Somos súper distintos. Nuestros amigos no se explican que la relación funcione. Para que dos lleguen a quererse hay cosas más profundas que el temperamento. Nuestra preocupación por lo social nos mantiene unidos".
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"Nos presentaron unos amigos y no me gustó nada. Lo encontré muy achorado", dice la parvularia Paula Lira (51), plácida mujer del acelerado senador y candidato presidencial Manuel José Ossandón. "Tuvo que hacer méritos e insistir mucho para que se me pasara esa impresión", cuenta, en el living de su casa tradicional chilena, en Pirque.

"En la primera salida fuimos al Tavelli. Yo entonces era medio gordita y, cuando pedí helado me dijo: ‘¿Estás segura de que quieres comerte eso?'. Un desubicado, pero me fue conquistando".

Hoy dueña de una figura menuda y envidiable, esta mamá de 8 hijos, que van desde los 29 a los 10 años, se demoró un año en sorprender a sus padres con la decisión de casarse con este técnico agrícola que ayudaba a su papá, Roberto Ossandón Valdés, a manejar el campo familiar de Pirque, propiedad de su abuela materna. "El Cote era un gran colaborador de sus tías viejas, de sus parientes, de todo el mundo. Me impresionaba que siempre lo estuvieran llamando para solucionar problemas, desde reparar un portón hasta llevar a alguien al médico. Eso me gustó de él, su generosidad. Ya casados, no me gustaba tanto su afán colaborador, pero es así. Tiene eso que llaman espíritu de servicio", dice, risueña.

Reconoce que ni ella ni él son unos intelectuales. "A mí a los 12 me atropelló un auto. Fue el mismo año en que me dio tifus y paratifus. De ahí en adelante, nunca me destaqué por buena alumna". Confiesa que le habría gustado estudiar arte o arquitectura, pero que su mamá la convenció de que optara por algo práctico. "Entré a Educación de Párvulos en la Universidad Andrés Bello. Eran tiempos de mucha protesta, por lo que deseché el Pedagógico de la Chile. Siempre fui muy obediente, una niñita protegida, muy de vivir en una burbuja".

—¿Tu marido era porro, mal alumno?

—Era flojo. Los libros del colegio terminaban intactos a final de año. No los abría. Mi suegra cuenta que decidió pagarle clases de inglés particulares. Dejó de hacerlo cuando la profesora le comentó que estaba botando la plata. Que el Cote era adorable, que le hacía unas pailas con huevos increíbles, que conversaban de todo y se reían mucho, pero que no estaba aprendiendo nada.

Hace 31 años que están casados. Paula ni siquiera había terminado su carrera, pero él insistió. Vivía en Pirque, solo, lejos de todo, y quería empezar una familia.

—¿Siempre quisieron una familia numerosa?

—No, nos casamos así como es él, muy rápido. Nunca nos planteamos nada. Después llegaron los niños: Manuel José, que tiene 29, es abogado y nos ha hecho dos veces abuelos; luego la Paula, 27, enfermera; Benjamín, 25, seminarista; Nicolás, 22, estudiante de Agronomía; Jacinta, 20, que va al college. Y luego los que aún van al colegio, Pedro Pablo, de 16, Juan Diego, de 14, y "mi María", de 10. La maternidad es algo muy bonito, que viví siempre con alegría. Mi tercer embarazo se complicó y tuve una hemorragia grande, tanto que si no dejaba de sangrar, el médico dijo que me tendría que sacar el útero. Recuerdo que le dije "si después de rezar un Padrenuestro no para el sangramiento, hazlo", pero antes de decir amén, se acabó la hemorragia. Por eso tengo ocho hijos y no dos.

Es ciento por ciento mamá. El Cote aporta apoyo logístico. Ella sigue a sus hijos en sus juegos, los acompaña en la enfermedad —dos de las niñas han padecido cáncer de tiroides, lo que ha sido un duro trance familiar—. Y los escucha en sus cuestiones decisivas. "En segundo medio, la Paula dijo que quería ser enfermera obstetra. Yo estaba esperando a mi María, la menor. Entonces le propuse que entrara al parto. Así lo hicimos y el médico le dio la tarea de cortar el cordón umbilical que me unía a su hermana. Fue emocionante".

Hoy su hija Paula, como enfermera, se ha especializado en el manejo del dolor de enfermos terminales, un área que ella conoce. "Desde hace 9 años, soy voluntaria en el Hospital Sótero del Río. La primera vez que fui lloré como tres días seguidos; ahora soy una enamorada de ese trabajo". Con Paula también comparte la afición al telar. Teje en yute y con distintas técnicas, obras que enmarca y regala para matrimonios. El propio senador se ufana de que ya no gasta plata en regalos y se luce con los trabajos artesanales de su mujer. "Pero yo se los cobro, y caro", agrega ella, mostrando los tapices que adornan las paredes en la misma proporción que los aperos, los palos de polo, las monturas, que revelan las aficiones ecuestres de los hombres de la casa.

Cuando sus hijos mayores eran niños, ejerció como parvularia y profesora de religión en el Colegio San Isidro de Linderos, donde se han educado sus niños y tuvo a varios como alumnos. Después dejó su carrera, la que cree es de vida corta. "Se necesita una vitalidad y un estado físico que es difícil de mantener con la edad. Hay que gatear, saltar, correr".

—Y para ser mujer de un hombre tan avasallador, ¿qué se necesita?

—Somos súper distintos, agua y aceite, alfa y omega. Nuestros amigos se ríen y no se explican que la relación funcione. Creo que para que dos se gusten y lleguen a quererse hay cosas más profundas que el temperamento. Creo que nuestra preocupación por lo social es lo que nos unió y nos mantiene unidos.

Manuel José Ossandón se convirtió en alcalde de Pirque a los 29 años, porque su papá rehusó presentarse cuando se lo propusieron y pensó en su hijo. "Cote no había sido ni siquiera presidente de curso. Además le cargaba la política. ¡Le cargaba, no es que no le gustara! Ya sabes, él es rotundo para sus cosas. Pero aceptó postularse y empezó a visitar a la gente, a darse cuenta de sus necesidades, a creer que podría ayudarlos, así como hacía con sus tías, con los trabajadores. Un mes antes de la elección, me dijo que creía que podía ganar".

—¿Tú creías que podía ganar entonces? ¿Y qué crees ahora?

—Yo no le tenía ni una fe entonces, y tampoco se la tengo ahora. Pero ganó y desde entonces no ha perdido nunca una elección. Fue reelegido en Pirque; ganó en Puente Alto, donde nunca había habido un alcalde de derecha; salió elegido senador. Ahora creo que no va a ganar, pero la historia acumulada indica lo contrario.

—¿Cómo crees que se tomaría una derrota?

—La vida seguirá siendo la misma. El Cote es muy tira para arriba. Una hermana mía dice que es como un mono porfiado, y es una muy buena comparación. Por eso mismo ha sido un buen alcalde y sería un buen Presidente, porque se la juega por entero. No es un hombre de tratar de hacer, es de hacer y de hacer con todo.

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