"¡No me importa, vales caca!". La frase que Felipe —de 8 años— le gritó a su profesor de Religión en medio de la sala fue el detonante para que el colegio (católico) donde cursa 3° básico le pidiera a su madre una evaluación psicológica externa. "Ya lo había visto la psicopedagoga del colegio porque es desordenado: se para en medio de la clase, es impulsivo, no termina lo que empieza y a veces grita", cuenta.

"Pero ahora me entregaron un informe que dice que tiene síntomas de déficit atencional con hiperactividad, que lo viera un doctor de afuera para que le dieran Ritalín porque teníamos que solucionar esto antes de la matrícula del otro año", cuenta Alejandra —su madre—, quien prefiere reservar su apellido y el nombre del establecimiento. Dice que se siente presionada, pero que no se atreve a reclamar públicamente y reconoce: "Mi hijo no es tranquilo, pero no sé si ese es el camino".

El año pasado, la Superintendencia de Educación recibió 295 denuncias de padres que acusaron discriminación de parte de los colegios relacionadas con el Trastorno de Déficit Atencional (TDA) de sus hijos. De ellas, 35 eran por exigencias de medicación.

Este año —hasta junio— se contabilizaban 11 de estas últimas denuncias (7 menos que el año pasado a igual fecha). "Pero eso no es concluyente, hay que esperar los resultados del segundo semestre, donde por lo general las denuncias suben, especialmente a fin de año, por cancelaciones de matrícula", dice el superintendente de Educación, Alexis Ramírez.

"No siempre se puede comprobar, pero hemos detectado discriminación y presión indebida de colegios para el consumo de medicamentos", agrega la jefa de Promoción y Resguardo de Derechos de ese organismo, Ximena Bugueño. Las mayores denuncias provienen de padres de colegios particulares subvencionados (54%), seguidos por municipales (17%) y pagados (9%).

Sistema escolar en crisis

En Chile no hay cifras oficiales sobre la prevalencia del TDA. Existen diversos estudios que hablan desde 2% a 17%, aunque los especialistas clínicos coinciden en que rodea el 10% de la población escolar. Pero es la importación del metilfenidato —principio activo con el que se fabrica el medicamento con el que se trata— el que da cuenta de la creciente medicación.

Según información del Instituto de Salud Pública (ISP), en 2005 se importaron 98.150 kilos de metilfenidato, cifra que llegó a los 441.877 kilos en 2016. Es decir, un crecimiento de 350% en poco más de una década.

El año pasado el ISP advirtió efectos adversos y detalló que existen 30 registros sanitarios vigentes del fármaco en Chile. Cinco son los medicamentos con este compuesto más conocidos (Ritalín, Concerta, Rubifen, Ritrocel y Aradix). Solo ellos suman más de 80 presentaciones, entre comprimidos que van desde los 10 mg a los 54 mg.

Circular del ministerio

"Las cifras son preocupantes, porque ésta es la segunda sustancia psicotrópica más requerida por el Gobierno y va a niños en edad escolar. La Junta Nacional de Fiscalización de Estupefacientes, que depende de la ONU, ubica a Chile dentro de los 10 países que más consumen metilfenidato y que más medican a sus niños", dice la diputada Cristina Girardi (PPD).

Y luego señala: "Una profesora me decía: ‹‹¡Qué hago con 45 niños adentro de una sala de clases de los cuales 10 tienen déficit atencional con hiperactividad si no los medican!››. El problema no es que los niños estén enfermos, es que tenemos un sistema escolar en crisis que presiona para que a los niños los mediquen".

En la reciente ley de Nueva Educación Pública (aprobada a principios de mes) se introdujo un artículo en la ley (N° 19) que señala que los colegios "no pueden condicionar la incorporación, asistencia ni permanencia de los estudiantes a que consuman algún tipo de medicamentos".

Y plantea que los establecimientos deben promover iniciativas psicopedagógicas como yoga, danza o meditación. "En este tema hay un sobrediagnóstico importante motivado por la presión de los colegios que quieren alumnos tranquilos, que aprendan y rindan para tener buenos indicadores. Pero para los padres de estos niños no es nada fácil y lo sé por experiencia propia: fui mamá de un niño disruptivo que a los 9 años lo habían echado de 5 colegios por déficit atencional".

Fue en el Congreso, en la Comisión Mixta de Presupuesto hace tres semanas, donde la diputada Girardi preguntó a la ministra de Educación, Adriana Delpiano, cómo esa cartera abordará el tema el próximo año. "Hay una arista médica que supera a este ministerio", dijo.

Y tras señalar que le preocupaban las cifras entregadas por la parlamentaria, sostuvo que, "más allá de cualquier ley, hay circulares que cumplen una función. Lo hicimos con los niños trans y lo que puedo comprometer ahora es hacerles llegar a todos los establecimientos educacionales la preocupación sobre la excesiva medicación, que ellos estén atentos, que no se pida medicamentos", dijo Delpiano.

Consultado el Mineduc si ya se había avanzado en la circular, hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta.

Niños más activos y críticos

"En general hay un sobrediagnóstico. Estudios dicen que sólo el 3% de los niños diagnosticados requieren medicamentos. En el resto permite que queden tranquilos en clases" dice Michelle Olguín, psicopedagoga y jefa de proyectos de Educación 2020.

Hasta el año pasado tenía consulta particular y cuenta que, "de 10 niños que me llegaban, 7 venían con prediagnóstico del colegio y sugerencia de medicación. Antes llegaban por la sospecha del profesor jefe, ahora vienen con el informe para confirmación y envío al neurólogo".

Advierte que "muchos colegios tienen equipos de psicopedagogos y psicólogos dedicados a esto, cuando deberían enfocarse en apoyar a los profesores en nuevas metodologías de aprendizaje y cómo lograr prácticas más entretenidas".

Y dice que esto evidencia una debilidad del sistema educativo, "porque los colegios necesitan métodos entretenidos para que los chicos estén concentrados. Aspiramos que los niños se concentren 90 minutos, cuando un adulto en promedio logra máximo 20 minutos. Además, los estudiantes hoy son mucho más activos y críticos, son de la era digital. Si eso lo combinamos con metodologías añejas en que el profesor dicta y dicta materia, ¡no esperen niños tranquilos y concentrados!".

¿Qué pasa con los colegios denunciados? Desde la superintendencia, Bugueño explica que "muchas veces uno le dice al colegio esto no se puede hacer y el colegio subsana, en otras se resuelve cuando la familia asume que el niño necesita ayuda; pero la mayor parte se resuelve cuando colegio y familia comprometen juntos nuevas medidas de apoyo al alumno".

Pero también hay casos en que no se resuelve, admite, y señala que 11% de los casos ha terminado con una sanción administrativa. "Nuestro objetivo no es la multa, sino resguardar el derecho de los niños sin discriminaciones arbitrarias".

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Crédito IMG

Isabel López (CLC)

"Los colegios son grandes derivadores"

"Existe presión desde los colegios, pero tiene que ver con que el sistema escolar chileno es muy tradicional en su forma, y aunque se está tratando de poner al día, aún es muy añejo en un tiempo en que los niños están expuestos a temas digitales muy rápidos", dice la neuróloga de la Clínica Las Condes, Isabel López.

—¿Los padres llegan con prediagnósticos desde los colegios?

—Más que prediagnósticos, con sugerencias claras. Los colegios son grandes derivadores. Los profesores saben los criterios de diagnóstico y remarcan esas cosas. En lo personal, trato de no mirar los reportes del niño hasta no tener una idea del niño, para ser lo más neutra posible. En esto es básico el diagnóstico.

Recuerda que durante un tiempo presidió la Sociedad de Psiquiatría y Neurología Infantil "y se planteó que este diagnóstico se hiciera en los consultorios por un médico general en una consulta de 20 minutos. No estoy de acuerdo, sería grosero diagnosticar a los niños con esa rapidez y sobre la base de un cuestionario que se llene en los colegios. Se requiere mucho más".

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Marco Manríquez (Alemana)

"Poca tolerancia

a conductas normales"

"Uno ve mucho niño consultando porque el colegio se lo pidió a los papás. A veces los padres no estiman que sea necesario, pero igual vienen", dice el neurólogo infantil de la Clínica Alemana, Marco Manríquez. Dice que "hay una excesiva presión por lograr que el niño esté atento al profesor y a veces también hay poca tolerancia a conductas normales para la edad de los niños. Hay una presión social, desde la mirada académica, de que la mayoría de los niños deben funcionar dentro de una norma bien estrecha, cuando debería haber un criterio más amplio porque hay un rango de actividades motoras normal en cierta edad".

—¿Hay algún perfil de colegios donde ocurra más esto?

—Uno ve una tendencia mayor en colegios cuyo fin es más academicista, más exigente y exitista. Entonces, uno les plantea a los padres que si tienen a su hijo en ese perfil de colegio, no debiera sorprenderles. Muchas veces los padres que están allí buscan eso. Pero en la medida que tengamos un sistema educacional más lúdico y menos exitista, tendríamos menos niños tratados.

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Superintendente:

"Existe todavía una cifra invisible de casos"

"Existe una cifra todavía invisible de casos que no forman parte de las estadísticas de denuncias que recibimos", dice el superintendente de Educación, Alexis Ramírez. En parte por temor, desconocimiento de las normas o falta de pruebas, señala.

Y aclara: "El SDA es una condición, no una enfermedad y, por tanto, la administración de medicamentos no debe ser vista como una fórmula para mantener el control de la sala de clases ni como una solución ante estudiantes que presentan dificultades de tipo académico por falta de concentración".

—¿Cuál es el desafío para las escuelas?

—Desarrollar nuevas herramientas y manejar la diversidad del aula a través de la adaptación del currículo a las necesidades del estudiante; a la utilización de técnicas de manejo conductual sugeridas por el especialista y a la generación de proyectos educativos que capten la atención con uso de imágenes, tecnología y trabajo en equipo para reducir los casos de conductas disruptivas, estimulando la aceptación y evitando prácticas discriminatorias o de maltrato.

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