1967: el año decisivo

Miguel Ángel Solar, nuevo presidente de la FEUC

En la elección para la Federación de Estudiantes de 1967, la Democracia Cristiana Universitaria presentó una lista liderada por Miguel Ángel Solar, estudiante de Medicina que estaría llamado a hacer historia. (...)

En la elección para presidir la FEUC, Solar derrotó al candidato del Frente Nacional Universitario (FNU), Cristián Valdés. El líder de la DCU obtuvo 2.349 votos (54,3%), contra 1.971 (45,6%) del representante de la derecha; además hubo 130 votos nulos y 184 en blanco. "Federación que llama y responde a la revolución", era el sugerente título del folleto de campaña del vencedor, acompañado de una fotografía del propio Solar.

En cuanto a la Reforma Universitaria, y tras varios años de propuestas y convenciones estudiantiles, estimaban la necesidad de avanzar bajo el signo del comunitarismo, procurando una Universidad responsable, auténtica y comprometida. Como primera tarea se planteaba "cambiar la estructura de poder" y "hacer carne el espíritu democrático de la Universidad en la gestación de sus elementos directivos". Esto implicaría "posibilitar que hombres nuevos lleguen a dirigir la Universidad y, por lo tanto, que los hombres viejos abandonen el poder tantos años detentado. Universidad democrática no es sólo aquella que tiene reglamento democrático, sino la dirigida por hombres representativos". En otros planos, la candidatura se refería a cambios en la estructura académica de la Universidad y a la incorporación de la Universidad Católica al proceso de planificación de la Educación Superior.

La FEUC y su lucha por el cambio de rector en la Universidad

Miguel Ángel Solar estimaba que el pensamiento de la FEUC había tenido tres etapas de desarrollo. La primera fue de crítica, que había denunciado a la Universidad como "torre de marfil", "sectaria" o "monárquica"; la segunda fue de elaboración, con la realización de convenciones y propuestas sobre la Nueva Universidad; finalmente llegó la etapa de concreción, precisamente la que le correspondería liderar al propio Solar. Desde el regreso a clases en adelante, la Federación dedicó sus máximos esfuerzos a promover una reforma en la Universidad Católica, para lo cual estimaba indispensable cambiar a su rector. Así lo manifestó con claridad e incluso dureza el presidente de la FEUC, en un importante discurso de recepción a los novatos, el 7 de abril, y en presencia del propio rector.

En esa ocasión Miguel Ángel Solar planteó sin ambigüedades una tesis que muchos compartían: "Nuestra Universidad vive una crisis integral". Por lo mismo, concluía:

"La realidad indica claramente una crisis de autoridad, crisis por deficiencia de la autoridad, trayendo consigo una pérdida de los requisitos esenciales para el gobierno, ya que al no ser representativa de la comunidad que dirige, es incapaz de interpretar sus aspiraciones y de unificar los dinamismos que en ella se dan. Lo anterior impide a la autoridad garantizar el bien común".

Lo curioso es que todo esto se dio en presencia del propio rector, y nadie parecía advertir lo que implicaba esta perentoria declaración estudiantil. Paralelamente, la FEUC procuró llevar sus planteamientos al Vaticano, en la convicción de que al interior de la Iglesia también habría sectores que podrían abrirse a compartir los cambios que proponían los estudiantes. Esto motivó que enviaran una larga carta a monseñor Gabriel Garrone, Pro Prefecto de la Sagrada Congregación de Seminarios y Universidades.

Como era previsible, otros sectores de la Universidad Católica también decidieron manifestar sus puntos de vista a la Santa Sede, relativizando la visión de Solar y contradiciendo algunos de sus argumentos. Entre ellos destacan los dirigentes gremialistas liderados por el presidente del Centro de Alumnos de Derecho, Jaime Guzmán, y la enviada por el secretario general de la UC, Luis Felipe Letelier. No está de más mencionar que ambos manifiestan que existiría un interés de la Democracia Cristiana por poner a la Universidad Católica al servicio del proyecto político de la Revolución en Libertad. La presunción se basaba en una conferencia dictada por el canciller Gabriel Valdés en la UC, en 1965, cuando recordó el surgimiento de la Falange Nacional, precisamente con muchos alumnos de la propia Universidad Católica.

Miguel Ángel Solar descartaba la existencia de una animosidad personal contra el rector Silva Santiago. Así por lo demás lo había planteado la FEUC en la sesión del Consejo Superior del 6 de junio. Reconocía que el rector estaba animado de "un real espíritu de servicio y de amor a la Universidad y, por ende, no cuestionamos su dignidad para ejercer el mando". Sin embargo, a su juicio carecía "absoluta y totalmente de idoneidad".

El presidente de la FEUC, en una nueva carta a monseñor Garrone, precisó que el paso de un sistema monárquico a uno democrático requería una serie de cambios estructurales en la Universidad Católica, partiendo por contar con una dirección "con real espíritu democrático". En ese mismo documento le anuncia al representante vaticano que comenzaban una movilización estudiantil que tendería a agudizarse, y que partiría con "un referéndum".

El plebiscito contra el rector

Para el 28 de junio la FEUC convocó a un plebiscito, en el cual los estudiantes debían pronunciarse sobre el cambio en la autoridad máxima de la Universidad Católica, el rector Silva Santiago. La consulta no era vinculante, obviamente, pero buscaba generar un efecto político, y ciertamente lo logró, ya que provocó una serie de reacciones —especialmente en contra— de parte de profesores y de otros estudiantes.

A pesar de esas oposiciones, como señaló tiempo después Miguel Ángel Solar, el plebiscito "fue muy acertado desde el punto de vista táctico". El argumento de la convocatoria radicaba en diversos factores que afectaban a la autoridad universitaria, que habían denunciado en su carta al consejo superior. Esto estaba en la génesis del plebiscito, en que se hacía un planteamiento radical a los estudiantes:

"El Consejo de Presidentes de Centros, por unanimidad, ha decidido colocar a juicio del estudiantado el grave problema de la CRISIS DE AUTORIDAD, de modo que cada estudiante se pronuncie con un SÍ o un NO acerca de la frase plebiscitaria: QUEREMOS UN CAMBIO DE LA MÁXIMA AUTORIDAD DE LA UNIVERSIDAD".

El cambio no debía ser neutro, sino que debía conducir, a juicio de Solar, a la designación de autoridades que tuvieran algunas características muy precisas. En primer lugar, debían ser hombres representativos, tanto por su generación democrática como por su continua comunicación con la comunidad de profesores y alumnos; debían ser hombres universitarios, basados en su categoría académica en investigación y docencia; por último, debían ser hombres con conciencia sobre la urgencia de cambios. El Centro de Alumnos de Derecho argumentaba que los "nuevos hombres" de los que hablaba la dirigencia de la Federación, en realidad, no tendrían una motivación académica, sino que una inclinación político-partidista: el llamado de la Federación significaba, en la práctica, la exigencia de "hombres democratacristianos para una Universidad democratacristiana".

Finalmente, participaron efectivamente poco más de cuatro mil estudiantes en el plebiscito, de entre los más de seis mil habilitados para sufragar. El resultado favoreció ampliamente la postura de la FEUC, si bien la abstención alcanzó a más del 35%.

En los hechos, el plebiscito fue un éxito político para la FEUC y para Miguel Ángel Solar, quien señalaría que el principal efecto fue la reunión posterior del Comité Permanente del Episcopado.

El 4 de julio Solar escribió una carta precisamente al Cardenal Silva Henríquez, en la que recordaba las reuniones sostenidas el 28 de junio y 1 de julio, obteniendo el compromiso de parte del Arzobispo de Santiago para gestionar ante el Vaticano el nombramiento de un prorrector, que asumiría posteriormente como rector. La nueva autoridad tendría dos grandes objetivos, a juicio del presidente de FEUC:

"Por una parte asegurar, a corto plazo, la democratización de la Universidad, en forma de permitir que los sectores propiamente universitarios manejen la Universidad; esto debería concretarse en la constitución, a un año plazo, de un Claustro Pleno que tuviera por misión legitimar definitivamente la autoridad, y por otra parte, echar las bases para una planificación integral de tal manera que el camino a seguir por la Universidad sea determinado por la labor reflexiva de ella misma".

(...) El Cardenal —en su calidad de presidente de la Conferencia Episcopal— contestó dos días después a Solar. No escondía su aprecio por el dirigente estudiantil: "Le agradezco a Ud. la innegable buena voluntad que siempre me ha manifestado y la alta comprensión de los intereses superiores de la Universidad y de la Iglesia que en estas gestiones ante mi persona lo han distinguido".

En los días previos a la toma, los jóvenes conversaron con el Cardenal Silva Henríquez. Según señaló el número especial de Ariete después del conflicto, "se mostró abiertamente en favor de los alumnos y contra el consejo superior". Solar, por su parte, recuerda que se reunieron con el arzobispo para informarle de sus actividades, "porque teníamos permanentemente que mantener informados a nuestros apoyos". En el caso de Silva Henríquez, quedó muy contento con lo que le contaron, y dijo usando un término de campo: "‘Tenemos el chancho en la batea'. Como diciendo: ‘Ya está'". Luis Hevia, vicepresidente de la FEUC en 1967, y que acompañó a Solar en importantes reuniones con el ministro del Interior Bernardo Leighton, donde le comentaron que estaban preparando el movimiento en la Universidad Católica y le explicaron que el Cardenal estaba al tanto. Luego se reunieron en un almuerzo con Silva Henríquez y el propio ministro, quien se daría cuenta de que la toma contaba "con el beneplácito del Cardenal", en palabras de Hevia.

El 11 de agosto y la toma de la U.

Católica

El día decisivo fue el viernes 11 de agosto de 1967. Dos días antes se había acabado el plazo para el nombramiento del prorrector, que por distintas circunstancias no se realizó. Ese mismo miércoles 9 se reunieron para almorzar Miguel Ángel Solar; el vicepresidente de la FEUC, Luis Hevia; monseñor Jorge Gómez Ugarte; el Cardenal Silva Henríquez, y el ministro del Interior, Bernardo Leighton. Este último conocía de las actividades que estaba preparando la Federación —aunque pensaba en una huelga más que en una toma—, y trató de instar a no seguir adelante con la idea: "Debemos usar la razón, no dejarnos llevar por la línea del menor esfuerzo, decía conciliadoramente".

El jueves 10 La Tercera había titulado un artículo: "Estudiantes de UC nada quieren con el Vaticano". Para entonces, el presidente de la Federación había resumido su posición, señalando su disposición a llegar "hasta las últimas consecuencias, ya sea planteando conflicto y huelga, o solicitando un arbitraje". Ese mismo día el ministro del Interior hizo un último esfuerzo para evitar la huelga, invocando incluso la espiritualidad cristiana frente a Solar, en un momento en que la decisión ya estaba tomada y no había vuelta atrás.

En la tarde del mismo día tuvo lugar el consejo de la FEUC, cuyo objetivo era tomar las definiciones que se habían estado difundiendo en los días previos, aunque ciertamente ya estaba claro el ambiente de paralización. Algunos incluso tenían conocimiento de que se produciría la toma, o al menos intuían algo al respecto.

De esta manera recordaba esa jornada Jaime Guzmán, el líder opositor más importante dentro del movimiento estudiantil:

"Esa tarde flotaba un aire diferente. Estábamos ante un cambio de escenario. La actitud agresiva de muchos asistentes, entre los que sobresalían dirigentes políticos juveniles ajenos a la organización estudiantil y la propia universidad, indicaba que allí se estaba gestando algo que trascendía con mucho a la Universidad Católica".

Efectivamente, para ese día la resolución ya estaba tomada: la FEUC iría a huelga, y con ello comenzaría una transformación mayor en la Universidad Católica. Un grupo de avanzados sabía que no se trataba simplemente de una mera paralización, y partieron de compras pasado el mediodía: volvieron con "cadenas, candados, alambre, madera...", según resumiría el boletín de la Federación.

En la sesión de la tarde, con un clima que mezclaba diversas emociones, esperanzas y temores, la votación resultó ampliamente favorable a la postura liderada por Solar. Por 63 votos contra 9 triunfó el llamado a huelga, con una propuesta que incluía la realización de un claustro pleno, a realizarse dentro de seis meses, cuya finalidad sería la elección de un nuevo rector; en cuanto a la democratización institucional, proponía la integración del claustro con profesores y alumnos, en una proporción de 75% y 25% respectivamente; finalmente, volvía el tema de la designación de un prorrector, una de cuyas tareas debía ser precisamente la organización del claustro.

Guzmán recordaba haberse retirado antes de que terminara la sesión, porque quería evitar el mal rato asociado a las celebraciones de los vencedores. Bajó las escaleras con el rector, con quien se encontró casualmente, contándole lo que había sucedido: "Lo que ciertamente ni él ni yo podíamos presumir, es que ésta sería la última vez que el mencionado rector y arzobispo pisaría la Universidad Católica".

Posteriormente se inició la operación más esperada: la toma propiamente tal, suceso que ignoraban los más, pero que conocían algunos avanzados de la organización. La toma fue planificada por Carlos Montes, "como una cuestión completamente secreta". Era la llamada Operación OP, que secundaron Fernando Lara, Rodrigo Egaña y Luis Enrique Salinas. Así resumió Ariete lo que ocurrió tras la decisión del consejo de la FEUC, en su número especial sobre la toma de la Universidad:

"El proceso se ha iniciado, ya es irreversible. Los acontecimientos se precipitan. 25 personas divididas en cuatro grupos actúan en forma simultánea sobre la casa central (sic). Las llaves de portería han desaparecido. ¿Quién las ha escondido? No hay tiempo para hacerse preguntas, se violan las puertas del economato y se obtienen así los manojos de llaves de toda la Universidad. Gruesas cadenas y candados clausuran todas las puertas, otras son tapiadas con madera...

‘La UC está TOMADA EN 5 MINUTOS'. La operación ha salido perfecta".

El viernes 11 en la mañana la noticia comenzó a difundirse con rapidez. La prensa registró los primeros aspectos de un suceso que era novedoso y marcaba un cambio fundamental en las formas de relación dentro de la Universidad y en la sociedad. Si bien La Nación explicó que la ocupación se había realizado "en completa calma", las cosas comenzaron a cambiar rápidamente. Hubo algunos grupos que intentaron revertir la ocupación, sin éxito, según registró la prensa: "Violencia en la UC", señaló La Tercera, mostrando dos fotografías que ilustraban a defensores de la toma y a otros estudiantes que esperaban derrotarla. Las Últimas Noticias también se refirió al enfrentamiento, en un choque que tuvo "agua, palos, piedras y puños". La Segunda habló de violentos incidentes y de una batalla campal que se había producido en la casa central de la Universidad. (...)

Esa fue "la mañana en que todo pudo perderse", según resumió Ariete, que comprobó la superioridad numérica de los atacantes, mientras quienes estaban en la toma procuraban hacer tiempo, esperar refuerzos, inventar discusiones que permitieran ganar minutos valiosos, mientras circulaban "trozos de pizarreño y cadáveres felinos en evidente estado de descomposición", que iban indistintamente en un sentido o en otro. A la larga, la contra-toma no logró dar vuelta la situación, y pocas horas después parecía evidente que el movimiento estudiantil había consolidado sus posiciones de fuerza. Clarín, en otro tono, resumía que "cabros corretearon a puñete limpio a ‘momios' católicos".

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