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Desde una calurosa Roma, donde trabaja como encargado de los asuntos económicos de la Congregación Jesuita para Europa, Latinoamérica y el Caribe, el sacerdote y ex director de la revista Mensaje Antonio Delfau analiza lo que será el viaje del Papa Francisco a nuestro país en enero.

"El Papa llega a Chile en enero, a un país donde han crecido en forma alarmante el desprestigio y la desconfianza en las instituciones. Donde la desigualdad se hace cada vez más intolerable. También visita nuestro país cuando se ha ido acentuado la demanda de derechos, pero sin que nadie mencione los deberes. Un país tremendamente individualista. El Papa Francisco nos desconcertará con su presencia y sus palabras. Desde que asumió su cargo, no ha dejado de sorprendernos. Y es que el Papa Francisco no es previsible. Y quizás los chilenos necesitamos eso. Poder mirar nuestra enrarecida realidad desde otro punto de vista.

—¿Podría darle un nuevo peso o relevancia a la Iglesia Católica chilena?

—La caída de la credibilidad en la Iglesia Católica en Chile ha sido enorme. Todas las encuestas lo indican. Es cierto que también ha caído respecto a otras venerables instituciones de la república, como Carabineros, pero es un hecho que la Iglesia chilena está desprestigiada y ha perdido relevancia. El Papa nos ha sorprendido con su apoyo al obispo Barros y seguramente nos seguirá sorprendiendo. Sin duda que su visita revitalizará nuestra Iglesia, y sobre todo alentará a todos los buenos católicos y hombres y mujeres de buena voluntad, que buscan construir un Chile más justo, cohesionado, pacífico y solidario.

—¿Cómo califica su estilo?

—Hay algo muy interesante en el Papa Francisco, y es que no se lo puede encasillar. Esto desespera a los ‘vaticanistas' y a los expertos en temas de Iglesia. No es obvio, no sigue los protocolos ancestrales establecidos por la diplomacia vaticana, nunca responde de acuerdo a las expectativas de grupos de intereses determinados. Siempre sorprende. Creo que podrá también tener un efecto su visita en aquellos que se sienten llamados al sacerdocio y a la vida religiosa, pero permanecen aturdidos ante los escándalos y contradicciones de nuestra Iglesia.

—¿Esta visita tiene menos entusiastas que la de Juan Pablo II?

—Quizás hay un entusiasmo menos ingenuo. El mundo ha cambiado mucho. Juan Pablo II vino en plena dictadura, y después de ayudarnos a evitar una guerra con Argentina. No existían las redes sociales, ni internet, ni los celulares, no se conocían prácticamente los escándalos de los abusos sexuales por parte de clérigos y religiosos. Hoy también necesitamos en Chile de la visita del Papa, porque tenemos una democracia desprestigiada, una Iglesia cuestionada, una sociedad insatisfecha, mucha agresividad, materialismo e individualismo.

—¿Qué gesto le recomendaría al Papa que haga en Chile?

—Estoy seguro de que el Papa nos sorprenderá con sus gestos, lo ha hecho desde el primer día de su pontificado, y lo seguirá haciendo. Es más, creo que es creativo y cercano, sensible al dolor, empático con las personas. No necesita de mis consejos en esta materia, porque él mismo es un maestro en el campo de los gestos. Los gestos del Papa Francisco dicen más que mil palabras y, probablemente, quedarán grabados en los corazones de los chilenos.

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Aunque tendrá una agenda cuidadosamente preparada para su visita en enero de 2018, la espontaneidad del Papa, sus salidas de libreto y las ciudades que escogió (Iquique y Temuco) ya adelantan los temas "incómodos" que abordará en Chile: desigualdad, derechos de los migrantes y conflicto en la Araucanía.

De la inmigración ya se conoce su posición (ha dicho que "la migración no es un peligro sino un desafío para crecer"). Pero de las demandas mapuche no se sabe su postura.

Por ello es que su paso por ambas ciudades no sólo es leído como un viaje pastoral, sino como un hecho político. O, como explica el teólogo y presidente de la Comisión Nacional de Justicia y Paz del Episcopado chileno, Sergio Torres, los lugares escogidos "podrían ser un buen indicativo para abordar temas que hoy requieren de una mirada nueva: acoger la diversidad que representan los pueblos originarios y la migración".

Álvaro Ramis —teólogo, doctor en Filosofía y académico de las universidades de Chile y Alberto Hurtado— habla de varios nudos de conflicto abiertos y que son altamente complejos en la visita del Papa a Chile. "Algunos lo distancian de la élite, otros le distancian del sentido común de la sociedad chilena actual", dice.

Y en esa línea plantea que la única forma de asumir esta realidad es enfrentando estos temas y "no protegiendo al Papa de estos aspectos críticos de la visita. Más aún, sería deseable que la visita pudiera dar cuenta de estas tensiones, pero al mismo tiempo ayudar a superarlas, dando señales que permitan distinguir lo anecdótico de lo sustancial".

Agrega que pese a las tensiones, la presencia de Francisco debe percibirse en la sociedad civil laica como "un evento inclusivo que permita que el Papa despliegue su mensaje con mucha autenticidad". Pero alerta: "Es importante que los cuidados de los sacristanes comunicacionales no ahoguen el discurso espontáneo del Papa".

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