Cuatro turistas entran al bar y restaurante "Krossbar", ubicado en pleno barrio Bellavista (Dardignac 127), y lo primero que ven son unos cuadros que muestran caras de personas conocidas y no tanto, en una especie de cómic. Un turista indica un cuadro donde aparece un divertido Winston Churchill. El grupo de extranjeros mira la cantidad de cervezas que ofrece la carta, y deciden quedarse.

Entre esos cuadros, también se encuentran las caras de los fundadores del restaurante. Uno de ellos, José Tomás Infante, aparece con una gran sonrisa. En otra pared del bar, hay un gran "1%" iluminado con neón: es la participación en el mercado chileno de las llamadas cervezas artesanales.

Una carta especial

Krossbar tiene distintos ambientes: hay un lugar amplio, con varias mesas, otro más pequeño, que tiene una barra, sillas y mesas un poco más pequeñas, también hay un segundo piso, más tranquilo. Todos los adornos, los detalles, recuerdan que, más que un bar, es una cervecería. La comida, de hecho, está pensada para ser acompañada con cada tipo de cerveza que está en la carta. Los crudos y las sopaipillas son los aperitivos más pedidos. Y los platos no están preparados de forma tradicional. Las sopaipillas, por ejemplo, van acompañadas con una porción de carne mechada. Las pizzas no son redondas sino ovaladas, y tienen una masa delgada.

"Quisimos tener una carta de comida, no lo típico de bar cervecero, que generalmente tiene chorrillana y cosas, a mi juicio, que son entretenidas, pero son súper sencillas", explica Infante, quien también es socio fundador de la cerveza Kross.

Los garzones no sólo traen lo que la gente pide, sino que también sugieren el tipo de cerveza más indicada para acompañarlo con la comida.

—¿Han cambiado los chilenos en la forma que toman cerveza?

—El consumidor de cerveza ha ido cambiando, es mucho más sofisticado. Nuestro consumidor es full millennial. Un tipo entre 25 y 40 años también. Que le gusta viajar, experimentar cosas nuevas, le gusta ir a restaurantes, que le gusta pasarlo bien porque es un tipo joven. Es una persona que, por todo el cambio tecnológico, toma decisiones desde su celular. Todo eso nos ha permitido la proliferación de la cerveza.

—Antes de esta proliferación de la cerveza, como le llamas tú, la cerveza se asociaba al verano y al fútbol.

—Y a promotoras y minas. Cuando entramos en el 2003, Cristal eran puras promotoras. Y está bien, era lo que se consumía. El estereotipo era "team de verano", cerveza refrescante, fácil de tomar, con muy poco cuerpo, y para la playa. Y eso ha ido cambiando, se ha ido sofisticando, pero en el buen sentido. La industria de la cerveza no tiene nada de siútico.

—¿Ha sido difícil pasar del mundo netamente cervecero a entrar a la gastronomía y al servicio de un bar?

—Creemos mucho en el modelo de los socios, los socios gestores, que aportan trabajo. Nuestro modelo, yo junto con Asbjorn Gerlach somos los fundadores, que estamos en el día a día. Nosotros entendemos el negocio de los restaurantes, pero no tenemos la experiencia. Dijimos, queremos tener un bar cervecero, porque creemos que es la única forma de entregar una experiencia única cervecera y poder educar al consumidor de verdad.

—La cerveza Kross se percibe como una cerveza artesanal, pero también se ha ido masificando de a poco. ¿Se puede ser masivo y mantener el sabor?

—Sí, se puede. Parte de nuestro ADN es la pasión por hacer buenas cervezas y de calidad. Sería súper torpe empezar a hacer cervezas de poca calidad por querer crecer. Además que mi consumidor valora la experiencia. Y eso a través de una serie de detalles: una buena cerveza, gastronomía, un garzón capacitado, motivado, que el ambiente sea adecuado, el nivel de música, la temperatura del local, toda una serie de detalles, para que al final uno diga si lo pasó bien o mal.

—¿Cuáles son tus mayores miedos?

—Cuando uno emprende, tiene que tener la habilidad de convivir con la incertidumbre. A veces me pasaba, que queríamos tomar la decisión que nos dejara más tranquilo. Y me di cuenta que, aunque tomaba una decisión, igual nunca estás tranquilo. Entonces, aprendí a vivir con eso. También trato de pensarlo en positivo, más que miedo, es un desafío.

—Comenzaste en 2003. ¿Hubo algún momento de cuestionamiento de tu emprendimiento?

—No, pero sí en algún momento lo pasamos mal. No teníamos plata a fin de mes para pagar sueldos, te cuestionas si sigues en este emprendimiento. Un momento difícil para mí fue en 2007, que teníamos la cervecería lista en Curacaví, y cortamos cinta, abrazo, y todos nuestros socios empiezan a presionar. Vendíamos hace rato, pero no estábamos ganando plata. Ahí buscamos un distribuidor y comenzamos a distribuir en todos los supermercados.

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