La noche del miércoles, ocho seductores profesionales, egresados con honores de la Escuela de Seducción LevantArt, aparecieron perfumados en un sitio de moda llamado After Office. Iban a conquistar mujeres, con lecciones aprendidas: el método del mago Mystery, un canadiense con carisma que redactó los principios que garantizan un encantamiento. El método que, desde el 2014, enseñan en LevantArt y que vaticina un amorío, poniendo énfasis en tres pilares: atracción, seducción, confort. Eran, en fin, ocho seductores titulados listos para actuar.

—Hay muchas mujeres— dijo uno, estudiando el entorno.

—Muestren confianza— inspiró otro.

—Yo no tengo miedo. Recuerden que el miedo paraliza— recitó un valiente.

—Si les gusta una mujer, no le hablen. Háblenles a las amigas. Lo dice el método— sugirió un especialista.

—Lo difícil es el Opener (se refiere a la frase con que se irrumpe ante una desconocida. Estos profesionales se comunican con siglas aprendidas en la escuela).

—Tranquilo, Sangre— animó Leyton, el líder, uno de los directores de la escuela, aspirando con magnetismo un Lucky.

Estaban equipados para atraer: algunos de los galanes se untaron la partidura con gel, otros lucían collares de surfista amarrados a la yugular y otros se vistieron únicamente con una camisa fina dentro del pantalón. No usaban zapatillas porque en ese lugar la atracción no se concibe sin mocasines. Fluctúan entre los 25 y los 35 años. No usaban sus nombres porque prefieren la fantasía de los apodos. Por ejemplo, tomando una energética estaba Turbo, un soltero con bíceps que ha sido condecorado como uno de los mejores alumnos de la escuela. Desde que egresó ha hecho el amor con constancia. "Hay que ser arrogante simpático", aconsejó. "De vez en cuando hay que decirles un NEG", agregó. ¿Qué es eso? "Una frase medio negativa, para que no crean que tienen el dominio".

—Turbo— avisó alguien— hay una mujer cerca…

—¡Dale la espalda! ¡Que no vea ansiedad! Compadre, tú no eres un TTF (Típico Tipo Fracasado).

Acción

"A mí la escuela de seducción me cambió el switch. Hoy tuve una entrevista de trabajo y sentí que sin querer estaba seduciendo a la psicóloga", contó uno, atormentado, como si ya no pudiera controlar el don. Debes medirte, le señaló un experto, hay que dosificar, guardar el encanto para las discotheques. La meta, aseguraron todos, por supuesto es el sexo, un sexo con dominio de escena y confianza en sí mismo.

—¿Cuánto demoran en tener sexo?— preguntamos.

—Es relativo. A veces necesitas varias C2…

—¿Qué es eso?

—Citas.

Antes, contaron, eran inseguros que solían encarar en estado de ebriedad. Pero, tras cuatro meses de aprendizaje, un costo cercano a $400 mil, aprobar el seminario de seducción y hacer talleres prácticos en Las Urracas u otros recintos animados, ellos se transformaron en guerreros.

—¡Demian!— ordenó Húsar— ¡Por favor, encara a esas dos rubias!

—Uf, son altas— se escuchó.

Demian se acercó con una carcajada entrenada ("siempre hay que reír, aunque se te desgarre la mandíbula") y, al rato, hablaba con dos alemanas gigantescas. Nos acercamos y lo que alcanzamos a escuchar fueron frases tales como "yo he estado en treinta y cinco países"; "jajaja, no todos los chilenos son así"; "¿saben? Estoy en un dilema, les pido ayuda: no sé cómo rechazar a una mujer que me ama", etc. Lo hacía con convicción. Después otro seductor se acercó a una morena y le elogió su mirada, no los ojos, recalcó con voz de actor. Los ochos seductores con diploma se repartían por todo el lugar hurgando feromonas.

—Pero, ¿para qué sirve todo esto? ¿Para irse a la cama con una anónima?— preguntamos a Demian con un sutil tono eclesiástico.

—La seducción sirve para todo. Mira, yo soy profesor de Cálculo en la Universidad de Chile. Y creo que sería más importante enseñar seducción que cálculo.

Lo que vimos, entonces, eran ocho hombres de empeño, con cuerpos nacionales y saludable aroma a Agua Brava, que jamás titubeaban. Vimos a Cronic lanzarse de bruces sobre un escote; un chileno valiente caminando veinte metros en dirección a un ninguneo. ¿Y qué sucede? "No me dio su Facebook", dijo al retornar, "¡pero me da lo mismo, jajaja, esto está lleno de mujeres!", se estimuló, pues, la escuela los entrenó para el éxito y también para las cachetadas.

Vimos a Turbo tocar a la gente ("siempre hay que tocar"). Y vimos a estos titulados soñando con cualquier mujer.

—Parece que ha estado difícil— enfrentamos a Demian.

Demian miró hacia la pista de baile y, con la sonrisa que le forjaron en la escuela, apuntó: "En algún momento, no sé si hoy u otro día, algo caerá". Luego guiñó un ojo y se perdió entre la multitud.

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