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El 15 de diciembre, en Christie's de Londres, se subastaron cuatro cuadros de Johann Moritz Rugendas que retratan la vida en el Perú del siglo XIX. Una delegación del Museo de Arte de Lima se hizo presente, pero perdió la batalla frente a coleccionistas chilenos. La polémica estalló. "Fallamos como país", sentenció duramente el diario El Comercio.

La joven artista Cosima zu Knyphausen —quien nació en Texas, creció en Santiago y hoy vive en Berlín— observó el episodio con distancia, investigó y ahora monta la exposición "Cuadros para Perú", que se extenderá hasta el 16 de septiembre en la Galería Die Ecke. Se trata de reproducciones libres de aquellas obras en las que la artista "busca explicarse los alcances de la imagen en cuanto a su constitución formal y semántica", según el texto introductorio de la muestra.

—¿Qué te llamó la atención del caso?

—La noción de "pérdida", pues los cuadros ya forman parte indiscutible del patrimonio cultural de Perú y de su imaginario. Además, llevaban mucho tiempo fuera del país. Al abrirse la posibilidad de adquirir las pinturas, ésta se derrumba en una simple puja. Surge entonces la discusión sobre la pertenencia, que es un tema bien político.

—Al reproducir esas obras, ¿qué quisiste comunicar?

—Las imágenes tienen su vida propia. Más que reproducir las obras yo las tomo como motivos. Me interesa examinar qué es lo que estas pinturas del S. XIX, que se asomaron con renovado protagonismo a la luz pública, pueden o no decirnos sobre nuestro presente. Pero eso no está dentro de ellas sino en nuestras lecturas y las consideraciones que hacemos.

—Además de replicarlas iniciaste una investigación…

—Cuando salió la noticia yo estaba trabajando en una serie de pinturas llamada El Gran Cuadro, basado en un evento del 2007 organizado por la Municipalidad de Santiago que buscaba crear una versión gigante de "El huaso y la lavandera", de Rugendas, frente al Museo de Bellas Artes. Artistas y personajes connotados estaban a cargo de un pedazo cada uno. Lo interesante fue que, poco después, los pintores callejeros de la Plaza de Armas hicieron su propio Gran Cuadro para protestar por sus derechos, demostrando cómo un referente identitario oficial puede transformarse en un emblema de reivindicación contemporáneo. Más tarde, la misma Municipalidad mandó a destruir esa réplica. Mi aproximación a este caso fue en primera línea desde de la pintura, aunque para entender bien los cuadros aproveché de leer cosas del Perú de la época, como Max Radiguet, Manuel González Prada y Flora Tristán. Las reproducciones del catálogo de Christie's fueron mi referencia visual.

—¿Qué opinas de Rugendas como artista?

—Lo particular de su obra es que, en todos los lugares que estuvo, fue fundacional para la identidad de esos países recién independizados, que hicieron propias sus imágenes. Con toda su subjetividad romántica-alemana de la época, Rugendas debe haber sido alguien muy abierto. Era un gran dibujante y sus observaciones tienen mucha gracia. Su valor testimonial es obvio, aunque como pintor es más discutido. Hace poco comparé dos textos sobre Rugendas de los 70, uno chileno y otro peruano, y en el primero se alaba con grandilocuencia la gran sensibilidad de sus pinceladas, mientras que en el segundo le reconocen "cierto mérito artístico" a pesar de una "paleta limitada". Al final, es nuestra mirada contemporánea sobre su obra lo que puede decirnos algo a nosotros.

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Ricardo Villalobos, el DJ y músico electrónico chileno de mayor renombre internacional, fue objeto de una elogiosa entrevista en The Guardian, de Inglaterra. Esto a raíz de su presentación en Fabric, club fundamental dentro de la movida de música electrónica británica, y su paso por el Festival Houghton que lo tiene de cabeza de cartel junto a otro compatriota: Nicolás Jaar.

El músico habló de su infancia en Chile, del exilio y de la puntualidad alemana. "Mis padres se convirtieron automáticamente en enemigos del Estado. No había alternativa. Debíamos abandonar el país inmediatamente", contó sobre la nueva vida que inició junto a su familia en Alemania en 1973, cuando tenía 3 años.

"Ahora me siento completamente chileno y completamente alemán, aunque mi mentalidad es más chilena", agregó. "Tengo una mujer alemana y tenemos muchos choques sobre ser puntual, tener una cuenta bancaria o acostar a los niños. Trato de tomarlo con calma pero no es posible en Alemania. Si tienes invitados a las 8 tiene que ser a las 8. Pero si llegan a las 8 aún estoy en ropa interior".

The Guardian destaca que Villalobos reinterpreta música folclórica europea "remezclando la banda psicodélica turca Insanlar o sampleando una orquesta de bronces serbia para su obra maestra «Fizheuer Zieheuer»".

"La música puede unir las diferentes clases, mientras la pista de baile sea más grande que el VIP", dijo.

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