No me impresiona tanto el éxito de lo que estamos haciendo con nuestra civilización como para pensar que somos el único punto en este inmenso universo donde hay criaturas vivas y pensantes".
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Mientras estaba preparándose para la mayor lucha de su vida —dirigir al Reino Unido en contra de la Alemania nazi—, Winston Churchill tenía otro asunto en la cabeza: los extraterrestres.

Hace poco se descubrió el ensayo que envió a su editor el 16 de octubre de 1939 —sólo unas cuantas semanas después de que el Reino Unido entrara a la Segunda Guerra Mundial y Churchill se convirtiera en miembro del gabinete de guerra— y que más tarde fue corregido. En él, el político británico reflexionaba sobre la posibilidad de la presencia de vida en otros planetas.

Churchill, quien fue primer ministro durante gran parte de la Segunda Guerra Mundial y de nuevo entre 1951 y 1955, sentía tal fascinación por el tema que incluso ordenó que se mantuviera en secreto un avistamiento de un objeto volador no identificado por la Fuerza Aérea Real durante 50 años para evitar el "pánico entre las masas".

En un ensayo de once páginas titulado ¿Estamos solos en el universo?, el estadista mostró un poder de razonamiento "parecido al de un científico", según Mario Livio, un astrofísico que leyó el borrador pocas veces visto y escribió sobre él en un artículo publicado en la revista Nature.

"Lo más sorprendente es que comenzó este ensayo cuando Europa estaba a punto de entrar en guerra y él estaba ahí, reflexionando sobre una cuestión científica que realmente es una pregunta provocada por la curiosidad", dijo Livio.

Churchill define primero qué es la vida, luego detalla los requisitos para que esta exista y progresivamente amplía su razonamiento hacia la existencia de vida en otros sistemas solares, mencionó Livio.

El inicio de su interés

El interés de Churchill por la ciencia surgió en sus años como oficial del ejército en India, cuando ésta estaba bajo el dominio británico. Tenía cajas llenas de libros, entre ellos El origen de las especies, de Darwin, que le enviaba su madre.

Luego se hizo amigo, por lo menos durante algún tiempo, del escritor H. G. Wells, cuya novela La guerra de los mundos, que trata sobre una invasión extraterrestre al Reino Unido, había sido adaptada por Orson Welles para una famosa transmisión por radio en 1938, un año antes de que Churchill escribiera su artículo (una vez Churchill dijo que La máquina del tiempo, de Wells, era uno de los libros que llevaría consigo al purgatorio).

Churchill sostenía que era probable que existiera vida extraterrestre en algún lugar del universo.

Artículo que no se publicó

En la década de los ochenta, Wendy Reves, la esposa de Emery Reves, el editor de Churchill, entregó el manuscrito al Museo Nacional Churchill en Fulton, Misuri, el lugar donde Churchill pronunció su afamado discurso de 1946 sobre la cortina de hierro. Lo habían ignorado durante muchos años hasta que Timothy Riley, quien se convirtió en el director del museo el año pasado, se topó con él. Poco después de que se diera la noticia del descubrimiento, se encontraron dos copias más en un archivo distinto en Inglaterra.

Aunque el artículo fue enviado a Reves en 1939, no se publicó. Churchill lo revisó varias veces en los cincuenta. En el artículo, escribió: "No tengo la soberbia suficiente para pensar que mi sol es el único que tiene una familia de planetas".

"A mí, por ejemplo, no me impresiona tanto el éxito de lo que estamos haciendo con nuestra civilización como para pensar que somos el único punto en este inmenso universo donde hay criaturas vivas y pensantes", escribió, "o que representamos el tipo de desarrollo físico y mental más elevado que ha aparecido jamás en la vasta esfera del tiempo y el espacio". Churchill en gran medida era autodidacta en las ciencias y sentía una curiosidad prácticamente por cualquier cosa, una actitud que alguna vez describió como "aprender una que otra cosa a lo largo de la vida".

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