Por Andrés Nazarala R.

@andresnazarala

En 2003, Tommy Wiseau dirigió y protagonizó la que fue rápidamente catalogada como la peor película de la historia del cine: “The room”, un melodrama con aires de soft porno que pasó del fracaso al culto en pocos meses. ¿Qué la hace tan particular? Las sobreactuaciones, los malos diálogos, las incoherencias del guión y el trazo grueso con el que el realizador dibuja la historia de un banquero cuya mujer lo engaña con su mejor amigo. Pero lo más singular es la excentricidad natural de Wiseau, un tipo que parece como sacado de otro mundo con su pelo largo, sus movimientos atípicos y un fuerte acento de Europa del Este.

James Franco reconstruye ahora los detalles de la proeza fílmica de este perdedor adorable, basándose en el libro “The disaster artist”, de Greg Sestero, co-protagonista de “The room”. Lo curioso es que en todos sus años de amistad con el director amateur, Sestero nunca pudo sacar demasiada información en limpio sobre su pasado. Pero da igual. Esos vacíos benefician aquí a un personaje estrafalario que Franco interpreta con gracia y cariño.

Como en toda comedia sobre hacer cine, las situaciones más hilarantes están reservadas para los chascarros de rodaje. Pero la mirada de Franco apunta a ese sub-género que él mismo ha ayudado a levantar en calidad de actor: el “bromance”, es decir, comedias sobre amigos enfrentados a las adversidades de la vida. Franco, un director autodidacta, trabaja con compinches como Seth Rogen y su hermano David Franco, y junto a ellos saca adelante una película que, en el fondo, trata sobre enfrentar la hostilidad del mundo desde la camaradería.

No es solo su mejor película hasta la fecha sino que también un noble vehículo de promoción de “The room”. ¿Vale la pena buscar esta última? Absolutamente. Cuando hemos sido invadidos por directores con sensibilidad de robots (Nolan, Villeneuve,...), Wiseau es capaz de renovar nuestra fe en el cine con altas dosis de amateurismo, honestidad y un par de líneas imborrables. “The room” es un antídoto al perfeccionismo desalmado.

“The disaster artist: Obra maestra”. De James Franco. Con James Franco, Dave Franco. EE.UU., 2017. Duración: 1 hora 44. Todo espectador. Muy buena.

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Aunque muchos creen que los jugadores más millonarios del mundo podrían ser Cristiano Ronaldo, Messi o Neymar, la realidad es distinta. Y es que la fortuna de Faiq Jefri Bolkiah, jugador canterano del Leicester City de Inglaterra, es superior a la de cualquier otro futbolista en la faz de la Tierra. Actualmente, se especula que la familia de la joven promesa de 19 años tendría un patrimonio avaluado en más de 20 mil millones de dólares.

El millonario futbolista que juega como extremo en la Premier League es sobrino del sultán de Brunéi —localidad asiática de 400 mil habitantes—, Muda Hassanal Bolkiah, quien actualmente posee grandes reservas de petróleo y gas natural.

El sultán, además, vive en el palacio más grande del mundo, el cual posee bóvedas de oro y más de mil habitaciones, así como también un salón de banquetes para cinco mil invitados y una cúpula en el techo bañada en oro.

Para conocer el patrimonio de la familia Bolkiah es necesario recordar que el padre del jugador, quien es hermano del sultán y jefe de la Agencia de Inversiones de Brunéi, en su momento contrató a Michael Jackson para su cumpleaños, por la no menor suma de 14 millones de euros.

Faiq Jefri, según “The Mirror”, gastó cerca de 35 millones de dólares en un mes entre autos de lujo, relojes y accesorios de oro blanco. Sus mascotas favoritas son los tigres y leopardos, como se ve en su Instagram, donde tiene 108 mil seguidores.

Según Goal, la fortuna de Cristiano Ronaldo, está avaluada en cerca de 300 millones de dólares, una cifra bastante menor a la de Bolkiah.

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Niles Attalah, uno de los cineastas más interesantes del panorama nacional, rescata la figura del explorador francés Orélie Antoine de Tounens, quien en 1860 se proclamó Rey de la Araucanía y la Patagonia, hasta que fue juzgado y encerrado en un manicomio. Aunque su proeza inspiró “La película del rey”, del argentino Carlos Sorín, funciona esta vez como una realidad inasible que los documentos históricos no pueden reconstruir porque parecieran estar marcados por vacíos, contradicciones, silencios y una descomposición de material que Atallah acoge como concepto principal. La película se presenta como un artificio en el que se reproducen momentos claves de la historia del francés con distintos recursos que incluyen archivos viejos y un teatro de máscaras. La experimentación formal también abarca el envejecimiento de la cinta (lo logró enterrando y desenterrando el material fílmico) y un montaje que se irá volviendo cada vez más psicodélico. “Rey” funciona como un viaje onírico, una expedición por las brumas surreales de la Historia.

“Rey”. De Niles Atallah. Con Rodrigo Lisboa. Chile/Francia, 2017. Duración: 1 hora 31. Buena.

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En tiempos en que para el cine chileno la recaudación en salas pareciera importar más que la película, Sebastián Araya toma el camino opuesto. Se aleja de la obsesión por conquistar audiencias para componer una obra personalísima, llena de cuestionamientos filosóficos y exigencias.

“La salamandra” nos invita a explorar el desolado mundo de un hombre que trabaja en una fábrica y que, hastiado de su existencia, se inventa un alter ego. Ese juego de identidad y de conexiones está cargado de símbolos, escenarios alegóricos e imágenes perturbadoras que remiten a películas como “Persona” de Bergman, “Mulholland Drive” de Lynch o “El unicornio”, de Malle. Araya retrata la alienación en la sociedad moderna sin abusar de los diálogos y confiando en el poder de las imágenes. “La salamandra” es un inquietante desafío.

“La salamandra”. De Sebastián Araya. Con Cristián Carvajal, Elvis Fuentes, Tamara Acosta. Chile/Ecuador, 2018. Duración: 120 minutos. Mayores de 14. Buena.

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