por parte de Fernando Karadima y ojalá también a otras victimas de abusos. Sería un gran gesto y calmaría mucha rabia contra quienes en nuestra Iglesia ocultaron y minimizaron estos escándalos por tanto tiempo. Hay que recuperar la confianza perdida. Sueño que después de su visita nuestros pastores y toda la Iglesia fuera más cercana y acogedora con los más débiles y los que sufren, que son los predilectos del Señor, como nos recuerda este mismo Papa tan bien en su exhortación Evangelium Gaudium. Sueño que después de su venida tengamos una Iglesia menos preocupada de las cosas formales, de qué está prohibido y qué no, de quiénes pueden pertenecen a ella y quiénes no, de quiénes pueden o no participar en los sacramentos, y que esté mas preocupada de ponerse “en salida” hacia todos los que necesitan de ella, y ser “un hospital de campaña”, aunque así “se manche o accidente por salir, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad”. ¡Ojalá que su visita nos deje bien incómodos, como incómodo es el Evangelio! Ojalá que después de su visita nos transformemos en un país más justo, más reconciliado, donde podamos trabajar todos juntos para el progreso.

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