"Existe el mito (a menos recursos más creatividad) que resulta muy cómodo para los que diseñan políticas públicas".

La recientemente inaugurada exposición "Colección MAC: Post 90" funciona como panorámica del arte contemporáneo joven y a la vez como reflejo del legado de la administración de Francisco Brugnoli, quien anunció que en julio comenzará su retiro tras 19 años al mando del museo dependiente de la U. de Chile.

Sin embargo, él desconfía de los rótulos.

"Me parece cuestionable el principio generacional determinado por décadas y es algo que intentamos reflejar acá. En arte debemos poner siempre atención a los antecedentes y proyecciones. Pero también al rebasamiento de los bordes".

Para él, el punto de quiebre en la escena nacional se dio en el año 2000 a partir de la muestra "Delicatessen", curada por Pablo Rivera.

"Ahí se habló de un ‘neo objetualismo', especialmente por revelar una mirada interesada hacia experiencias anteriores a la aparición de la neo-pintura que había aparecido a principio de los 80 como alternativa al arte más político", recuerda Brugnoli. "Esto coincidió con el desarrollo del consumo en todas sus formas. Con una oferta que otorgaba una sobreinformación visual a través de objetos coloridos y baladíes. Pero también la televisión por cable y en, forma muy importante, internet. Una oferta infinita para la satisfacción de apetitos reprimidos".

Para Brugnoli en este siglo hay una producción abiertamente ecléctica debido al gran número de artistas jóvenes egresados de las escuelas de Arte, además del boom de las galerías y la llegada de una cultura de mercado.

"Según mi punto de vista, se han producido factores de cambios culturales profundos que autorizan a hablar del cumplimiento del proyecto de transformaciones que inteligentemente buscó la dictadura".

"El arte amplía

los imaginarios colectivos"

—La falta de recursos genera buenas ideas. ¿Crees que eso se cumple en el mundo del arte contemporáneo chileno?

—Desgraciadamente existe ese mito, que resulta muy cómodo para ciertos responsables del diseño de políticas públicas, para así desentenderse del desarrollo cultural de su sociedad. Con ello, obtienen el beneficio de sociedades que sólo están preocupadas de la satisfacción de necesidades básicas. El arte amplía los imaginarios colectivos mostrando otras posibilidades de mundo, entonces indudablemente es algo peligroso. El desarrollo histórico de la producción de arte en países como Italia, Francia o Estados Unidos, no habla precisamente de precariedad. El arte en Chile ha tenido momentos muy altos, justamente cuando ha contado con apoyos significativos tales como la creación de la Academia y su posterior Escuela de Bellas Artes. Hoy día ese rol ha sido transferido al mundo privado.

—¿No crees que ciertos formatos de internet como el gif o los memes masificaron eso que en los 80 correspondía al video arte?

—Siempre el trabajo de arte ha sido una zona de experimentación, no sólo poniendo a disposición pública sus resultados, sino también poniendo en cuestión lo establecido al abrir ventanas al mundo. El Pop nació de una mirada crítica al mundo de la cultura de masas y produjo nuevas imágenes que se hicieron parte de ese mismo mundo, pero mostrando otro posible. El videoarte ha ido tomando y re-entregando otras posibilidades. Creo completamente en un arte-meme o un gif-art.

—Dice que hay que "actualizar" la colección del MAC. ¿Hay obras o movimientos que se están perdiendo?

—Desgraciadamente sí. Nuestra carencia presupuestaria no nos permite adquirir obras y esto naturalmente limita nuestra completitud. Somos un organismo estatal, pero parece que el Estado no es consciente de la relevancia de preservar la memoria.

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Crédito IMG

Para el crítico gastronómico neoyorquino Robert Sietsema, el chacarero chileno es el mejor sándwich del mundo. Por eso se propuso salir en busca del exponente más sabroso a través de la ciudad.

El viaje —publicado en la prestigiosa revista Eater— comenzó en "Freddie and Pepper's", restaurante del Upper West Side cuyos dueños son chilenos. Ahí, Sietsema se llevó una decepción: "El pan no era el correcto y los porotos verdes estaban recalentados, lo que los volvía blandos y no crujientes. La carne estaba bien", apuntó.

De ahí se desplazó hasta Queens para comer en "San Antonio Bakery", pero la carne le pareció dura. "Mis dientes no fueron capaces de cortarla", confesó.

El recorrido terminó en "La Roja de Todos, en Northern Boulevard, y la situación mejoró, pero no del todo.

"La carne era muy gruesa. Nuestro consejo es: tomen la carne del chacarero de «Freddie and Pepper's» y pónganla en el sándwich de «La Roja de Todos". Entonces tendrán un buen ejemplo del mejor sándwich del mundo".

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