Un juego clásico de los niños chilenos al viajar en tren desde Santiago consistía en cantar el nombre de las estaciones hacia el sur.

Se hacía con ritmo y con énfasis. Espejo, San Bernardo, Nos… Luego, más rápido: Los Guindos, Buin, Linderos… Y sonaba triunfal pues parecía que desde esos lugares ya se estaba en el sur, lejos de Santiago y cerca de paisajes absolutamente nuevos.

Hoy, este recuerdo de los años 60 del siglo pasado cobra vigencia, aunque en otro sentido; pues el avance urbano hacia el sur transforma esos lugares en barrios capitalinos.

Los 35 kilómetros que hay entre Santiago y Buin están construyéndose y luego todo será una misma ciudad; pero no resultará fácil. Es que Buin, con 173 años de edad, tiene una especificidad urbana difícil de avasallar. La identidad agrícola de sus habitantes, más la calidad de su clima y feracidad del suelo siguen definiendo una idiosincrasia invariable que necesita de una ciudad propia para expresarse. Su ejemplo esencial está en las calles San Martín y Balmaceda que conforman una gran T bulliciosa, semicampesina. Todo en ellas nos habla de que Buin tiene una vocación de ser como es.

Batalla del Puente del río Buin

Aunque el empuje definitivo se lo dio el paso del ferrocarril, Buin no es hijo de éste. Desde antes se necesitaba un centro urbano para dar suelo a una gran población flotante y, sobre todo, servicios a numerosos lugares que nacían y crecían en las riberas del río Maipo o en los alrededores de las haciendas del valle. Los pueblos de Maipo, Alto Jahuel, Valdivia de Paine y caseríos en Viluco y Linderos reclamaban una ciudad mayor. La coyuntura se dio en 1844 cuando fue fundada por el Presidente Manuel Bulnes. Seguro que el nombre de la nueva ciudad lo da este último desde el recuerdo de la Batalla del Puente del río Buin, librada en 1839 durante la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana.

José Luis Molina, Luis Goycolea y Francisco Lafebre, según consta en el Decreto Fundacional, son los hacendados que en los límites de sus fundos y a orillas del antiguo Camino Real, ofrecen terrenos para el nuevo pueblo. Lotean alrededor de 45 manzanas en ángulo recto. Como respaldo urbano, y para que su proyecto sea atrayente a las autoridades públicas centrales, donan los terrenos para las calles, plazas, avenidas, la iglesia, mercado, cementerio y una Casa Consistorial. En 1862, con la llegada del ferrocarril, Buin multiplica su quehacer económico y lo incorpora a la economía nacional. La estación, que quedó más o menos a un kilómetro del pueblo, constituye un hito urbano muy interesante. El edificio mismo, hoy del Metro Tren, y una plazuela por el lado interior conforman una unidad.

Comidas y viñas

La razón culinaria es discreta y misteriosa. En la ciudad se encuentra en su calle Balmaceda y sorteando algún pasillo que desde la puerta de calle lleva a patios más amplios, donde un restaurante espera bajo un árbol o un parrón. Es discreta pues no se ha subido a modas gastronómicas y sus platos siguen siendo aquellos cocinados desde una tradición local que se esmera en lo de siempre: prietas con puré, costillar al horno, cazuelas de ave o de vacuno, albóndigas…

Y siempre se escucha hablar de emprendimientos; pues junto a las grandes ganancias por la producción de vinos y frutas exportadas, también hay ejemplos menores y crecientes. Sobre todo en la agroindustria casera, que ya muestra excelentes resultados desde la cosmética desarrollada con la baba de caracol y/o yerbas locales.

Textiles, joyas, criaderos de plantas, mueblería y, para los que gustan de la tradición, hay talabarterías, fierro forjado y más vinos artesanales.

Lo del vino son palabras mayores. Se podría construir un mapa territorial dando como límites los nombres de las viñas vallinas. Todo comenzó en el siglo XVIII cuando Domingo Fernández Concha echó las bases de lo que en 1880 sería la Viña Santa Rita; o la Viña Ochagavía, de don Silvestre (1806) en el Llano del Maipo. En Linderos nació la Viña Carmen, la más antigua. Actualmente son alrededor de quince. En abril de 2017, en la Fiesta de la Vendimia de Buin, se expresa la multiplicación de las viñas: Espaldares, Portal del Alto… , y la aristocrática del barón Philippe de Rothschild.

Santiago avanza hacia el campo sureño y Buin es una ciudad "difícil de roer". El encuentro o desencuentro no sólo será por cosas de valor del suelo sino por riquezas que ya son cultura. Por ejemplo, el Liceo Polivalente Los Guindos produce su propio Cabernet Sauvignon orgánico y esto es la prueba de que nuevas generaciones de estudiantes también están en medio de la Historia de Buin.

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