Era muy desordenado (de niño). Me echaron de todos los colegios. Era un rebelde sin causa".

Al productor audiovisual y animador Patricio Cisternas le importa mucho ayudar, a través de su programa el "Hacedor del hambre" (TVN), a las personas que se esfuerzan por surgir con sus restaurantes o "picadas". La comida también es importante en la vida de Cisternas. La disfruta, la goza, la comparte. Y aunque el programa de TV salió al aire por primera vez en abril de 2016, el animador cuenta que la idea de realizar un proyecto propio nació en 2004. En ese tiempo, llevaba cuatro años viviendo en Estados Unidos, y un pastor religioso se acercó y le dijo: "Un disparo, una oportunidad". Esa frase la mantuvo en su cabeza hasta que al regresar a Chile y quedar cesante, se aventuró con armar el "Hacedor del hambre".

Fue asistente de producción de varios programas como "Viva el lunes" y el "Festival de Viña", hasta que decidió irse del país. Vivió 11 años en Estados Unidos, y comenzó trabajando en un restaurante donde limpiaba los baños, sacaba la basura, lavaba la loza. Hasta que un día, cuenta, conoció a un grupo religioso y comenzó a trabajar nuevamente como productor audiovisual. Pero no sólo eso, también creó una profunda conexión con Dios.

—¿Qué elementos importantes tiene que tener una picada para que tú te entusiasmes en recomendarla?

—Primero que todo, una onda y una historia rica. Que tu historia sea una historia de esfuerzo, una historia que sea digna de mostrar y decir "sabes qué, como Juanito lo hizo, yo también lo puedo hacer". Además, debe tener un plato de comida exquisito. Y por último, nos preocupamos mucho de que haya una buena manipulación, de la higiene y del aseo.

Su vida en Estados Unidos

—Antes de que naciera el "Hacedor del hambre", viviste por muchos años en Estados Unidos. ¿Qué fuiste a hacer allá?

—Trabajé en una productora, pituteé muchas cosas en Nueva York. Y mi pega fuerte, fuerte, fue de productor ejecutivo del ministerio cristiano más grande de Estados Unidos, que se llama el Rey Jesús. Y ahí viajábamos a armar hogares de niños, eventos de caridad y eso lo grabábamos como documental.

—Hacías mucha ayuda social.

—Mucha ayuda social. El cristianismo en Estados Unidos está muy adelantado, a lo que se conoce acá como los evangélicos. No hay juicio, van muy acorde a la palabra. Me di cuenta que esa religiosidad no te juzga por un tatuaje, no te juzga si se te salió un garabato. Es como cambiar de adentro para afuera. Y eso me hizo crecer un kilo. Me cambió como hombre, como hijo, amigo, papá, como esposo.

—Tu lado religioso, ¿cuándo nació?

—En Estados Unidos. Si había algo que siempre me molestó fue la religión, porque es algo creado por el hombre. Lo que yo te digo es que encontré a Dios. Eso me ayudó a soportar grandes cosas que me han pasado, desde el divorcio, darme cuenta que no tengo familia, dos años sin pega. El programa "Hacedor del hambre", nació de una palabra de Dios, en 2004. Se acercó un pastor, que ni me conocía, y me dijo en inglés: "One shot, one opportunity". Un disparo, una oportunidad. Cuando tú lo escuches, lo veas o lo sientas, ahí está tu independencia, ahí está tu negocio de vida. Eso fue catorce años antes de esto.

—¿Cómo eras cuando niño?

—Era muy desordenado. Me echaron de todos los colegios. Era como un rebelde sin causa. Testarudo. Eso marcó una tendencia en mi vida. Y cuando me encuentro con Dios, me dice "sabes qué, estás súper mal encaminado". Ahí hubo como un tema para mí. Porque no tenía la palabra sometimiento en mi cabeza. O era a mi manera o a mi manera. Pero hoy día tengo ese respeto, cariño, calidez, todo lo que me hicieron a mí, no lo hago con nadie. Gracias a Dios cambié harto.

—¿Y cuál fue el punto de cambio?

—El punto de cambio fue cuando pedí pega en un restaurante, porque cuando no tienes papeles tienes que ir para allá sí o sí. Limpiando el water, sacando la caca, limpiando la basura y lavando los platos. Yo decía "qué estoy haciendo aquí, si yo era asistente de televisión en Canal 13". Y de repente estaba afuera, en el patio, sacando la basura, trabajando 15 horas diarias, con un día libre. Entonces el gran cambio partió en Florida, en 2001, en el restaurante que se llama "Beef Eater".

—¿Ahí ya estabas con tu familia?

—Sí, mi ex mujer, la flaca, llegó con las niñas como cinco meses después. Mi mujer en ese entonces no entendía cómo aguantaba con lo que estaba pasando. Yo tampoco entendía en realidad. Pero tenía un sueño y cuando Dios se presentó, me cambió todo. Creo que uno está en la vida para dar testimonio. Si yo cambié, cualquiera puede.

—¿En qué más te cambió?

—Hago mucha ayuda social, pero para callado. No le digo a ningún huevón. Le llevo comida a la gente, invito a una persona en la calle a comer. Todo lo que me enseñó Dios en Estados Unidos, y todo lo que tuve que vivir, juntando moneditas al comienzo... (Se emociona) Me acuerdo y me cago, centavo por centavo, para llevar un pan a mi hija. Esta huevada quiero que nadie lo tenga que pasar.

—Te emociona.

—Me caga el tema de la necesidad, porque yo la viví. Te digo, juntaba los centavos para ir a comprar, cuando tenía a mis hijas viviendo conmigo. Iba a la esquina a comprar un pan cubano. Y hoy veo la calle, y hay mucha necesidad. Y de eso también nos preocupamos en la productora, de tratar de ayudar. No se puede hacer todo, por eso yo digo, qué rico que haya programas mostrando a la gente común y corriente. La cultura no es competencia, la cultura es para todos, es ayuda, es enseñarte.

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