Fue difícil manejar con tacto «nación», «pueblo» y «popular», son palabras muy desprestigiadas”.

360 páginas —entre letras de canciones, una introducción de Raúl Zurita y análisis— marcador de páginas y encuadernación de lujo. Así es “Violeta Parra: Lieder aus Chile” (Canciones de Chile), antología alemán-español de Violeta Parra coeditada por Vervuert/Iberoamericana que acaba de llegar a Chile (Liberalia).

El responsable es Manfred Engelbert, académico y lingüista experto en cine francés y cultura chilena, que presenta su tercera versión corregida y aumentada (la primera, de 1978). Escribió también, junto a Verónica Cortínez, “Evolución en libertad: el cine chileno de fines de los setenta” (2015, Cuarto Propio). Dice que fue en dicha década que conectó con la cantante, “cuando todavía existía algo como una internacional socialista”, reconoce. Son canciones como “Un río de sangre”, “Qué dirá el Santo Padre” o “La carta” la banda sonora de la lucha contra el franquismo, el régimen de Pinochet y la Alemania dividida.

“La Violeta, con su insistencia tranquila, a veces escandalizada, mujer política y enamorada me resultó ejemplo de reivindicaciones universales en un lenguaje sin ínfulas”, dice desde Alemania. “Me interesaba representar a la Violeta completa, contradictoria, llena de vida”.

Los volkslieder

El problema claro fue traspasar el barroco del español-chileno a un alemán mucho más preciso y quizá, más duro. “Los volkslieder (poetas) alemanes raras veces están tan directamente vinculados con las tradiciones populares recolectadas, retomadas y adaptadas por Violeta. Son más bien recreaciones artísticas de rasgos supuestamente populares: sencillas, idílicas, tradicionales en el sentido de conservadoras, románticas. Nada de eso en Violeta que conoce la «lira popular», sus campesinos socarrones, no solamente subalternos o ciegos frente a amos y eclesiásticos”.

—Hubo alguna frase, palabra o concepto que haya sido para usted un dolor de cabeza traducir?

—Dejando fuera los chilenismos y obvios diminutivos en “Mazúrquica modérnica” (“Me han preguntádico varias persónicas/ Si peligrósicas para las másicas/ Son las canciónicas agitadóricas”), lo más difícil fue manejar con tacto “nación”, “pueblo” y “popular”. Son palabras muy desprestigiadas y cargadas del peso de la noche del nazismo y del estalinismo.

—¿Me podría dar un ejemplo?

—En “Un río de sangre”, cuando Violeta Parra habla de “la razón popular”, la traducción “volksvernunft” suena muy parecida a “volksgerichtshof”. Es decir, a la justicia arbitraria, sangrienta de los nazis. Me serví de una paráfrasis, transformando “razón” en un verbo derivado de “erkenntnis” que es discernimiento o entendimiento, traduciéndolo como “problemas entendidos por el pueblo”. Con ello se subraya el elemento racional ausente en el adjetivo (“völkisch”) o la palabra compuesta (“Volksvernunft”).

—¿Qué es lo que un traductor jamás debería olvidar?

—No soy traductor profesional. Pero me parece elemental no olvidar que los textos, todos los textos, viven tanto por su creador como por su traductor; por ende el traductor tiene que vivir y revivir los textos, lo que exige empatía y amor por el ser vivo que se manifiesta en los textos. Y entusiasmo con el trabajo propio antes de pensar en ganarse la vida con él. Fácil decirlo para un funcionario del Estado que tiene su salario garantizado.

Arauco en los colegios

En la intro del libro se explica que Violeta es una “racionalista” y que su estatus aún es de culto en Alemania. “Lo subrayo frente a una recepción mistificadora de su obra que exagera la religión tanto la católica rancia como la mapuche”, dice. Para él, es importante quitarle lo mítico a la autora y hacerse cargo de su obra.

“Es verdad que sigue siendo más atractiva para la generación que creció en los 50 y 60. Lo comprobé cuando presenté el libro ahora en Göttingen. Mucho público, sobre todo mayor. Muchos exiliados y descendientes de exiliados”.

Sin embargo, recalca, la cantante empieza a entrar en la enseñanza del castellano en los colegios alemanes con piezas como “Arauco tiene una pena”. “En una reciente biografía de Joan Baez, escrita por el alemán Jens Rosteck, hay un capítulo titulado «Gracias a la vida». Pero todavía falta para «canonizar» a mi amada Violeta en Alemania. Hay que decir que la recepción temprana, ya en los 60, se dio en la RDA, excluyendo casi todas las canciones festivas o amorosas”.

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Antonio Banderas impresionó en varios eventos de fin de año con su look al rape. La razón es su papel en la nueva serie de National Geographic y Fox 21, en la cual encarnará a Pablo Picasso.

“Genius: Picasso” —de la exitosa serie de National Geographic nominada a los Emmy— contará con diez capítulos en los que se relatará la vida de uno de los artistas más importantes del siglo XX.

Pero no todo son rodajes para el actor malagueño, que en una labor completamente diferente está patrocinando una nueva aplicación que ayuda a actores cesantes a conseguir trabajo. Se trata de Vibuk, una plataforma que permite a diferentes artistas crear un perfil para exponer sus talentos a directores y productores, o a quienes estén interesados en sus características y quieran contar con ellos. El proyecto del cual el actor de “El Zorro” y “Los 33” es codirector, actualmente funciona en España con más de 200.000 usuarios activos.

Su creador, el publicista Jorge Martínez, comentó que la App nació “ante la necesidad de hacer visible el talento invisible”.

El propio Banderas reconoció las dificultades que en sus inicios tuvo para abrirse camino en el mundo de la actuación, como “el tener que asaltar a los productores o directores afuera de un café”.

“La Opinión” de Málaga cuenta el caso del abogado malagueño Alfonso García, que con 73 años, una licenciatura en derecho y toda la vida ejerciendo, decidió ser actor.

“Desde que me registré he rodado ocho cortometrajes”, indica, destacando que incluso lo han llamado de Portugal para filmar.

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