Cuando era chico le pregunté a mi papá en qué trabajaba y me dijo que jugaba a los pistoleros".

En el funeral de su padre, en noviembre de 1972, Juan Barros Urrutia (72) recibió el pésame de más de 80 personas entre familiares, detectives, ex funcionarios de la CAP y militantes izquierdistas. Pero hubo un par inesperado. De un auto diplomático bajaron dos mujeres bolivianas para rendir honores a quien identificaron como el teniente Hernán Barros Bianchi por combatir a los paraguayos en la Guerra del Chaco (1932 - 1935).

Por entonces, Barros Urrutia algo sabía del pasado de su padre, pero sólo ahí se enteró que no fue cualquier soldado. "Mi papá viajó como mercenario al Chaco, pero tenía ideas socialistas. Por eso después partió a la Guerra Civil Española (1936 - 1939) para luchar por los republicanos" cuenta Juan, uno de los cuatro hijos del primer y único jefe del Departamento 50 de Investigaciones, la unidad que en la década de los 40 atrapó una red de espías nazi que mandaban desde Chile mensajes a Berlín, según los archivos que desclasificó la PDI.

Pero en el caso del subcomisario hay mucho más para contar. O casi, porque como recuerdan Juan y su hermana Marta, así como era metódico y afecto a la buena mesa, Barros Bianchi también era extremadamente reservado. "Cuando era chico le pregunté qué hacía y me dijo que jugaba a los pistoleros", dice Juan. "Nunca tiraba un papel entero a la basura, siempre lo partía en varios pedazos", recuerda.

Dijo que se salvó de una bomba

Nacido el 24 de julio de 1911 en Santiago, Hernán Barros Bianchi estudió en el Liceo de San Bernardo y en 1928 entró a la Escuela Militar. Llegó a teniente de infantería. Fue en 1932, cuando estaba en el Regimiento Pudeto en Punta Arenas, que junto a otros nueve camaradas se les ocurrió irse al Chaco. En 1934 partió desde Valparaíso en el vapor Palena. Fechado en 1936, en los archivos del Ejército chileno hay un documento del Estado Mayor Boliviano que detalla sus condecoraciones y alaba su "acrisolada honradez".

De la escasa información que tiene sobre su pasado, según Juan una vez su padre le contó que cuando un pelotón de fusilamiento no quería ejecutar a unos desertores, "tuvo que tomar su revolver". Y de España Barros relató a su hijo otra curiosa peripecia que Juan reconstruye así: "Durante una campaña de Teruel, en el norte, en plena Guerra Civil, cuando estaba durmiendo en un hotel, cayó una bomba que hizo desaparecer la mitad del edificio y él despertó colgando".

Balazos en Pío Nono

Sobre su vida como caza nazis, su hijo recapitula otro de los relatos de su padre. Se trata de la vez que "se agarró a balazos con los espías en la calle Pío Nono, cerca de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile". Un episodio que, cuenta Juan, "le permitió llegar a una red que estos ñatos tenían en Osorno". Pero sólo sabe eso: los demás secretos se los llevó a la tumba.

Barros Bianchi tenía dos archivos. Uno para Investigaciones y otro que quedó en manos del FBI. Una vez, en los años 60, dicen sus hijos que lo buscaba por San Bernardo el periodista José Gómez López para que le contara sobre los espías, pero él nunca lo quiso recibir.

En 1941, luego de volver de España, Barros Bianchi estaba recién casado y tenía que encontrar trabajo. De sus nueve compañeros, uno se quedó en Bolivia. El resto, la mayoría, reingresó al Ejército. A él le surgió una posibilidad de entrar a Investigaciones. Así llegó a ser detective, donde el director de entonces, Jorge Garretón Garretón, también era veterano de la Guerra del Chaco.

"Mi papá nunca me llevó a la oficina", dice Marta. En cambio, Juan sí tiene un recuerdo del gabinete policial de calle General Mackenna. "Estaba al fondo de un patio, donde había otras tres oficinas. Si uno ponía un cajón y se asomaba por la ventaja, se veía una prefectura de Carabineros".

Cuando en 1945 fue disuelto el Departamento 50, Barros Bianchi siguió trabajando como detective en Concepción y La Serena. Eso "hasta que le «cayó el Pihuelo»", como dice Juan: cuando González Videla se volvió anticomunista, lo echaron de Investigaciones.

"Era busquilla. Después entró a trabajar en la CAP y llegó a ser jefe de personal. Al final, tuvo una carpintería metálica", cuenta su hijo.

En 1972, sus hijos recuerdan que de Investigaciones llamaron a la casa preguntando si ya había fallecido: "Dijeron que no hallaban el certificado de defunción. Era porque lo buscaron por Hernán y él se llamaba Pedro Francisco Hernán".

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