No tengo rollos con la eterna juventud, ni con las canas, ni con las arrugas. Jamás me tocaría el rostro para hacerme una operación".

"A pesar de tener mis antepasados anglosajones, soy un poquito impuntual, tengo problemas con el despertador y con llegar a la hora. Es algo que todavía tengo que mejorar", comenta entre risas un miércoles invernal, aunque llega a un café de La Dehesa exactamente a la hora acordada.

En la casa de Jenny siempre se habló inglés. Su abuelo y su padre son estadounidenses y su madre es hija de irlandés. Luego, a los quince años se fue a vivir a Rockford (Illinois) gracias a una beca. "Mi principal rasgo anglosajón es el "self made woman" (hacerse a sí misma). Salir adelante a pesar de la adversidad. Todo lo que me ha pasado profesionalmente ha sido porque lo he generado; yo he ido a tocar las puertas", dice la periodista con 22 años en televisión.

Es muy expresiva, sonríe todo el tiempo y se da el espacio para saludar a quienes se le acercan. "Me encanta que la gente me hable en la calle; el día que no me saluden y no me pidan una foto, será cuando ya no se acuerden de mí. Agradezco, bendigo y disfruto al máximo este cariño. Siempre me dicen: ‘que alta es usted, en la tele se ve más gorda'", cuenta entre risas esta comunicadora, quien también realiza seminarios dedicados a las mujeres de todo Chile con eventos de capacitación emocional, efectiva y talleres para emprendedoras, entre otras iniciativas.

La periodista está casada con el abogado Carlos Klarmann hace 17 años y tiene dos hijos, León (11) y Sofía (6), quienes son "la luz de su vida; el motor del viaje de la vida. Siempre aprendo de ellos, de su transparencia en el alma".

Y agrega: "El mejor programa de televisión es el que hago en mi casa todas las tardes siendo madre. Estoy en constante aprendizaje de cómo ser mejor mamá".

Como mujer se declara una romántica empedernida. "Lloro y me emociono con cada detalle de las películas. Me encantan las flores y mi marido me regala todas las semanas. Recibo infinitos detalles de amor de mi galán, todo lo que venga de Carlos me fascina", confiesa.

Cuestión de peso

"Toda la vida tuve problemas de sobrepeso u obesidad. Lo pasaba mal, me hacía sentir insegura. No era buena para hacer deporte y los abuelos y los tíos manifestaban el cariño regalándome dulces. Sufrí bullying por mi peso, pero gracias a Dios no me dejó secuelas; de chica siempre he sido muy segura, muy histriónica".

Y añade: "Ese sentido del humor, me protegía como un bálsamo ante la crítica descarnada de los niños, quienes son tan honestos y no miden sus palabras. Lo sufrí, pero no lo evidencié".

El tema de su peso dice que es genético. "Desde chica tuve problemas con los kilos y tengo que vivir cuidándome. Con el programa ‘Cuestión de Peso' aprendí que estar en forma no sólo es frívolo para estar bonita, sino que tiene que ver con la calidad de vida. Quiero tener energía para crear una fundación, escribir un libro; para estar con mis hijos y mis nietos".

"He aprendido a estar en constante actividad física y cuidando mi alimentación. El tema de la gordura no me afecta, estoy más segura de mí misma. No me deprimo cuando subo de peso, ya pasé los 45 años y hoy tomé conciencia de cómo cuidarme".

—¿Has pasado por el quirófano?

—Sí, en manos del doctor Nelson Correa. Me he enchulado algunas partecitas de mi cuerpo, me he sacado unas grasitas por aquí y otras por allá. Soy súper pro cirugía plástica, no lo cuestiono para nada, aunque sí lo ligo a la mayoría de edad. Hoy no me cambiaría nada, me siento feliz conmigo misma.

—Estás en un buen momento…

—Soy una agradecida, bendecida y afortunada. Estoy en pareja feliz con el padre de mis hijos, mis niños están sanos, mi marido también, mis padres con vida. Estoy creciendo como comunicadora, explorando vetas insospechadas de mi desarrollo profesional. Especializando en temas del área de la sicología femenina con el liderazgo. No hay nada pendiente en mí hoy.

—¿El paso de los años es un tema en televisión?

—No siento que voy a cumplir 50 años pronto, me siento como si tuviera 20. La edad tiene más que ver con una actitud de vida. A una mujer de 45 años se le tilda de señora, mucho más que un hombre. A esa edad ellos entran en su mejor momento y nosotros en estado de madurez. Es una sociedad machista, de valorar la belleza física y la juventud más que la experiencia profesional.

—No tienes tema con la vejez entonces…

—No tengo rollos con la eterna juventud, ni con las canas, ni con las arrugas. Jamás me tocaría el rostro para hacerme una operación. Cada surco tiene que ver con una experiencia de vida, con una pena, una alegría. No cambiaría mi apariencia, aunque me lo exigieran en el trabajo. Soy orgullosa de la edad que tengo y de haber logrado todo a lo que he llegado a punta de mi trabajo y mi tesón; de mi forma de ser lúdica, extrovertida, chistosa más que lo físico. Aunque tampoco puedo ser poco honesta, pues también recurrí al bótox muy sutilmente en las patas de gallo. La mejor medicina para estar joven es reírse, juntarse con las amigas, una vida sexual plena y soltar lo que no nutre.

—¿Eres creyente?

—Sí, creo en Dios como uno solo. Como una energía de amor que nos protege.

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