Destacó siempre por su temperamento calmado en un deporte de mucha fricción". (Gonzalo Mardones, arquitecto)

Antonio Eguiguren Balmaceda (54), "Toño", como le decían, no tenía por qué ir a ese almuerzo en un restaurante de Alonso de Córdova. Era el año 2007. No estaba invitado, pero justo llamó a su amigo, vecino y polero, José Antonio Iturrate. ¿Almorcemos juntos?, propuso. Iturrate, que estaba almorzando con la ex modelo Rosita Parsons por un tema comercial de la Revista del Polo, lo invitó al encuentro. Con Rosita no se conocían, el flechazo fue mutuo. Apenas terminaron de comer, Toño le pidió a su amigo el teléfono de Parsons y la contactó esa misma tarde. Entonces, la ex modelo llamó a José Antonio para preguntarle qué onda Toño, que aunque lo encontró muy caballero, lo había conocido recién y ya la había invitado a salir. Entonces, José Antonio le dijo: "échale pa´ delante, es un gran tipo". Luego de ese almuerzo, nunca más se separaron. Pololearon nueve años y se casaron el año pasado. "Era una pareja que irradiaba felicidad", comenta Iturrate.

Cuando conoció a la ex modelo, Toño estaba divorciado de Angélica Correa, con quien tuvo tres hijos, Angélica, Antonio y Olivia. "Fui a su matrimonio, fue precioso en la casa del papá de Toñito, en El Arrayán. Todo muy íntimo y fino; estaba muy enamorado de su Rosita", cuenta Francisco Varela, vicepresidente de la Federación Chilena de Polo.

Toño quiso a las hijas de su mujer, Clara Lyon y Lorenza Izzo, como si fueran suyas. Incluso, bautizó a uno de sus caballos Clarita.

Un cercano confidencia que al principio para Rosita no fue fácil entrar en la familia de Toño, que es bastante tradicional. Para los padres del polero era complicado que ella viniera de dos matrimonios, pero al poco tiempo se ganó el cariño de todos y el de los hijos de su marido, a quienes Parsons adora.

Varios amigos de la pareja aseguran que disfrutaron cada momento. Era habitual verlos caminar de la mano por la playa de Zapallar o comiendo en el César. En este balneario, el papá de Antonio tenía casa; en Cachagua y el lago Ranco preferían arrendar. En el último tiempo, el polero le comentó a un cercano que quería comprarse un campo en el sur, cerca de Futrono.

El matrimonio vivía en Vitacura, en Candelaria Goyenechea, y solían recorrer el circuito gastronómico del barrio. Toño, como coinciden sus amigos, era muy alegre, gozador de la vida, extrovertido, generoso y sibarita. Era habitué de los restaurantes Da Carla, Ox y Miraolas, donde siempre comía con Rosita y también con amigos poleros del Club de Polo San Cristóbal. Tomaba poco alcohol y le fascinaba ir a bailar.

Uno de sus destinos era el exclusivo balneario francés de Saint-Tropez. A estas playas viajaba con Rosita y su familia. Su cuñada, la modelo Carolina Parsons —quien se codea con afamadas personalidades internacionales—, invitó al matrimonio Eguiguren-Parsons a glamorosas celebraciones, como el cumpleaños del actor Leonardo Di Caprio. "Él se reía del verdadero jet set internacional, gozaba en esas fiestas", cuenta un cercano.

Eguiguren egresó del Colegio Manquehue, era católico, pero no iba a misa los domingos. "Nunca le tuvo miedo a la muerte; vivía cada momento", afirma José Antonio Iturrate.

Estudió ingeniería comercial en la Universidad Católica y hace varios años era director y socio del Cementerio Parque el Sendero y, además, director de Kitchen Center, entre otras actividades.

"En la cancha lo dejaba todo, era un amigo entrañable"

Antonio disfrutaba en las caballerizas. Podía pasar tardes enteras conversando con Eleodoro Calderón, conocido en el Club de Polo San Cristóbal como Lalo, su petisero por casi 30 años. "Fue varias veces a mi casa, conoció a mi familia y me ayudó mucho; tenía un corazón enorme", dice quien estaba encargado de los dieciocho caballos ingleses de fina raza que el polero tenía en este club.

Su padre, Antonio Eguiguren Ortúzar, también jugó polo, así como su hijo Antonio, un destacado jugador a nivel nacional.

A los ocho años, Toño montó su primer caballo. Era frecuente que estuviera en las canchas del club junto a Parsons viendo los partidos de su hijo "Toñito", o que la pareja se perdiera cabalgando por sus senderos.

"Fue un polero amateur, pero un destacado defensa. En la cancha lo dejaba todo, era un amigo entrañable", dice Gonzaga Valdés, quien jugaba con él. Entre su íntimo grupo de amigos poleros estaban Sebastián Bisquert, Gonzaga Valdés, Felipe y José Antonio Iturrate, y Alejandro Fantini.

"Fue un hombre tremendamente entregado a los demás, supo vivir la vida", dice Gonzaga Valdés.

El arquitecto y polero Gonzalo Mardones dice que Antonio fue un tipo "extraordinario" dentro y fuera de la cancha. "Destacó siempre por su temperamento calmado en un deporte de mucha fricción", asegura.

Alejandro Fantini, otro de sus amigos más cercanos, comenta que era un deportista a cabalidad. "Se preocupaba de mantenerse en forma como nadie, era muy sano", dice.

Y agrega: "Dejará huella en la historia del polo. Desde su trato con los petiseros, su capacidad de armar equipos, su amor por este deporte; un hombre noble que era pura bondad; nos hará mucha falta".

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