Con un vocabulario promedio de 600 palabras es muy difícil atrapar el alma de los chilenos”.

Investigador incansable. Don Héctor Velis-Meza es una máquina de publicar libros que por estos días estrena “Las frases chilenas más típicas”, la secuela de “Chilenismos con historia” y del “Breve diccionario de chilenismos”. En este complemento revisa frases y dichos clásicos que se usan con frecuencia en la comunicación cotidiana.

—¿Una conversación es más rica mientras desfilan en ella más frases ingeniosas e ilustrativas?

—Una conversación es estimulante cuando los participantes se expresan con elocuencia y sin afectación; para animarla, la frase oportuna siempre enriquecerá una charla entre amigos o en la sobremesa, porque permite redondear una explicación sobre la realidad, reafirmar una idea o ejemplificar una situación. Los proverbios y los dichos populares son parte de la cultura, al igual que la música, el folklore y el baile.

—Concebir frases coloquiales es una necesidad social, pero, ¿tiene el chileno alguna capacidad especial para crearlas?

—El talento para decir genialidades desapareció hace más de 40 años y su eclipse coincide con la equivocada idea de gravar los libros con el IVA, en 1976, que trajo como consecuencia el apagón cultural en la sociedad chilena —debilitó el cerebro— y que colaboró al lento y sostenido descalabro del sistema educacional. En una sociedad, donde el 80 por ciento no entiende lo que lee, es imposible intercalar agudezas o genialidades en una conversación. El combustible de la inteligencia, la imaginación y la creatividad está en los libros.

—¿Qué rasgos de la identidad nacional se reflejan en las frases más utilizadas por los chilenos?

—Lo políticamente correcto sería que yo respondiera que nuestras frases son el resultado de lo que llaman la “picardía chilena”, el sentido de oportunidad para concebir una expresión ocurrente y graciosa, la agilidad de la mente para plasmar en una síntesis precisa e ingeniosa una realidad o hecho cotidiano: “andar con el gorila”, por ebriedad; “vale hongo”, para calificar a una insignificancia; “quitar el piso”, para referirse a una desautorización pública; “prestar ropa”, para ir en ayuda de alguien, o “ponerle color”, para acicalar y aderezar un relato. Pero, en la actualidad, las frases inteligentes e imperecederas tienen menos vida que las del pasado y ya no son tan agudas. Hoy la tendencia es la vulgaridad y la ramplonería. Frases como “dar cancha, tiro y lado”, “estirarse el somier”, “hay que mojarse el potito” y “patas negras” han sobrevivido muchas décadas. De las frases actuales rescato “vale callampa”, “estar arriba de la pelota” y “levantado de raja”, entre otras.

—¿Qué frase diría usted que atrapa el alma de los chilenos?

—Con un vocabulario promedio de 600 palabras es muy difícil atrapar el alma de los chilenos. Hoy, escasamente, se atrae la atención del interlocutor. Incluso me atrevería a decir que la mayoría de las veces no hay ilación ni congruencia en lo que se dice, lo que nos ha obligado a desarrollar el talento de tener que descifrar lo que nos cuentan. Esto se denomina analfabetismo funcional. Este ejercicio hace imposible que se pueda disfrutar de una conversación. Hoy marcamos el paso, confundimos gordura con hinchazón, gastamos pólvora en gallinazos, no sabemos ponerle color a una narración; las conversaciones, por lo general, tienen partida de caballo inglés y llegada de burro y Moya sigue pagando las raterías y los descuidos inexcusables de quienes deberían ser ejemplo de eficiencia y probidad.

—Pablo Huneeus en su libro “Dichos de Campo”, rescata el ingenio, la picardía y la riqueza que hay en el campo chileno para explicarlo prácticamente todo…

—La cultura urbana es muy diferente a la del campo. El habitante de la ciudad es más desenfadado, pero también más superficial, porque no tiene mucho tiempo y espacio para la reflexión. También es más osado, lo que lo ha llevado a confundir ingenio con procacidad. Por ejemplo, en algunas construcciones, a sus obreros se les prohíbe lanzar piropos, desde los andamios, a las mujeres que pasan por la calle. Los piropos de hoy ya no tienen ningún rasgo de galantería; son patochadas o pullas que, en vez de agradar, humillan.

—¿Qué personaje de la vida social del siglo XX le llama la atención por su facilidad para dejar frases?

—Creo que la frase más importante del siglo XX la dijo el Presidente Pedro Aguirre Cerda: “Gobernar es educar”. En la actualidad ninguna personalidad pública me conmueve con su retórica. Quizás debería hacer una excepción con Ricardo Lagos.

—Si pudiera hacer un ranking con las frases más usadas en los medios de comunicación, ¿cuáles serían?

—Es muy difícil hacer un ranking con los lugares comunes. Cuando en algún medio de comunicación me encuentro con la expresión “la rompió”, doy vuelta la página, avanzo con el cursor o me cambio de canal.

—¿Qué frase le hubiese gustado que hubiese nacido de usted?

—“Salir con un domingo siete”, por la historia de castigo al oportunismo que encierra.

—Robé algunas frases de su libro y armé una historia; lo desafío a que me cuente una. Por “estar arriba de la pelota”, “soltarse las trenzas” y ser “bueno para el merequetengue”, no se cansó de “dar jugo”. Ahora, por “levantado de raja” deberá “apretar cueva”, sino quiere “estar para la corneta”.

—A medio morir saltando y, por eso mismo, despacito por las piedras, el chicha fresca le echó la foca al quetejedi, porque le hizo cambio de luces a la manito de guagua, de la que es su patas negras y con la que comparte un pollito al velador. ¡Tomátelo con Andina! le gritó el viejo chocho, andai guasqueado y te pueden dar la chanca, mientras la familia Miranda tomaba palco y observaba cómo el chicha fresca se metía en las patas de los caballos. El chupete de fierro le advirtió que no valía la pena gastar pólvora en gallinazos, que no perdiera los estribos y que mejor apretara cueva por el desvío. Pero no hubo caso, al chicha fresca, como siempre meado de perro, le tocó bailar con la fea, le dieron como caja por levantado de raja, le sacudieron la payasa y le sacaron la contumelia por andar echando la bronca. Hasta le aforraron con el tonto de goma por ponerse camote y como nadie le prestó ropa, agarró viento de cola y se fue a dar jugo donde a los choros se los comen crudo y con limón. Eso le pasó por caído al litro y del catre.

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