Cuando la tienda de Verónica Blackburn se inauguró, en abril del año 98, Josefina tenía nueve años. Para el evento viajó a Santiago junto a su familia desde Temuco, donde vivió hasta los 18 años. Esa noche ella y sus cuatro hermanos (después nacieron dos) dieron la bienvenida a los más de cien invitados vestidos de chefs. "Me acuerdo de ese coctel tan elegante, de la cara sonriente de mi tía y de haber deambulado con mis hermanos entre mucha gente", cuenta esta ingeniera comercial de la Universidad Católica, quien asumió el mando de la empresa hace más de un año.

La oficina de Josefina Blackburn como gerenta general está en el segundo piso de la casona amarilla de Alonso de Córdova. No usa el escritorio de su tía, quien falleció en julio de 2015. Durante 17 años la mesa de trabajo de Verónica estuvo a un costado dentro de la imponente cocina de la tienda, epicentro donde su buena mano dejó un legado en la gastronomía chilena como una de más talentosas y elegantes mujeres de la cocina nacional. "Al representar la imagen de Verónica Blackburn, muchas veces me pregunto si la decisión que estoy tomando le gustaría a ella; siento que todavía está aquí", dice.

Y agrega: "Es increíble que esta tienda haya seguido adelante. Hace veinte años no se hablaba mucho de la cocina. Mi tía fue pionera, educó a los chilenos en la cocina con el matinal (de Chilevisión con Jorge Rencoret) y trajo productos increíbles de Francia cuando había marcas más básicas en Chile".

Su tía fue diagnosticada con cáncer de páncreas a comienzos de 2014. "Le dijeron que le quedaban seis meses de vida, y tuvimos 16", relata, emocionada, Josefina. "Ella no ponía caras de sufrimiento, decía ‘me siento un poco mal', pero demostraba que estaba todo bien".

Verónica reflejó en sus negocios esa actitud reservada con su enfermedad. "No hablaba de a quién dejaría la tienda, no se mostraba preocupada", comenta.

Josefina estaba desarrollando una carrera en Falabella cuando su familia leyó el testamento de su tía. En él decía que dejaba al padre de Josefina, Brian (61), único hermano de Verónica, 8 años menor, como representante legal de la marca y a sus siete hijos como herederos universales. Entonces, su familia le pidió que se hiciera cargo del negocio culinario. "Muchos pensaron que tras su muerte la tienda de Verónica Blackburn se cerraba; me decían que todavía no podían entrar porque les daba mucha pena, pero yo les explicaba que visitándola es como a ella la harían más feliz. Nunca pensamos cerrar, aunque nos preguntamos qué pasaría si ya ella no estaba. Pero había que seguir con las clases de cocina y los productos que siempre se destacaron por su calidad y buen gusto", dice.

Al comienzo de su gestión a Josefina le asustaba que dijeran "quién es esta niñita que no cacha nada. Mi miedo más grande era equivocarme, tirar la tienda a piso y el nombre de Verónica Blackburn al suelo; me aterraba", confiesa.

"Mi Excel es mi mejor amigo. Mi rol va en la gestión, en la administración y en estar en cada detalle. Me entretiene la cocina, pero no tengo la capacidad para enseñarla", reconoce, entre risas.

Ella sabe que el sello único de su tía no se puede replicar, pero dice que cuentan con buenos chefs que siguen el estilo. Una de ellas es Pilar Rodríguez, de Colchagua, "tiene mucho carisma, es seca; tenemos que seguir con el espíritu de Verónica".

Antes de su muerte, su tía esperaba lanzar su primer libro de cocina, que se publicará a fin de año con la asesoría culinaria de Martita Serani. Además, este mes regresa el "club de Toby", el mismo grupo de empresarios y ejecutivos al que Verónica hizo clases muchos años.

Hoy, la tienda tiene 24 marcas (30 a fin de año) y registran ventas anuales de un millón de dólares. "Este año queremos crecer al 25%, ser aterrizados".

De Traiguén a París

El primer Blackburn llegó a Chile desde Inglaterra en 1887 y se instaló en Traiguén en un fundo que se dividió en el Panal y la Colmena. Edgard —abuelo de Josefina— se quedó con la Colmena (de 800 hectáreas), campo que sus hijos Brian y Verónica heredaron, junto a su casona de 1891. Allí se criaron, hasta que Verónica se vino internada al Santiago College y Brian al Grange. "En su casa hablaban inglés, tuvieron educación inglesa; hasta sus chistes eran ingleses", señala Josefina.

Verónica se iba todos los veranos al campo de Traiguén para estar con sus sobrinos, y ellos en las vacaciones de invierno viajaban al departamento de su tía en Santiago. "Nos inventaba juegos, nos cocinaba una leche asada increíble y nos tenía una olla grande de camarones para todo el ejército. Tenía un corazón gigante. No era de abrazar, pero con las cosas que hacía nos demostraba su enorme cariño".

A los quince años Josefina viajó sola con su tía dos semanas a París. "Fui a mi primer restaurante con estrella Michelin. Recorríamos todas las ferias, emporios y finos restaurantes. Ella gozaba aprendiendo de cada plato, siempre con su infaltable copita de champaña Rosé", recuerda.

—¿Qué diría Verónica Blackburn de cómo has continuado su legado?

—Espero que esté contenta con lo que estoy haciendo y con lo que queremos hacer. Mi ambición más grande es volver a poner su nombre en el número uno de productos de cocina. No nos interesa hacernos ricos con la tienda. Nuestro objetivo es que sea una empresa sólida; todavía queda mucho camino por recorrer.

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