Entre los cerros de Cabildo, a unos 11.642 km del puerto de Liverpool (UK), una banda de guerra ensaya "Yellow submarine"; preparándose para el desfile en honor de las Glorias Navales chilenas.

John Lennon y los otros Beatles hubiesen estado contentos de la potencia con que los muchachos y muchachas del colegio Andrés Bello la interpretan. No es la única reminiscencia marina que tiene esta ciudad. También hay un cerro llamado El Barco, y en uno de los puentes sobre el río Ligua se aparece una sirena.

La primera impresión al llegar a la ciudad es de gozo, por la calidad del aire, tan puro, fresco, y los destellos de colores que en los jardines tintan las buganvillias, que aquí las hay púrpuras, magentas y anaranjadas. No cuesta decidir un recorrido, pues su pequeña planta urbana sólo consta de tres largas calles. La del borde del río; la central, llamada Ricardo Humeres, y la que corre a la orilla del gran cerro del lado sur. Todas, en la disposición este-oeste del valle construido por el río Ligua. En Humeres, la principal, está la mayoría del comercio y las oficinas públicas, más una gran cantidad de restaurantes entre los que destaca La Gatita, con exquisita comida criolla. La plaza retiene al visitante pues tiene algunos árboles que, por inusuales, intrigan: floripondios blancos, un belloto del norte, un caqui, un gran palto y un lúcumo colmado de frutos.

Nacido de la minería

Aun cuando el territorio vallino estuvo y está llenos de fundos —La Higuera, San José, El Ingenio, San Lorenzo, Los Angeles—, fue la minería lo que dio origen urbano a Cabildo. El empresario José Cerveró, de Valparaíso, compró a Ricardo Humeres el lugar en donde hoy está la ciudad para instalar una fundición de metales de cobre. Luego, a fines del s. XIX y junto a una incipiente población que se formó en el lugar, tuvo allí su terminal el ferrocarril que venía desde La Calera. A comienzos del s. XX, este mismo ferrocarril, trepando la Cuesta de la Grupa y cruzando su túnel, será el titánico ferrocarril a Iquique. Estos fueron los tiempos prósperos de Cabildo y también el origen de su recuerdo más querido: el tren al Norte.

A 180 km de Santiago, en medio del valle del río Ligua está la ciudad. Aquí se puede llegar vía Ruta 5 Norte, visitando La Ligua, o bien, por la hermosa carretera desde San Felipe - Putaendo, pasando por una docena de pequeños poblados que la orillan: Bartolillo, La Viña, La Vega, La Mora, El Quemado… en donde se divisan rediles y majadas de caprinos que pastan por las colinas. El sector comprendido entre La Ligua y Cabildo es más agrícola, de frutales. Paltos y limones se ven tras los largos cercos de Acacia capensis; sobre todo, en el antiguo fundo El Ingenio (que fue de La Quintrala), que llegó a ser uno de los más bellos paltales.

En todo caso, son temerarios y porfiados los cabildanos. Subiendo desde La Ligua, en dirección del río, se ve una nueva y desafiante plantación de chirimoyos. Como el año estuvo más o menos normal en cuanto a la lluvia caída, los paltos que habían sido talados a tocón —dejándoles solo el tronco, para que no requirieran riego—, hoy han rebrotado y muchos están con flores o frutos. Esto demuestra que los cabildanos confían en que una normalidad pluviométrica regresará y así podrán seguir produciendo paltos o chirimoyos.

Pianos y palmeras

Entre los atractivos arquitectónicos destaca la Casa López/Tapia (1904). Está situada a un costado de la plaza, muy vigilante en su altura de tres pisos; el último de dos torres gemelas, al modo de mansardas, recubiertas de latón. Ahora es de propiedad municipal y está contemplada dentro de un plan de restauración que la destinará a Casa de la Cultura, cosa no muy lejana a lo que fue en vida, pues allí vivió María Mercedes Tapia, mujer culta, concertista en piano, y cuyo virtuosismo fue tan celebrado "y escuchado en noches de tormenta" que hoy es casi un mito.

Hay dos cosas más, referidas a una sensible urbanidad, que se destacan. Una es la disposición, en varias calles centrales, de asientos o bancas que algunos vecinos o comerciantes sacan a la vereda para que los transeúntes descansen. Lo otro es la exhibición hacia la calle de una gran cantidad de maceteros con plantas.

Es alegre Cabildo y, aun cuando no se hable de la minas Las Cenizas o Cerro Negro, ni se hagan otras averiguaciones económicas, es una ciudad próspera. Hace pocos años, en su bordecerro una sola calle era la que recepcionaba las nuevas casas del crecimiento urbano. Hoy existen tres y, en ellas es loable el colorido repertorio de buena arquitectura popular, tanto en formas como en la habilidad de adaptar bases y cimientos al suelo en gradiente y rocoso.

Los sones de "Yellow submarine" han durado las cinco horas de la visita a Cabildo. Se agradece a los apasionados estudiantes del Colegio Andrés Bello, que le dieron ritmo al caminar y a esta inmersión por el Chile profundo.

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